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Feature News | Thursday, August 08, 2019

Fallece el P. Antonio Silió a los 87 años

Conocido como 'Abuelo el cura' es recordado como amoroso 'padre espiritual' en St. Boniface por 18 años

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MIAMI | La feligresa de la parroquia de St. Boniface, en Pembroke Pines, Yomaira Díaz dice que creció “pensando que todos los sacerdotes tenían nietos”.

Es porque, cuando recibió su primera comunión y su confirmación, su párroco era el P. Antonio Silió, quien se había hecho sacerdote después de la muerte de su esposa. Elda, la madre de sus cuatro hijos, murió a los 48 años. Él fue ordenado a los 55.

“Era exactamente como un abuelo. Te decía las cosas bien dichas”, dijo Díaz, que ahora vive en Jacksonville y trabaja para la Diócesis de St. Augustine. “Él entendía ciertas cosas sobre nosotros (los muchachos), porque lo había vivido”.

P.Antonio Silió, nació el 27 de junio de 1932; fue ordenado al sacerdocio el 17 de abril de 1988; falleció el 7 de agosto de 2019.

Fotógrafo: FILE

P.Antonio Silió, nació el 27 de junio de 1932; fue ordenado al sacerdocio el 17 de abril de 1988; falleció el 7 de agosto de 2019.

El P. Silió murió el miércoles 7 de agosto, en Miami, a los 87 años. Nacido en La Habana, Cuba, el 27 de junio de 1932, llevaba 31 años de sacerdocio, incluyendo 18 como párroco de St. Boniface.

“Todos tenemos buenas memorias del P. Antonio. Daba abrazos bien buenos”, dijo Díaz.

Un largo perfil publicado en 1990 en The Miami Herald mencionaba que sus nietos lo llamaban “Abuelo el Cura”. Una antigua feligresa comparte ese sentimiento.

“Era como un papá, el padre espiritual”, dijo Patricia Escovar, feligresa de St. Boniface durante los últimos 22 años. El P. Silió fue su director espiritual, y también el de su esposo, el Dr. Yavir Escovar, del cual también fue paciente por muchos años.

Hablando por los demás feligreses, Patricia Escovar dijo que el P. Silió “tocó el corazón de cada uno de nosotros y fundó los cimientos para que la Iglesia continuara como lo está haciendo”.

Dijo que el P. Silió frecuentemente decía que había ejercido dos ministerios en su vida: el ministerio del sacerdocio y el ministerio de su matrimonio. “Él tenía tanto amor en su corazón, y reflexionó un tiempo (después que enviudó) y dijo: ‘Voy a dar ese amor a una comunidad’”, dijo Escovar.

En el perfil del Miami Herald, el P. Silió explicó su decisión de esta manera: “Cuando falleció mi esposa, estaba perdido. No sabía qué hacer conmigo mismo. Me sentía tan solo. Tenía este amor por dentro que ardía en mi corazón. Tenía que darle este amor a alguien. En vez de dárselo a otra mujer, me sentí obligado a dárselo a todo el mundo como sacerdote”.

Su decisión tomó por sorpresa a sus hijos, ya crecidos. Pero Antonio Silió ya había pensado en la vida religiosa a los 14 años en su Cuba natal, inspirado por los Hermanos Maristas que le enseñaban en La Habana. Su padre le dijo que esperara, por lo menos hasta cumplir los 18 años.

“Pero entonces descubrí a las chicas”, el P. Silió le dijo al Herald. “De pronto, la vida se hizo muy interesante. Bailaba e iba a todas las fiestas. Conducía. Hablaba mucho. Las chicas me llamaban. Se podría decir que tenía mucho éxito”.

Siguió sus estudios, graduándose con títulos en leyes y negocios en la Universidad de La Habana. Se casó y consiguió un trabajo con Esso Oil, ascendiendo rápidamente en la compañía. Cuando Fidel Castro llegó al poder, se le opuso activamente y lo encarcelaron. Gracias a conexiones familiares, lo soltaron, y llegó a Miami en diciembre de 1960 con su esposa y sus tres hijos pequeños; el cuarto nacería en Miami.

Los primeros años de exilio fueron difíciles —“Sé lo que es la pobreza”, le dijo al Herald, pero pronto ascendió en compañías de construcción en Miami, y su situación económica mejoró. Compraba relojes Rolex y automóviles de Mercedes Benz, tenía una casa con piscina en Kendall, y disfrutaba de buenas comidas y mejores vinos.

Pero siempre se mantuvo involucrado en la Iglesia. Poco después de llegar a Miami, participó en los Cursillos de Cristiandad, donde trabajó por muchos años junto a Mons. Agustín Román. Al final de la década de los 60, hizo misión con los trabajadores agrícolas en Fort Myers. Formó parte del Movimiento Familiar Cristiano y de los Encuentros Conyugales. Coordinaba la evangelización y les daba charlas sobre los sacramentos a los jóvenes de su parroquia, St. Robert Bellarmine. Llegó a ser Caballero de Colón de cuarto grado.

“Él era la última persona. Él nunca, para él nada”, dijo su hija, Ana Ortiz. “Todo era para nosotros, sus hijos, sus nietos, todo el mundo. Él era la última carta de la baraja, porque él no tenía ninguna necesidad, nada más que el amor de todo el mundo”.

El P. Silió estudió para el sacerdocio en España, y fue ordenado el 17 de abril de 1988 en Murcia, para la Diócesis de Cartagena. Inmediatamente después, enseñó religión y moral en una escuela de Murcia, a la vez que ejercía como capellán en un hospital.

Regresó a Miami en octubre de 1989 y fue nombrado vicario parroquial en San Isidro, en Pompano Beach. Fue incardinado como sacerdote de la Arquidiócesis de Miami el 5 de marzo de 1991. En junio de 1992 fue nombrado administrador de St. Joachim al sur del condado Miami-Dade; se convirtió en párroco en septiembre de 1993. En febrero de 1995 fue nombrado párroco de St. Boniface, donde permaneció hasta retirarse en junio de 2013.

Le sobreviven tres de sus cuatro hijos: su hija Ana Ortiz y sus hijos Antonio y Francisco Silió; siete nietos, tres bisnietos y uno más en camino; y una hermana, Marta Bader. Su hija mayor, Elda, murió en 1999.

Los servicios fúnebres tuvieron lugar en St. Boniface el 12 y el 13 de agosto, y la Misa fúnebre fue presidida por el Arzobispo de Miami, Mons. Thomas Wenski. Sus restos fueron enterrados en la sección de sacerdotes del cementerio Our Lady of Mercy, en El Doral.


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