De la Misa y San Valentín
Monday, February 17, 2014
Msgr. James F. Fetscher
Disfruté mucho una buena historia que escuché en el almuerzo del desfile de modas del Club de Damas. Por lo visto, una señora le dio a su esposo la misma tarjeta de San Valentín cuatro años seguidos, y él nunca se dio cuenta hasta que ella finalmente se lo dijo.
Desde entonces, he descubierto que esta señora no es única. Caballeros, parece que muchos de ustedes no están prestando atención. Por otra parte, quizás no se trate tanto de recibir como de dar.
Recuerdo que mi padre le regalaba tarjetas a mi madre, pero las tarjetas de San Valentín son las que más permanecen en mi memoria. No teníamos mucho dinero, pero papá siempre hacía un esfuerzo por buscar una tarjeta especial — lo cual siempre recibía una buena respuesta por parte de mi mamá, y todos lo sabíamos. (Ahora que lo pienso, eso podría explicar por qué tuvieron siete hijos.)
El almuerzo de modas sacó a relucir mucha clase. Las participantes vistieron lo mejor. De hecho, se veían muy bien. Yo me sorprendí a mí mismo pensando cómo podríamos organizar un “Domingo Formal”. Por supuesto, la misa no es un desfile de modas, y yo me alegro de que la gente llegue. Pero hay algo en las rodillas de los hombres que no se ve bien, y ni qué decir de los escotes en los que se podrían construir una autopista interestatal.
El Día de San Valentín era un día en el que esperábamos que otros nos vieran de manera especial, y queríamos que ellos supieran que pensábamos que ellos también eran especiales. Al menos así lo veíamos cuando niños. También existía el inevitable concurso de popularidad. “¿Cuántos Valentines recibiste?” Mientras más recibías, más felicidad le dabas a Hallmark.
Espero que no piensen que lo que les voy a decir es una exageración, pero yo creo que cada misa que celebramos es una tarjeta de San Valentín. El Corazón en el centro de todo es Sagrado. Jesús se entrega a Sí mismo. En lo que se refiere a los regalos de San Valentín, nada puede superarlo.
La manera en que nos vestimos, ¿indica algo sobre el regalo que traemos a cambio? Probablemente no mucho, a menos que lo tomen en consideración. ¿No nos vestimos bien para salir a una cita? Al menos estamos muy conscientes de cómo nos vemos, para que nuestro acompañante lo note de una manera especial.
¿Es que quizás no nos vestimos muy bien para la misa porque pensamos que no tenemos mucho que traerle al Señor? Hago la pregunta con la esperanza de que ustedes mismos se pregunten no cómo es que se visten para la misa, sino qué es lo que traen a la mesa. Ese valor interior, esa vestimenta que llevan dentro, marca la diferencia.
Es en nuestra Mesa donde recibimos lo Sagrado. Es en nuestra Mesa donde se nos convierte en Sagrado. Esa transformación es la compra más increíble en la que puedan participar. Lo más extraordinario de todo es que, a diferencia de la belleza exterior de un desfile de modas, la vestimenta que Jesús nos ofrece es completamente gratis.
Quizás ahí está el problema. Damos por sentado lo que recibimos gratuitamente. Pero la buena nueva es que Jesús nos conoce mejor de lo que podemos imaginar, y Él esperará por nosotros. Él esperará hasta que estemos preparados para ir al probador y nos tomen las nuevas medidas.
Este blog está adaptado del mensaje semanal, Twilight Twitches, que Mons. Fetscher les escribe a sus parroquianos.
Comments from readers
Very well said. The Germans (I am not German, but grew up in Berlin )have a saying which basically translates to: "With your dress, you honor your host."
Simple! Right?