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Recientemente, se dio a conocer en Gran Bretaña un alarmante escándalo de abuso sexual. El villano es el fenecido sir Jimmy Savile, un célebre (aunque sin talento) disc jockey de la BBC y anfitrión de programas de niños quien durante cuatro décadas, abusó de hasta mil niñas, de acuerdo con investigadores de Scotland Yard, una de las 14 jurisdicciones policíacas que investigan sus crímenes. Sin embargo, el comportamiento demoníaco de Savile, de acuerdo con Mark Steyn, tuvo un espeluznante sentido dado el momento cultural que vivimos:

“… a pesar de ser un solitario despiadado con limitadas destrezas sociales, Savile supo relacionarse con mucha eficacia. Si la celebridad es ser famoso por ser famoso, él lo llevó al siguiente reductio: Fue celebrado por ser celebrado, un amigo de policías y políticos… Hay una fotografía particularmente vergonzosa de los Juegos de Highland en la que el Príncipe de Wales sonríe con deleite al ver que su amigo se acerca. Su Alteza Real viste su falda escocesa, y sir Jimmy una versión tartán de su tradicional chándal. ¿Qué niña de 12 años tambaleando desde el camerino querría enfrentar a un confidente del palacio y de la policía?

“Dondequiera que se encuentre ahora, dudo que el grotesco tirolés se preocupe sobre su revelación. Me parece que era un hombre que vivía principalmente para el sexo—una enorme cantidad de sexo anónimo y aberrante—y llegó a la conclusión muy racional de que la celebridad contemporánea en una cultura infantilizada era el pretexto perfecto…”

Según se intensificaban las investigaciones policiacas sobre este imbécil depredador, surgió otra controversia: ¿qué sabía la BBC sobre el abusador sexual sir Jimmy Savile, y cuándo lo supo? Al testificar ante una comisión investigadora de la Cámara de los Comunes, el actual director general de la BBC dijo lo siguiente sobre una de las antiguas estrellas de su cadena, y sus crímenes:

“Hasta donde sé, el Sr. Savile realizaba sus asquerosas actividades de una manera muy oculta, con gran éxito y destreza. Los expertos en el comportamiento de los pederastas señalan que esto es frecuente… La gente realiza planes a largo plazo que los ponen en contacto con sus objetivos. Parece que es muy difícil lidiar con estas cosas a nivel institucional”.

Ahora, imaginen qué hubiese publicado The New York Times (y cualquier otro periódico en América) en 2002 o desde ese año, si un obispo americano se hubiese expresado de tal manera sobre un abusador sexual en serie en su presbiterado.

Mientras se conocía el caso Savile, por orden de una corte se emitían informes sobre abuso sexual a gran escala en tropas de Niños Escuchas. Esos crímenes, además de la extensa (y muy ignorada) investigación sobre el abuso sexual en las escuelas públicas de los EE.UU., y las desgarradoras historias de niños vendidos como esclavos sexuales alrededor del mundo, ponen en evidencia que el ataque sexual a la juventud es una plaga universal, no un trastorno particular de una profesión o institución. Esa dura realidad de ninguna manera es excusa para la depredación sexual del clero, y los hechos sobre esta plaga tampoco absuelven a los obispos que fueron delincuentes en sus responsabilidad como pastores, o quienes confiaron más en la psicología que en la teología moral al momento de tomar sus decisiones. Pero los hechos—y la manera selectiva en que se tratan en la mayoría de los principales medios de comunicación—indican que las historias que declaran a la Iglesia Católica como una institución excepcionalmente perversa son una mentira; quienes los cometen son ignorantes intolerantes o gente con otras intenciones que no tienen que ver con la protección de la juventud, o ambos.

Sin embargo, la Iglesia debe atenerse a normas más estrictas. Por eso es que el fracaso en dar una explicación pública sobre las depredaciones del Padre Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, es un error grave tanto por parte de la Legión como de la Santa Sede—como lo es el fracaso tanto la Legión como del Vaticano en hacer una pregunta muy difícil: ¿Es obra de Dios la comunidad que fundó Maciel, y que manipuló para facilitar sus crímenes? Nadie puede ni debe dudar que las vocaciones individuales de Legionarios al sacerdocio son dones de Dios; los frutos de esas vocaciones son testimonio de su autenticidad. ¿Pero la propia Legión? Sin duda, una comunidad religiosa y la Santa Sede deben evaluarse a sí mismas y ser más transparentes que la BBC.

Comments from readers

Ms. Neida D. Perez, OP - 12/17/2012 10:12 AM
Very well put.

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