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Feature News | Friday, January 29, 2021

Vacunarse contra el COVID-19 es una responsabilidad doble

Con nuestra propia salud y con la de los demás, explica el P. Alfred Cioffi, bioético arquidiocesano

El P. Alfred Cioffi, director del Programa de Maestría en Bioética de la Universidad St. Thomas, en esta fotografía de archivo del 2016, da una clase de biología a sus estudiantes. Durante una transmisión vía Facebook Live de la Arquidiócesis de Miami, el 8 de enero de 2021, señaló que vacunarse es una doble responsabilidad para cuidar de uno mismo y para no infectar a los demás.

Fotógrafo: TOM TRACY | FC

El P. Alfred Cioffi, director del Programa de Maestría en Bioética de la Universidad St. Thomas, en esta fotografía de archivo del 2016, da una clase de biología a sus estudiantes. Durante una transmisión vía Facebook Live de la Arquidiócesis de Miami, el 8 de enero de 2021, señaló que vacunarse es una doble responsabilidad para cuidar de uno mismo y para no infectar a los demás.

MIAMI | Aunque ya se han aprobado dos vacunas contra el COVID-19, de las farmacéuticas Pfizer-BioNTech y Moderna, esto no significa que se ha acabado con la pandemia que está cobrando miles de vidas humanas a nivel mundial.

“Con la vacuna se va a acabar la infección para el individuo que se vacune”, dijo el P. Alfred Cioffi, profesor de biología y bioética de la Universidad St. Thomas, en Miami Gardens. Y agregó que los que reciban la vacuna tienen un 95 por ciento de probabilidad de no infectarse por varios meses.

Como cristianos, vacunarse contra el COVID-19 es una doble responsabilidad. Porque “tengo una responsabilidad hacia mi propia salud y tengo la responsabilidad también de tratar de parar el virus para que yo no infecte a otros”, dijo el sacerdote durante una transmisión vía Facebook Live de la Arquidiócesis de Miami, donde habló sobre las nuevas vacunas contra el COVID-19, el 8 de enero de 2021.

El P. Cioffi explicó que con la vacuna anti-COVID-19 hay una mayor garantía de no infectar con el virus a otras personas, y más bien, se contribuye con el avance de la inmunidad de manada o colectiva que ayudaría a que el 70 por ciento de la población se vuelva inmune al virus. Entonces la pandemia podría desaparecer.

 

EL TEMA ÉTICO DE LA VACUNA

Pero el origen de las vacunas ha creado cierta controversia en algunos grupos por su posible conexión con líneas de tejido celular humano, específicamente tejidos de fetos abortados en la década de los años 70.

El P. Cioffi señaló que en el caso de las dos vacunas, Pfizer y Moderna, que se están administrando en Estados Unidos, se sabe que en el proceso de su elaboración no se han utilizado tejidos de fetos abortados. Es lo que se llama una línea éticamente limpia.

Pero, en el caso de que solo hubiera disponible una vacuna que se haya desarrollado utilizando tejidos de fetos abortados, “aun así debemos vacunarnos”, dijo el sacerdote. Porque “de mi parte estaría realizando una cooperación material remota. Es decir, yo no participé en ese aborto, ni pagué por el aborto, ni lo deseé, ni fui la compañía farmacéutica que usó ese tejido y lo elaboró. Yo estoy al nivel del consumo, al final de la línea”.

La enseñanza católica proporciona principios para evaluar la cooperación con las malas obras de otros y determinar las condiciones bajo las cuales la cooperación puede o no estar moralmente justificada, diferenciando entre cooperación “formal” y “material”, un concepto que recoge la encíclica Evangelium Vitae, de San Juan Pablo II. “La distinción entre ambas es una distinción ética”, indicó el P. Cioffi.

La cooperación formal con el mal nunca está permitida. Se califica como la colaboración directa en un acto inmoral. Por ejemplo, cuando se solicita la práctica de un aborto se está cooperando formalmente con ese aborto porque se desea el mal intrínseco.

La cooperación material se da cuando no se coopera, ni se participa, ni se comparte el mal, sino, se contribuye a este mal de una manera casual. La Iglesia permite la cooperación material con el mal por un motivo serio o grave. El “COVID-19 me puede causar la muerte, entonces esa vacuna me puede prevenir la muerte”, explicó el P. Cioffi.

Al respecto, el 17 de diciembre pasado, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una declaración “sobre la moralidad del uso de ciertas vacunas anti-COVID-19”, donde se señala que es “moralmente aceptable utilizar vacunas anti-COVID-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción”, ya que la cooperación con el mal del aborto, en el caso de los que se vacunan, es “remota”.

 

¿CÓMO SE ELABORÓ LA VACUNA?

El desarrollo de las vacunas anti- COVID-19 de Pfizer-BioNTech y Moderna ha tomado casi un año, un tiempo relativamente corto comparado con la elaboración de otras vacunas, pero su principal característica es que son vacunas de ARN mensajero, una técnica que no es nueva para los científicos, pero es la primera vez que se usa a gran escala en humanos.

Las vacunas tradicionales son patógenos o fragmentos del mismo virus, matado o atenuado, capaz de infectar y multiplicarse, pero no de producir la enfermedad en las personas que se inoculan, para que el sistema inmunológico desarrolle anticuerpos que luego actuarán protegiéndolo frente a futuras infecciones.

Según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), las vacunas de ARN mensajero son una copia de parte del código genético del virus. Estos son creados en laboratorios que al ser introducidos en nuestras células “les enseñaran a producir una proteína, que desencadena una respuesta inmunitaria dentro de nuestro organismo. Esa respuesta inmunitaria, que produce anticuerpos, es la que nos protege de infecciones si el virus real ingresa a nuestros organismos”.

Los CDC también señalan que las vacunas de ARNm no contienen el virus vivo que causa el COVID-19. No afectan nuestro ADN ni interactúan con él de ninguna forma. El ARNm nunca ingresa al núcleo celular, que es donde está nuestro ADN (material genético).

Esta vacuna que necesita una segunda dosis tres semanas después es bastante efectiva, dijo el P. Cioffi. Su efectividad en la prevención de la enfermedad del COVID-19 es del 95 por ciento, según la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos. (FDA).

Los efectos secundarios de la vacuna hay que analizarlos caso por caso, dijo el sacerdote. Si está pensando en vacunarse, primero debe consultar con su médico de cabecera. Él es el que conoce como está su salud en general.

Los efectos secundarios, típicamente son leves y locales. Un poquito de fiebre o calentura en la zona del pinchazo, pero eso es lo típico con las vacunas.

La vacunación que empezó el 16 de diciembre en el Estado de la Florida se está realizando por fases. Primero el personal de salud que está atendiendo directamente a los enfermos de COVID-19 y los adultos mayores de 65 años.

Y mientras llega la vacuna para todos, nos tenemos que seguir cuidado usando las mascarillas, manteniendo la distancia física, pero, sobre todo, lavarnos las manos frecuentemente, mínimo 20 segundos, lo que dura un Ave María y un Padre Nuestro.

“Esto es lo más efectivo porque el coronavirus tiene una capa de lípidos, una capa como de grasa que lo rodea exteriormente y el jabón, que es un tipo de grasa, se combina con ese lípido y lo empieza a destruir, le deforma la corona, las puntas que son las que infectan”, dijo el P. Cioffi.

 

EL COVID-19

Según la CDC, la enfermedad del COVID-19 es una afección causada por un virus que se puede propagar de persona a persona. El virus que causa el COVID-19 es un nuevo coronavirus que se ha propagado por todo el mundo. Puede causar desde síntomas leves (o ningún síntoma) hasta casos de enfermedad grave.

Desde que se descubrió en diciembre de 2019 en la China, el virus ha mutado en diferentes cepas. “La nueva cepa o mutación que se ha identificado en el Reino Unido parece ser más virulenta pero menos mortal”, indicó el P. Cioffi.

Puede ver la entrevista completa bilingüe con el P. Alfred Cioffi sobre el COVID-19 y las vacunas en el siguiente enlace.

 


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