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La palabra cuarentena se define como un aislamiento estricto para prevenir la expansión de la enfermedad. Durante la Peste Negra de los años 1300s, barcos que entraban al puerto estaban marcados con una bandera especial de color amarillo y negro, y los mantenían aislados antes de permitir que desembarcaran su carga y sus pasajeros.

A lo largo de los siglos, se mantenían en cuarentena a muchas personas sospechadas de tener fiebre amarilla, difteria, viruela y cólera. Más recientemente, las personas con SARS, la gripe aviar y la gripe porcina han tenido que soportar un aislamiento forzado.    

La duración de la cuarentena dependía del tipo de enfermedad. La imposición de una cuarentena de nueve días ayudó a acabar con la pandémica de la influenza en 1918 que mató a más personas que la Primera Guerra Mundial. Del brote más reciente hemos aprendido que individuos potencialmente afectados con el virus de Ébola deben ser monitoreados por 21 días.

Durante los 40 días de la Cuaresma, también estamos en cuarentena. Estamos en autoobservación por una enfermedad que estraga nuestro bienestar espiritual y podría resultar en muerte espiritual.

 

¿Por qué 40?

La duración de los 40 días de la Cuaresma refleja otros tiempos de juicio, pruebas y dificultades que se encuentran en la Escrituras:

  • La historia de Noé habla sobre lluvias que caen sobre la tierra durante 40 días y 40 noches.
  • Moisés y Elías ambos ayunaron durante 40 días antes de comenzar sus misiones.
  • Los hebreos anduvieron en el desierto por 40 años después de irse de Egipto.
  • Les tomó a los espías 40 días para investigar la tierra prometida y regresar con frutas.
  • Goliat se pasó 40 días burlándose del ejército Israelita en las mañanas y en las tardes.
  • Jonás les advirtió a los ninivitas que tenían 40 días hasta que Dios derribase la ciudad.
  • Jesús ayunó y oró en el desierto durante 40 días antes de comenzar su ministerio.

En la historia de la Iglesia, penitentes — normalmente culpables de escándalos públicos como asesinato o adulterio — eran expulsados temporalmente durante el tiempo completo de la Cuaresma a imitación de cuando Dios expulsó a Adán y Eva. Los enviaban con la advertencia “Recuerda, polvo eres y a polvo volverás”. Vivían aislados de sus familias, amistades y feligreses por 40 días.

Esta separación temporal es lo que nos dio la palabra cuarentena, de origen latín para el número 40 y que aún se puede escuchar en la palabra española para 40 y cuaresma. Entonces, mientras dura la Cuaresma, todos estamos, por decirlo así, en cuarentena. 

 

La enfermedad

Nuestra enfermedad nos pone en contra del amor de Dios y aleja nuestros corazones de Él. Nuestra enfermedad es el pecado que se manifiesta en distintas maneras. San Pablo provee esta lista:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lujuria, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, divisiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas. En cuanto a esto, os advierto, como ya os he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”. (Galatas 5:19-21)

El catecismo presenta estas categorías para el pecado:

“Se pueden distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u omisión”. (Catecismo de la Iglesia Católica #1853

 

El diagnóstico

Todos los pecados deben ser evaluados según su gravedad. En las escrituras hebreas, algunos pecados merecían la muerte mientras que otros podían ser expiados por medio de ofrendas. Por eso tenemos pecados veniales y mortales.

Pecados veniales no nos separan de Dios y permiten subsistir la caridad.

Sin embargo, el pecado mortal, “… destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior”. (Catecismo de la Iglesia Católica #1855)

Se le llama pecado mortal por que causa la muerte del espíritu (separación de Dios). El espíritu pierde el estado de gracia que tenía, y si no se arrepiente, resulta en maldición eterna.

Según el catecismo (#1857), tres condiciones deben cumplirse para que un pecado sea mortal. Debe ser:  

  1. un asunto grave
  2. llevado a cabo con plena conciencia de su gravedad
  3. llevado a cabo libremente.


La receta

La cuaresma es una temporada de reflexión y penitencia para prepararnos a celebrar mejor el misterio pascual. Los pasajes de las escrituras que se leen en esta temporada resaltan nuestro deber de resistir la tentación y la necesidad de contrición, arrepentimiento y transformación si es que caemos. La divina misericordia de Dios es un tema principal de la cuaresma que se destaca en la reconciliación.

La cura para el pecado es el arrepentimiento y el sacramento de la confesión. Restaura la gracia bautismal y nos reconcilia con Dios y su iglesia.  

“La confesión sana, la confesión justifica, la confesión proporciona el perdón del pecado, toda esperanza se funda en la confesión; el lugar de la misericordia está en la confesión.” (San Isidoro de Sevilla)

“La confesión es un acto de honestidad y coraje – un acto de confiar, más allá del pecado, en la piedad de un Dios amoroso y misericordioso.” (Papa Juan Pablo II)

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