Pisamos huellas de 46 años
Monday, October 7, 2019
Deacon James Dugard
Al celebrar otro mes de Respeto a la Vida, me parece irónico que, en el mismo año en que se declaró hostilidad manifiesta hacia la vida de las personas en el útero, se aprobó la ley de las especies en peligro de extinción. “Desde que se promulgó en 1973, la Ley de las Especies en Peligro de Extinción ha otorgado protecciones a más de 1,400 especies en los Estados Unidos”.
Estoy a favor de la protección de todas las creaciones hermosas de Dios. Sin embargo, los seres humanos, lo máximo de la creación de Dios, hemos sido sometidos al mero capricho de la única persona encargada de su protección: su madre.
¿Qué hemos hecho? Desde 1973 hemos aprendido a celebrar el asesinato de niños inocentes en el útero: 60 millones de vidas arrancadas despiadadamente del útero de sus madres en nombre de la elección y la conveniencia, una vorágine de sucesos que en los últimos 46 años han tenido como resultado la reducción de la población estadounidense.
En los Estados Unidos, el derecho más fundamental es el derecho a la vida, y durante casi 200 años no hubo desacuerdo sobre esa realidad. Sin embargo, durante los pasados 46 años, hemos pasado de que una mujer elija matar al bebé que crece en su útero, a que hombres y mujeres terminen prematuramente la vida de un pariente anciano. ¿A dónde ha llegado nuestro respeto por la vida humana?
Nuestra cultura ha creado un ambiente mítico de palabras y términos eufemísticos con el fin de permitir que muchos sean seducidos con sutileza para distanciarse de la humanidad de los más vulnerables en nuestro país: los no nacidos. En lugar de un bebé en el útero, se utiliza el término “feto”. La mayoría de las personas desconoce que el feto significa uno que aún no ha nacido. Cuando tenemos un pariente que se acerca al final de sus días, hablamos eufemísticamente de “muerte misericordiosa”. ¿Por qué tenemos que usar estos eufemismos? Porque el término real expone la naturaleza atroz del acto.
Hoy, las mujeres luchan por el “derecho a elegir” y por la “salud de las mujeres”. Por lo que realmente están luchando es por el derecho a matar a su bebé y su derecho a hacer lo que quieran, incluso si les cuesta la vida de su hijo.
Necesitamos revelar la locura detrás del movimiento a favor del aborto. Es “malo matar a un niño para que puedas vivir” – tener una vida libre de responsabilidades. Irónicamente, en inglés, la palabra “evil” (malo) deletreada al revés es “live” (vida). Cuando nos apartamos de lo malo, vivimos. Alejarse de lo malo significa alejarse del aborto. Nada bueno sale de que una madre mate al niño en su vientre.
La humanidad condenó a los nazis cuando asesinaron a millones. Censuramos a los regímenes comunistas cuando mataron a hombres y mujeres que se pronunciaron contra la tiranía y la opresión de esas horribles formas de gobierno. ¿Por qué no denunciamos el asesinato de un bebé inocente en el vientre de una madre? No solo dejamos de hablar contra este crimen espantoso, sino que, a principios de este año, la Ciudad de Nueva York hasta iluminó su horizonte de color rosado para celebrar un avance absurdo en los derechos de las mujeres.
En última instancia, me parece que es un tema que se remonta a la antigüedad, un momento que se relata en nuestras Sagradas Escrituras: “Pongo hoy por testigos contra ti al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia”. (Deuteronomio 30, 19)
Amigos, no debemos abandonar la lucha. Debemos reunirnos en mayor número que nunca para luchar por el derecho a la vida. Fue en momentos como este que los Estados Unidos alcanzaron la grandeza en el pasado. Miremos nuestra historia. Cuando un opresor peligroso amenazaba la existencia de los Estados Unidos, lo combatimos. Este es el momento de luchar. Debemos movilizarnos, hacer oír nuestra voz, y acudir a Washington D.C. en cantidades masivas el próximo enero para demostrar a los líderes de nuestra nación que no permitiremos que los inocentes mueran por conveniencia.
Pisamos huellas de 46 años de suplicarle a nuestra nación para que elija la vida. ¿Qué haremos ahora nosotros, la generación pro-vida? ¿Nos retiramos y encogemos de miedo ante los desafíos, o nos alzamos y marchamos por la vida de los no nacidos? ¿Los enfrentaremos y marcharemos por la vida para llenar las huellas de los defensores de la vida que marcharon antes que nosotros?
No debemos abandonar la lucha hasta que cada bebé en el útero tenga libertad para vivir.
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