La ejecución de Lisa Montgomery: Una respuesta católica
Monday, January 18, 2021
*Rebecca Marrie Brady MSW
El miércoles pasado, 13 de enero de 2021, Lisa Montgomery, de 52 años, fue ejecutada por inyección letal en una prisión federal en Indiana. Sus crímenes fueron atroces. La Prensa Asociada informó que Montgomery mató a Bobbie Jo Stinnett, de 23 años, en el pueblo de Skidmore, al noroeste de Missouri, en 2004. Usó una cuerda para estrangular a Stinnett, que estaba embarazada de ocho meses, y luego cortó a la niña del útero con un cuchillo de cocina. Montgomery se llevó a la niña con ella e intentó hacerla pasar por suya.
Y sin embargo nuestro Señor dice en el libro de Ezequiel: "... yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva". Continúa:
"Si yo digo al justo: ‘Vivirás’, pero él, fiándose de su justicia, comete la injusticia, no quedará memoria de toda su justicia, sino que morirá por la injusticia que cometió. Y si digo al malvado: ‘Vas a morir’, y él se aparta de pecado y practica el derecho y la justicia, si devuelve la prenda, restituye lo que robó, observa los preceptos que dan la vida y deja de cometer injusticia, vivirá ciertamente, no morirá". (Ezequiel, 33:15-16)
Este pasaje de la Sagrada Escritura apunta a la esperanza que podemos tener en Cristo a través del arrepentimiento. La invitación a dejar el pecado y a “vivir” se extiende a todos nosotros. Tampoco depende de la administración de justicia de la autoridad civil. Ya sea que la existencia humana termine pronto o continúe indefinidamente, la posibilidad de arrepentimiento permanece abierta para todos nosotros.
LA PENA DE MUERTE
La enseñanza de la Iglesia sobre la pena de muerte puede llevar justificadamente a la confusión entre los fieles.
San Agustín escribió en La Ciudad de Dios que "...el mismo legislador que así lo mandó expresamente señaló varias excepciones, como son, siempre que Dios expresamente mandase quitar la vida a un hombre, ya sea prescribiéndolo por medio de alguna ley o previniéndolo en términos claros, en cuyo caso no mata quien presta su ministerio obedeciendo al que manda, así como la espada es instrumento del que la usa; por consiguiente, no violan este precepto, 'no matarás'" (1,21).
Además, Santo Tomás de Aquino sostuvo que la pena capital no era ni siquiera una excepción al mandamiento de "no matarás", porque el hombre no es el que mata en este caso. Más bien, una autoridad civil legítima divinamente designada está administrando justicia en el nombre de Dios [Steven A. Long, Evangelium Vitae, St. Thomas Aquinas, and the Death Penalty (Steven A. Long, Evangelium Vitae, Santo Tomás de Aquino y la Pena de Muerte, 512)].
Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica dice: "Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente".
Por tanto, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que "la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona" (Discurso del Santo Padre a los participantes en el Encuentro organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, 11 de octubre de 2017), y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo.
Las doctrinas de nuestra fe recopiladas en el Catecismo tienen diversos grados de autoridad dependiendo de su fuente. Como dijo el entonces Cardenal Ratzinger en su Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica: "La doctrina individual que el Catecismo presenta no recibe otro peso que el que ya posee".
A la luz de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia y de la larga tradición de la Iglesia, cabe preguntarse con razón si ha habido un desarrollo de la doctrina o si se está expresando actualmente un juicio prudente.
Parece que en Evangelium Vitae, el Papa San Juan Pablo II señala la cultura omnipresente de la muerte como la razón prudencial por la que tales sentencias de justicia de las autoridades civiles pueden haber perdido su inteligibilidad y significado en la actualidad (cf. Steven A. Long, Evangelium Vitae, Santo Tomás de Aquino y la pena de muerte, 511-552). Este razonamiento puede ayudarnos a comprender por qué la aplicación de la pena de muerte sería inadmisible hoy, en nuestras circunstancias actuales, hasta tal punto que nuestros obispos nos han pedido que nos unamos a ellos en la defensa de la abolición de la pena de muerte en Florida.
DEFENSA
La muerte de Lisa M. Montgomery, la única mujer en el pabellón de la muerte federal, marcó la primera ejecución federal de una mujer en casi 70 años. Su muerte es la 11ra ejecución por inyección letal desde que el gobierno federal reanudó la pena capital federal en julio de 2019, tras una pausa de 17 años. En la actualidad, alrededor de 2,500 prisioneros enfrentan la ejecución en los Estados Unidos.
En respuesta, buscamos a nuestro Santo Padre para que nos guíe. El Papa Francisco es un defensor incansable del respeto a la vida, no sólo de los niños por nacer sino también de la abolición de la pena de muerte y la prisión perpetua. El Papa Francisco ha escrito palabras poderosas en su última encíclica, Fratelli Tutti, que deben ser internalizadas para cambiar nuestra cultura violenta: "Hoy decimos con claridad que la pena de muerte es inadmisible y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo".
ORACIÓN
Para quienes puedan encontrar difícil esta enseñanza, incluso San Agustín, que aprobaba la pena de muerte en teoría, era un fuerte defensor de la misericordia en muchos casos particulares.
Con respecto a estos eventos que ya han ocurrido, ¿cuál es nuestra respuesta? Como cristianos, podemos tener esperanza para los demás en la medida en que los amemos. Y el amor por nuestros hermanos y hermanas, ya sean víctimas, sobrevivientes o victimarios, debería llevarnos a la oración.
Oremos por el alma de Bobby Jo Stinnett y el consuelo de su familia, especialmente por su hija de 16 años. Oremos también por Lisa Montgomery, implorando la misericordia de Dios sobre alguien que sufrió de manera tan terrible en su vida. A través de su historia de abuso sexual infantil, tráfico sexual y esterilización forzada, las afrentas a la dignidad humana sufridas por Montgomery son incomprensibles. Y aunque ni esto ni ningún trauma psicológico o enfermedad resultante puede excusar tales crímenes perversos, nuestros corazones aún pueden abrirse a alguien a quien no hemos podido proteger en esta vida.
Como cristianos, podemos acordar rezar por todos los involucrados en estas tragedias.
Que las almas de los fieles difuntos descansen en paz, por la misericordia de Dios.
El diácono Edgardo Farías, candidato al doctorado en Teología Práctica y director arquidiocesano del Ministerio de Detención, contribuyó en este blog.
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