By Maria Eugenia Biord - La Voz Catolica
Photography: ROCIO GRANADOS | FC
REDLANDS | Después de 23 años las Madres Carmelitas Descalzas lograron cumplir su sueño: construir su propio monasterio. Ese día tan esperado llegó el 10 de octubre de 2024, cuando el Arzobispo Thomas Wenski consagró la capilla de su monasterio de la Santísima Trinidad en Redlands, Homestead.
Las Madres de la orden de las Carmelitas Descalzas son la única orden contemplativa en la Arquidiócesis de Miami. “Es, queridas Hermanas Carmelitas, una gracia y una bendición contar con su presencia silenciosa y orante, en el mismo corazón de nuestra Arquidiócesis de Miami, y de manera particular por la vida religiosa contemplativa que ustedes encarnan, siguiendo la huella y el carisma de Santa Teresa de Ávila”, dijo el Arzobispo Wenski durante su homilía.
El Arzobispo Wenski consagró el altar con el Sagrado Crisma e incienso y los Obispos concelebrantes —Enrique Delgado, Auxiliar de Miami, y Eloy Ricardo Domínguez Martínez, Auxiliar de La Habana— consagraron las paredes de la capilla con crisma. También participaron en la consagración Fernando Isern, Obispo retirado de Pueblo (Colorado), y varios sacerdotes arquidiocesanos.
En el Ara del Altar se incrustó la reliquia de Santa María Goretti (1890-1902), una joven mártir italiana, que fue donada por el P. Jaime Acevedo, párroco de la iglesia St. Mark, en Southwest Ranches.
La capilla está dividida en dos secciones. Un espacio para las religiosas de clausura y otra para la feligresía. El altar de mármol con el escudo de la orden se encuentra del lado de las religiosas, con un Cristo en la Cruz sobre una pared de piedra blanca. A la derecha esta la Virgen del Monte Carmelo, y a los costados, las imágenes de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila.
Las bancas y el mobiliario de madera fueron donaciones de la orden de las Carmelitas de México.
“Hoy es un día de agradecimiento”, dijo la M. Blanca Flor, superiora de la orden en Miami. “Es el milagro patente” porque, como recordó Monseñor Wenski después de “muchas demoras y complicaciones”, finalmente llegó el día en el que “el Señor lo hizo posible”, agregó.
“Es un sueño hecho realidad. Hoy es un día de alegría, porque ya está establecida la comunidad en el Monasterio”, dijo, desbordante de gozo, la Madre Berkys María.
María Mercedes Escobar, presidenta de la Orden de los Seglares de los Carmelitas Descalzados en Miami, afirmó que “fue una ceremonia muy especial. Colaboro con esta obra por varios años y es emocionante poder compartir este momento”, dijo.
“Algo me decía en mi corazón que yo tenía que ayudar para que esto se llevara a cabo”, relató Ingrid Feijoo, quien, como parte de una promesa, contribuyó financieramente. Manifestó que siempre se sintió atraída por “el sacrificio que ellas hacen para orar por cada uno de nosotros”.
“Fue una trayectoria larguísima, pero el Señor lo fue dando todo”, dijo Muñeca Fuentes, colaboradora de las religiosas.
CUMPLIERON SU SUEÑO A TRAVÉS DE UN SUEÑO
Las Madres de la orden de las Carmelitas Descalzas lograron cumplir su sueño, a través de un sueño.
En el 2001 llegaron a Miami ocho religiosas de Querétaro, México, con las que se fundó la orden, por petición del entonces Arzobispo de Miami, John Favalora.
“Su deseo era establecer una comunidad de vida contemplativa que pudiera rezar por las familias y especialmente por los sacerdotes de la Arquidiócesis”, dijo la M. Teresa López, quien fue la superiora de la comunidad en ese entonces.
Con el tiempo se integraron a la comunidad religiosas de otras nacionalidades como Colombia, Nicaragua y Cuba, y ahora son doce religiosas y dos postulantes.
A su llegada, vivieron en una casa de la parroquia St. Thomas the Apostle, en Miami. Poco después trasladaron su convento a una propiedad de la parroquia Immaculate Conception, en Hialeah. Allí hizo la profesión la primera vocación de Miami, Ana Carolina del Corazón Misericordioso.
En el 2009 encontraron un terreno en Homestead. Parecía el lugar adecuado, pero temían que la lejanía pudiera dificultar la celebración diaria de la Misa. Dios envió la señal. “Un día, llegaron a nuestra puerta ocho jóvenes con inquietudes religiosas. ¡Venían de Homestead!”, contó la Madre Blanca Flor.
En el 2010, con el aporte de otros monasterios de la orden, de la Arquidiócesis y de donantes, compraron el terreno de cinco acres en Homestead.
Un año después, en septiembre de 2011, se bendijo la primera piedra.
Conseguir los fondos para la siguiente fase era el nuevo reto. “Le rogamos mucho a nuestro Señor y a San Juan Pablo II”, relató la M. Blanca Flor.
La construcción del monasterio comenzó en el 2014, pero se necesitaba dinero: tenían que recaudar fondos.
Una mañana, en un sueño la M. Angélica contó que “el Señor le decía que la solución para el monasterio estaba en su mesita de noche”, dijo la M. Blanca Flor. Y al buscar encontraron la receta de la granola. Sin pensarlo mucho, las religiosas iniciaron el proyecto para la elaboración y venta de la granola.
La venta de la granola y otros dulces que ellas mismas preparan, además de artículos religiosos, las llevó a recorrer varias parroquias de Miami.
“La granola fue el pretexto” para una peregrinación enriquecedora, según la M. Blanca Flor. “Nos permitió acercarnos a la misión y al ministerio del sacerdote”. Palparon el trabajo diario. Se tejió un vínculo significativo: “ellos en su apostolado y nosotras en la oración”, afirmó.
Recibieron generosos donativos de la Arquidiócesis de Miami, de sacerdotes, una donación post morten de Mons. Tomás Marín, de benefactores y hasta de un desconocido que dejaba “latas de sodas llenas de centavos en el buzón en la casita de Haileah”, recordó Fuentes. “Es la Divina Providencia que no nos desampara”, acotó la M. Blanca Flor.
La construcción continuó lentamente hasta que, en los últimos años, el arquitecto Carlos Flores se hizo cargo de la obra. “Ellas estaban en un momento difícil y yo ayudé”, dijo Flores. Se siente complacido por haber ayudado a completar con éxito el proyecto. Destacó que desde el primer día se sintió “acogido por las hermanas y ahora me siento más cerca de Dios”.
Los problemas no faltaron, recordó la M. Blanca Flor. Después de la pandemia de coronavirus en el 2020, dejaron la venta de la granola, porque “el Señor nos dijo ocúpense de mí, que yo me ocuparé de ustedes”, y desde entonces “no nos ha faltado nada y Nuestro Señor nos manifestó su deseo de ser honrado en su Santa Faz”. Las oraciones rindieron frutos, porque el año pasado “logramos la habitabilidad”, dijo.
La vida en el claustro comienza temprano, con la Eucaristía diaria, las oraciones comunitarias, los oficios asignados y las meditaciones individuales, dijo la M. Berkys. “Hacemos escapularios, para sustentarnos; tenemos la distribución de hostias en la Arquidiócesis; la gente nos trae verduras y tenemos un huerto”, explicó la M. Teresa.
La comunidad las acogió con beneplácito y el P. Robes Charles, párroco de Sacred Heart, en Homestead, celebra la Misa dominical, a las 10 de la mañana, en español, abierta al público.
El monasterio cuenta con habitaciones para 26 religiosas, un oratorio para las novicias que están en formación y una ermita, donde “una vez al mes se retira una hermana a orar”, dijo la M. Blanca Flor.
Después de habitar el monasterio por un año, todavía hay arreglos pendientes. “Necesitamos protegernos contra los huracanes e inundaciones”, dijo la M. Blanca Flor. También se necesita reparar el techo y “los presupuestos están fuera de nuestras posibilidades, pero no de las de Dios”, agregó.
Por eso siguen necesitando donaciones y ayudas.
Han planificado dos exposiciones, una de Navidad y otra de la Santa Faz, para recaudar fondos. “Además de recaudar fondos, queremos que se le dé más culto al Señor”, subrayó la M. Blanca Flor. Como el Arzobispo Wenski lo dejó claro en su homilía, “como la misma Santa Teresa de Ávila dice: Que nada te turbe… Solo Dios basta”.
“Nuestra misión es ser esa lamparita prendida y hablarle continuamente al Señor para tocar su corazón y pedir misericordia”, resumió la M. Teresa, quien está próxima a cumplir 55 años de vida religiosa.
PARA DONAR:
Discalced Carmelite Nuns,
- Puede llamar al: 305-558-7122
- Enviarlas a la siguiente dirección:
Holy Trinity Monastery
29190 SW 209th Ave,
Homestead, FL 33030.
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