
Navidad: la cura para el cinismo y la iron�a
Monday, December 23, 2013
*George Weigel
En un sermĂłn transmitido por la BBC el 25 de diciembre de 1950, Mons. Ronald Knox observĂł que “hacemos de la Navidad una fiesta sĂłlo si tenemos la fortaleza mental para subir de nuevo por las escaleras de la guarderĂa, y pretendemos que nunca las bajamos”.
En mi caso, tales escaleras llevaban no a una guarderĂa, sino al cuarto de niños que compartĂ con mi hermano en el 1 Regester Avenue, en el suburbio de Rodgers Forge, en Baltimore. En la mañana de la Navidad nos deslizábamos escaleras abajo para descubrir lo que habĂa llegado (o, como aprendimos más adelante, lo que habĂa sido armado a menudo con la ayuda de mi abuelo Weigel) la noche anterior. El dĂa que continuaba era uno de alegrĂa absoluta, y más de medio siglo despuĂ©s recuerdo la dulce tristeza de la noche navideña, al pensar que pasarĂa un año completo hasta que regresara la Navidad.
El llamado de Mons. Knox para recuperar la inocencia de la Navidad, puede ser más apropiado hoy que cuando lo predicĂł en la BBC la Navidad anterior a mi nacimiento. En aquel tiempo, la cultura occidental tenĂa sus cĂnicos, pero no estaba repleta de cinismo e ironĂa como lo está en la actualidad. Y esos dos indicadores culturales—el cinismo y la ironĂa—son impedimentos enormes para recibir el Evangelio y acoger la amistad con el Señor JesĂşs como el compromiso decisivo de nuestras vidas. La posmodernidad propone el cinismo y la ironĂa como disposiciones de la adultez, señales de madurez que superan la inocencia de la guarderĂa. Sin embargo, la historia completa de la Navidad nos dice que eso no es cierto.
En el recibimiento de MarĂa al ángel Gabriel y su aceptaciĂłn de la invitaciĂłn divina para convertirse en la Theotokos, la “portadora de Dios” o “Madre de Dios”, no existe cinismo o ironĂa. Hubo una pregunta; quizás hubo temor; ciertamente hubo asombro (todos captados en la pintura magnĂfica de Henry Ossawa Tanner, La AnunciaciĂłn, en el Museo de Arte de Filadelfia). Pero no hubo respuesta de un cĂnico (“¿Estás bromeando?”) ni del irĂłnico (“¿QuĂ© hice para merecer esto?”).
No hubo cinismo o ironĂa en la respuesta de los pastores que “vigilaban por turno durante la noche su rebaño” en los campos alrededor de BelĂ©n. AllĂ tambiĂ©n hubo un asombro inocente, un acto implĂcito de fe en los propĂłsitos divinos, aunque misteriosos: “Vayamos, pues, hasta BelĂ©n y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (Lucas 2:8,15).
Uno pudiera esperar cinismo e ironĂa de los Magos, los “sabios” de Oriente. DespuĂ©s de todo, eran intelectuales; el cinismo y la ironĂa son caracterĂsticas de los afiliados al gremio acadĂ©mico. Quizás los Magos no tenĂan titularidad. Sin embargo, aunque fueran instruidos, no encontramos en ellos amargura alguna causada por el tedio del mundo, ninguna pasiĂłn por destruir mitos, ningĂşn relativismo, ningĂşn egocentrismo. En vez, los Magos, primeros gentiles en reconocer lo que el Padre Edward Oakes describiĂł como “la eternidad reducida a la infancia”, buscan, encuentran y van a rendir homenaje—ignorando en el camino los engaños de aquel cĂnico e ironista acĂ©rrimo, Herodes el Grande.
Tampoco parece haber cinismo o ironĂa en san JosĂ©, la figura que se olvida con frecuencia en el cuadro navideño. Podemos imaginarlo como un hombre viril y paternal, un artesano diestro, un esposo enamorado de la esposa de su corazĂłn. Él tambiĂ©n respondiĂł con profunda fe a las instrucciones que muy bien pudieran provocar que otros caigan en la ironĂa, si no en el cinismo absoluto: “JosĂ©, hijo de David, no temas tomar contigo a MarĂa tu mujer porque lo engendrado en ella es del EspĂritu Santo. Dará a luz un hijo, y tĂş le pondrás por nombre JesĂşs, porque Ă©l salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1.20-21); “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allĂ hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle” (Mateo 2:13).
En la Navidad, “regresar a la guarderĂa” no es algo infantil. “Regresar a la guarderĂa” es volver a experimentar la maravilla de Dios que nos busca en la historia.