By Communications Department - Archdiocese of Miami
En Evangelii Gaudium (“La alegría del Evangelio”), el Papa Francisco dijo: “Prefiero una Iglesia magullada, herida y sucia porque ha salido a la calle, que una Iglesia malsana por estar recluida y por aferrarse a su propia seguridad”. Consideró a la Iglesia como un “hospital de campaña” llamado a atender a los heridos en los campos de batalla de la vida, ofreciendo su medicina de misericordia a todos.
La Iglesia, insistió el Papa Francisco, no sólo debe enseñar, sino actuar, abrazar a los que están en la periferia y llevar la luz de Cristo a los rincones más oscuros de la sociedad. Su primera visita fuera de Roma, poco después de su elección como Papa, fue a los náufragos africanos abandonados en la pequeña isla italiana de Lampedusa. Y nunca se cansó de defender a los emigrantes desplazados o de abrazar a los marginados o excluidos, ya fuera en una audiencia papal en la Plaza de San Pedro o en una cárcel.
Su legado se definirá por una serie de “primicias”: el primer Papa jesuita, el primer Papa de las Américas, el primer Papa que se dirige a una sesión conjunta del Congreso de los Estados Unidos, el primer Papa que nombra a mujeres para altos cargos de la curia romana, antes ocupados sólo por prelados varones.
Vivimos, dijo, no en una era de cambio, sino en el cambio de una era. Como los escándalos habían minado la confianza de la gente en las instituciones de la sociedad, ya fueran políticas, académicas, económicas o religiosas, desafió las “normas” institucionales de la corte papal: llevaba su propia valija, se negó a que le llevaran en limusina y evitó los símbolos de pompa y solemnidad, no viviendo en el Palacio Apostólico sino en una habitación del “hotel” del Vaticano. De este modo, inspiró a muchos a dar una segunda mirada a la Iglesia. Y quizá fue más apreciado por los de fuera que por los de dentro.
Sin embargo, su pontificado continuó los de sus predecesores. Si Benedicto XVI fue el “Papa verde”, como le llamaron los medios de comunicación, por instalar paneles solares en los tejados de El Vaticano, Francisco puede presumir de ser el “Papa más verde” por su histórica encíclica sobre el cuidado de la creación, Laudato Si.
Como joven jesuita, mientras estudiaba en Alemania, conoció una devoción mariana bávara representada por una pintura barroca de María como la Desatadora de Nudos. El concepto de María desatando nudos procede de una obra de San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses (“Contra las herejías”). En el libro III, capítulo 22, San Ireneo presenta un paralelismo entre Eva y María, describiendo cómo “... el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María. Porque lo que la virgen Eva había atado por incredulidad, así lo liberó la Virgen María por la fe.
”El entonces Padre Bergoglio introdujo esta devoción en Argentina, desde donde se ha extendido en popularidad por todo el continente americano.
El Papa Francisco comprendió los muchos nudos que nos atan en el mundo de hoy a causa de nuestra “cultura del descarte” y la “globalización de la indiferencia”.
Un bajorrelieve de mármol montado sobre las puertas de la galería de la Cámara de Representantes del Capitolio de Estados Unidos representa a Moisés. Refiriéndose a esta icónica imagen al dirigirse a la sesión conjunta, el Papa Francisco dijo: “La figura de Moisés nos conduce directamente a Dios y, por tanto, a la dignidad trascendente del ser humano. Moisés nos ofrece una buena síntesis de su trabajo: se les pide que protejan, por medio de la ley, la imagen y semejanza plasmada por Dios en cada rostro humano”.
El Papa Francisco deja este mundo como “peregrino de la esperanza”. “Que coros de ángeles te acojan y te conduzcan al seno de Abraham; y donde Lázaro ya no es pobre, encuentres el descanso eterno”. Y que María, Madre de la Iglesia y desatadora de nudos, nos libere mediante la fe.