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Hace 27 años el santo Papa Juan Pablo II tuvo la feliz iniciativa de dedicar el 11 de febrero, memoria litúrgica de la Santísima Virgen María de Lourdes, a orar por los enfermos y a procurarles la mejor asistencia posible. Tanto él como sus sucesores han realzado las efemérides asignándole un lema a cada jornada. El Papa Francisco motiva la jornada 2019con la frase evangélica, “Gratis habéis recibido; dad gratis” (Mt 10,8).

Enfermedad y salud incumben a todo ser humano. Las fronteras entre sanos y enfermos no pueden ser más porosas: El que está saludable hoy, amanece enfermo mañana; y el que se siente enfermo un día puede recuperarse poco después. Durante nuestra peregrinación terrena experimentamos esa alternancia entre salud y enfermedad, hasta el día en que llegue la última enfermedad, la que no se cura, la que nos abre la puerta de la muerte hacia el más allá.

Mientras estemos en vía durante nuestra vida temporal caeremos enfermos con mayor o menor frecuencia. Llegarán horas de ejercitar la paciencia mientras esperamos que actúen los remedios terapéuticos para sanar. Nunca debemos desesperar, como quienes llegan a coquetear con la idea del suicidio diciendo que se trata de disponer de la propia vida. Los que así piensan olvidan que la vida es un don, no algo que hayamos adquirido. Como dice el Papa Francisco, “la existencia no se puede considerar una mera posesión o una propiedad privada”; y se apoya en una radical pregunta paulina: “¿Tienes algo que no hayas recibido?” (1Cor 4,7). Además de paciencia, el enfermo también necesita humildad para reconocerse necesitado de ayuda, y aceptarla agradecido.

Cuando nos encontremos saludables tendremos abundante oportunidad de mostrar solidaridad misericordiosa hacia los que sufren la prueba de la enfermedad. Nunca se ha de mirar al enfermo como un “caso”, sino como la persona que es.

El Papa Francisco aplaude “las conquistas de la medicina y de la biotecnología”. Pero los enfermos necesitan algo más que tecnología médica para el cuerpo. Necesitan salud integral, pues la enfermedad afecta también al paciente en su dimensión psicológica y espiritual; necesita sentirse amado y acompañado. Tanto el personal médico profesional como los voluntarios y los familiares de los pacientes tienen la misión de hacer que éstos se sientan queridos en medio de su crisis de salud. La Iglesia, por su parte, facilita capellanes para hospitales y asilos. En algunos centros de salud hay excelente equipo pastoral compuesto por sacerdotes, diáconos y ministros de la Comunión. Esos agentes de pastoral no sólo atienden a los enfermos, sino también a sus familiares, con frecuencia muy preocupados.

Este 11 de febrero de 2019 se celebrará la jornada mundial del enfermo con especial solemnidad en la ciudad india de Calcuta. Esa populosa urbe fue testigo de la caridad heroica de la Santa Madre Teresa de Calcuta. En 1946 ella sintió la vocación de dedicarse a servir a los más pobres entre los pobres. Ella, sola al comienzo, atendía a los enfermos que agonizaban en las calles sin discriminar a nadie por su raza o religión. Sólo miraba en todo enfermo al prójimo necesitado de ayuda. Según el Papa Francisco, la Santa Madre Teresa sólo tenía un criterio de acción, “al amor gratuito a todos”. Con quienes compartieron su carisma fundó las Misioneras de la Caridad en 1950.

Nadie ignora que el cuidado de la salud implica gastos; muchas personas viven de los servicios médicos, y deben ser bien remuneradas. Sin embargo, el lucro no puede ser la motivación principal en el campo de la medicina. El Papa Francisco alerta contra la lógica del “beneficio a toda costa”. No se puede mirar al paciente como simple fuente de ganancia. Las estructuras sanitarias deben procurar los medios necesarios para brindar atención también a quienes carecen de recursos económicos, incluyendo a los desamparados que deambulan por las calles.

Y finalmente, otra tentación a superar es la de acelerar la muerte de los enfermos mediante la llamada “eutanasia”. Hoy la ciencia médica ha avanzado mucho en lograr paliar los dolores de los enfermos llamados terminales o desahuciados; no hay excusa para matar al paciente para que no siga sufriendo. Además, muchos enfermos le ven sentido co-redentor a sus sufrimientos, y prefieren irse de este mundo sólo cuando Dios los llame.

Aprovechemos la jornada del 11 de febrero para rezarle a la Virgen María, Salud de los Enfermos. Que ella nos inspire respeto y amor a toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural.   

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