Se�or, �abre nuestros ojos!
Monday, January 17, 2011
Joan Crown
Me preparo nuevamente para dirigirme hacia la capital de nuestra nación, acompañada por 124 personas de nuestras escuelas católicas arquidiocesanas, para protestar contra la injusticia del aborto. Me pregunto: “¿Por cuánto tiempo, Señor? ¿Por cuánto tiempo deberán morir nuestros niños? ¿Por cuánto tiempo deberán sufrir las madres y los padres? ¿Cuánto tiempo falta para que despertemos y nos demos cuenta de lo que hemos hecho?”
Por 38 años, nuestro país ha tolerado este azote a nuestra nación, un flagelo que no debe continuar. ¿Es que no nos vemos en la obligación de rescatar al que llevan a la matanza?
Hay más de 68 millones de católicos en los Estados Unidos. ¿Qué les cuesta decir, junto a otras personas de fe, “¡BASTA YA!”?
Quizás necesitemos una imagen para hacernos reaccionar, como la del joven negro Emmett Till, quien murió golpeado hasta quedar irreconocible, por silbarle a una mujer blanca en 1955. Su madre exigió que el ataúd permaneciera abierto durante el funeral, para demostrarle al mundo lo que el odio le había hecho a su hijo. Esto dio inicio al movimiento por los derechos civiles.
¿Qué imagen tenemos que sea lo suficientemente conmovedora para que nos lleve a exigir el fin de la matanza de nuestros inocentes?
Nunca olvidaré cuando vi a los Caballeros de Colón en sus uniformes, mientras cargaban un pequeño ataúd blanco hacia una tumba donada en la que descansaría una pequeña niña asesinada por quienes administran una fábrica de abortos en Hialeah. Nadie fue acusado por su asesinato. Los oficiales de la policía que hallaron su cuerpo en estado de descomposición, permanecieron en guardia junto a la tumba, para honrar su corta vida.
Otro recuerdo que nunca borraré de mi memoria es el día en que recibí la llamada telefónica de un padre de tres niños, que lloraba y me rogaba que convenciera a su esposa para que no matara a su cuarto hijo por medio del aborto. Lo intenté, pero no pude convencerla. De acuerdo con la ley, tampoco lo podía hacer su esposo porque, aunque estén casados, el padre del niño no tiene derechos cuando la mujer toma la decisión de abortar. Con frecuencia me pregunto qué habrá sucedido con ese matrimonio, pues el trauma del aborto se filtra en la relación de los padres.
Visualicen a una monja en su hábito carmelita oscuro, de pie bajo el sol caliente, con su rostro dirigido hacia el cielo y sus ojos cerrados, orando frente a una fábrica de abortos. Cuando se encuentra con una mujer que sale tras haberse practicado un aborto, cae de rodillas y llora con gran sufrimiento, con tanto dolor por el niño que acaba de ser asesinado. Esa imagen provocó que la gerente de la clínica se preguntara: “¿Cuántos otros lloran frente a mi lugar de empleo debido al trabajo que realizo?” [Esto está tomado del nuevo libro de Abby Johnson, titulado “Unplanned” (Sin planificar), la historia de cómo abandonó el negocio del aborto.]
Señor, abre nuestros ojos para que podamos ver lo que tenemos que hacer con el fin de restaurar la santidad de toda la vida humana, nacida y por nacer.
“He venido para que tengan vida y la tengan en plenitud”. (Juan 10:10)
Comments from readers
"Grant them eternal rest, O Lord, and let Your Perpetual Light shine on them. May they rest in Your Peace. Amen."
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Mari Tuccitto
Thank you for your powerful words, your continued courage in speaking the truth, and for your consistent leadership of our Respect Life ministry especially during the most difficult of times. Please know that you and those who will be going to the March for Life in Washington D.C. are in my daily prayers. A group of youth from St. Augustine Parish and Catholic Student Center, including my son, will be going as well. Let us continue to pray and to work for an end to the culture of death and the respect of every single life! God bless you and yours. At your service in Christ through Mary,
Lilly Rangel-Diaz