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Feature News | Thursday, February 20, 2020

Un pastor que 'desorienta'

El papa Francisco saluda a los peregrinos después de la audiencia general, el 29 de enero de 2020, dentro del Salón Pablo VI, en el Vaticano.

Fotógrafo: Catholic News Agency

El papa Francisco saluda a los peregrinos después de la audiencia general, el 29 de enero de 2020, dentro del Salón Pablo VI, en el Vaticano.

El próximo 19 de marzo se cumplirán siete años de la llegada de Jorge Bergoglio a la más alta jerarquía de la Iglesia Católica: el pontificado. Es propicia la ocasión para preparar en las diócesis y comunidades las más diversas actividades, que lleven a profundizar en sus enseñanzas, sus gestos ante la sociedad contemporánea y algo que le gusta mucho: que se rece por él.

Recordemos que desde el inicio sorprendió (y desorientó) al no elegir un sobrenombre pomposo, sino que prefirió el del cristiano más humilde conocido sobre la Tierra, como fue San Francisco de Asís.

Y, asomado ya al balcón de la Basílica de San Pedro por primera vez en el 2013, se presentó como un elegido “del final del mundo”, para asegurarse así un lugar entre los últimos. Lo demás es historia.

 

Un Cristo en la tierra

En siete años ha dado varias señas: vive donde pueda ver gente; viaja sin blindajes; viste sin boato y, según él mismo lo ha contado, marca el teléfono para responder a las llamadas y escribe a mano sus cartas. Pese a sus críticos, el “Papa simple”, como lo reconocen algunos, ha instalado un tipo de gobierno que ya los cardenales, reunidos antes del cónclave para su elección, delinearon: que sea un padre para todos y un reformador.

Sobre lo primero, Francisco cumplió al insistir sobre el perdón misericordioso y sin límites de Dios, así como en la acogida y la atención por los más necesitados. Pensamientos suyos como “la Iglesia no le cierra las puertas a nadie”, han sido consoladores para quienes han visto que la iglesia “tiende puentes y no levanta muros”, lo que ha sido una intención clarísima del papa desde el inicio.

En el caso de las reformas, las ha venido haciendo sin pausa, con el pulso firme y con medidas internas y externas que van desde la transparencia financiera del Vaticano, hasta la tolerancia cero a la pederastia en el interior de la Iglesia, pasando por un pedido permanente de coherencia en la vida de los cristianos. Aquello de “pastores con olor a ovejas” viene cambiando la vida de muchos…

Esto se constata al releer el sentir de un arzobispo latinoamericano, que se expresaba así del sucesor de Pedro, a pocos días de que este visitara su país años atrás: “Es un papa tan cercano, que no complica, no quiere terciopelos, no quiere esos homenajes del momento. Su mensaje nos invita a la emoción social, a no vivir con ese corazón asfixiado por lo material; sino abierto a la generosidad, a la solidaridad, al servicio”.

Lo que impresiona es ver la sencillez, la mortificación y la calidez con que ejerce su ministerio petrino. Pasados siete años, el corazón de muchos aún late cuando se ve al papa latinoamericano de 83 años con sus zapatos de diario, una cruz pectoral sencilla y ese reloj de plástico que asoma por la manga de su sotana. A la vez, él mismo carga su maleta, mientras camina con un vaivén lento por la cadera lisiada que lleva a cuestas.

 

Un hijo de la Iglesia

A los desorientados les viene la pregunta sobre el por qué de estas actitudes y mensajes del papa Francisco, mientras hay quienes creen que es una pose de corte populista o una provocación. Sin embargo los años en el papado, y aún antes, desde el ejercicio acreditado de su ministerio en la Argentina, contradicen esas teorías.

La explicación más clara que nos ha dado la observación de estos años, es que el santo padre es un hijo del Vaticano II, de cuyas constituciones conciliares y demás documentos se nutrió durante sus estudios y reflexiones. A esto habría que sumarle —entre otros—, la aplicación de la encíclica Populorum Progressio del santo papa Pablo VI (1967) y los documentos del CELAM, tales como Medellín, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, habiendo sido Bergoglio el redactor principal de este último.

Temas como el papel de la Iglesia en el mundo actual, la nueva configuración de la jerarquía-pueblo de Dios, las adecuaciones de la liturgia para hacerla más participativa, la nueva evangelización, así como la familiaridad con una palabra de Dios que ilumine el presente, fueron fundamentales para entender hacia dónde quería encaminar su ministerio.

A esto se puede añadir el nuevo perfil de presbíteros y consagrados, el diálogo ecuménico e interreligioso, la opción preferencial por los pobres, la apropiación definitiva de los medios de comunicación para la evangelización, entre otras nuevas orientaciones que emanaron por décadas de todo este magisterio eclesial.

 

Un pastor “en salida”

Con estos documentos entre sus manos, el Padre Jorge Bergoglio descubriría en sus horas libres de profesor y cura de parroquia, que los problemas y esperanzas de los hombres encuentran respuesta si se asumen como lo que realmente son: realidades humanas que, iluminadas por su Creador, pueden ser transformadas desde sus raíces y a la vez contribuir con otras realidades circundantes.

En el caso de la evangelización, distinguiría ya la importancia de un acompañamiento maduro en comunidad —como en los primeros tiempos—, para que el creyente creciera en la fe como un verdadero converso.

Consciente de la fuerza con que Dios alentaba estos esfuerzos, Bergoglio se mostraría dispuesto a dar más de sí, a desprenderse de las taras temporales y a vivir los valores de la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la paz y el amor.

Por ello, como sacerdote —y después obispo y cardenal—, no podía sustraerse a este modelo, el cual le llevaría a convertirse en el estilo de pastor universal que hoy el mundo comenta.

Es cierto que el santo padre hace cosas que “desorientan” a algunos… Pero dada su actividad apostólica, venida desde las décadas pasadas, él busca que la Iglesia regrese sobre sus pasos, a través de aquellas huellas que alguna vez le dieron mejores resultados y credibilidad.

Hay que recordar, finalmente, que al inicio de su pontificado habló de una Iglesia “pobre y para los pobres” que aún hoy se estudia. Sin embargo, no estaba lanzando una consigna, sino la convicción de que la Iglesia, al proclamar el evangelio, “hace de la ayuda al necesitado una exigencia esencial de su misión evangelizadora”.

¡Larga vida al papa Francisco!


Comments from readers

VICTOR MARTELL - 02/27/2020 05:08 PM
Soy un fanatico de nuestro papa y no me gusta el titulo de su articulo UN PASTOR QUE DESORIENTA es posible que haya sido traducido del ingles... pero para un hispano sin educación, como mi persona, me suena muy mal porque cuando uno dice que desorienta es que nos deja sin rumbo y ahora mas que nunca nuestra amada iglesia tiene un rumbo muy recto y fijo en JESUCRISTO. No desorientemos a los lectores diciendo que nuestro pastor nos desorienta

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