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En la década de 1920, cuando había un régimen cuasi-estalinista en la frontera sur de los Estados Unidos, “¡Viva Cristo Rey!” era el grito desafiante de batalla de los cristeros que lucharon contra la persecución radicalmente secular de la Iglesia por parte del gobierno mexicano. “¡Viva Cristo Rey!” probablemente fueron las últimas palabras pronunciadas por el beato Miguel Pro, S.J., cuyo martirio en 1927 puede haber sido la primera vez en la historia en que un mártir es fotografiado al momento de su muerte. En la actualidad, “Cristo Rey” tiene un significado diferente en los Estados Unidos, aunque no totalmente disociado, ya que es el nombre de un importante experimento en la educación católica para niños pobres.

La red Cristo Rey de escuelas secundarias católicas, que tuvo sus inicios en Chicago en 1996, es algo distinto en la educación católica en los EE.UU. Muchas escuelas católicas han debido cesar operaciones como consecuencia de una merma en las matrículas y por presiones económicas, pero la red Cristo Rey está abriendo escuelas nuevas. En lugar de perder estudiantes, Cristo Rey atrae nuevos alumnos al servir a familias de bajos ingresos en zonas urbanas a través de una combinación distintiva de compromiso educativo católico, colaboraciones con negocios locales y financiamiento creativo.

Según un informe reciente del Pioneer Institute, con sede en Massachusetts, las escuelas de Cristo Rey “traen nuevamente la educación católica a las zonas urbanas. A través de su modelo singular, los estudiantes reciben una educación que les prepara para la universidad y participan en un programa de estudio y trabajo en el que aprenden destrezas laborales y ganan dinero para ayudar a pagar su matrícula”.

Y mientras que las estrategias para financiar a las escuelas secundarias católicas en las zonas urbanas marginales – el diezmo de los feligreses, la solicitud de ayuda a los egresados, y el alza en las matrículas, entre otras – han tenido lo que el informe describe con delicadeza como resultados “inconsistentes” y “decepcionantes”, las escuelas de la red Cristo Rey experimentan un verdadero éxito: desde que se inauguró la primera escuela secundaria Cristo Rey en Chicago hace 21 años, se han abierto otras 33 escuelas Cristo Rey en todo el país, y la red espera abrir ocho más en 2020. En la actualidad, más de 11,000 estudiantes se educan en las escuelas Cristo Rey, y unos 13,000 se han graduado de las escuelas en las últimas dos décadas.

La conexión con el comercio local es una de las claves para el éxito de Cristo Rey. Como fundador de este notable experimento, el Padre John Foley, S.J. dijo que obtener empleos a nivel de principiantes para los estudiantes de escuela secundaria como parte de su educación era, al principio, simplemente una forma de “pagar las cuentas”. Pero luego entraron en juego otras factores. Para citar nuevamente el estudio del Pioneer Institute, con el tiempo, “el programa de estudio y trabajo corporativo asumió un papel más significativo y transformador. Se convirtió en un generador de autoestima cuando los adolescentes vieron que ganaban dinero para ayudar a pagar su propia educación. Aprendieron destrezas de oficina en entornos en los que muchos nunca imaginaron que trabajarían. Y desarrollaron destrezas interpersonales con personas ajenas a sus conocidos, incluidos supervisores, presidentes de empresas y compañeros de trabajo”.

Todo esto fue posible gracias a las empresas locales que entendieron el objetivo de ayudar a que los niños pobres del área, cuyos padres accedieron a pagar parte de la matrícula, tuvieran una oportunidad de obtener una educación superior. La participación económica de la familia es tan importante para el modelo de Cristo Rey como las alianzas corporativas. Cristo Rey también funciona porque la escuela secundaria tiene un horario más exigente y prolongado, en el cual los estudiantes trabajan cinco días de ocho horas al mes en sus empleos, mientras asisten a clases durante un día (y año) escolar más extenso, quince días al mes.

En las empresas tienen un verdadero empleo, y en las clases tienen mucho trabajo, pero la exigencia atrae a los estudiantes. Como dijo el Padre Foley: “Cuando vas a cualquiera de nuestras escuelas y preguntas a los jóvenes: ‘¿Qué te gusta de nuestra escuela?’ inevitablemente responden que el trabajo. Los jóvenes se sienten como adultos. Se les trata como adultos. Sienten que pertenecen a algo y que se les toma en cuenta”. Y los socios corporativos parecen estar de acuerdo: las colaboraciones tienen una tasa de retención del 88 por ciento.

Esta es la doctrina social católica en acción, que enseña la capacitación de los pobres y el despliegue de su potencial. Las escuelas católicas en las zonas urbanas de los EE.UU. siempre han sido el programa más efectivo de la Iglesia contra la pobreza. Mantener esas escuelas en pie en circunstancias muy diferentes a las representadas en The Bells of St. Mary's significa enfrentar serios desafíos a través de programas educativos creativos y métodos imaginativos para su financiamiento. Las escuelas Cristo Rey, que son algunas de las mejores noticias en el catolicismo de los Estados Unidos en 2018, son brillantes ejemplos de ambas.

El beato Miguel Pro lo aprobaría.

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