El amor en el tiempo del corona
Monday, March 23, 2020
Angelique Ruhi-Lopez
Esta no fue la Cuaresma que esperaba. Empecé con dejar el azúcar como una manera de volverme más hacia Cristo, pero Él me está pidiendo que deje mucho más que el azúcar. Me pide que deje mis planes, mi egoísmo, mi control, y que todo se lo entregue a Él. Me llama a renunciar a todo esto para poder amar más a los demás.
Debido a la pandemia del coronavirus, nuestras vidas se trastornaron en cuestión de días (sí, sólo han sido días, aunque sé que parece como mucho más). Mi esposo está trabajando desde la casa por tiempo indefinido. Mis hijos ahora estudian en el hogar (¡nunca se puede decir que jamás!). Me traslado de un lado a otro, entre la oficina y nuestra casa (por ahora), mientras nuestro pequeño duerme la siesta.
¿Clase de arte? Cancelada. ¿Práctica de baloncesto? Cancelada. ¿Concurso de talentos en la escuela? Cancelado. ¿Nuestro viaje de vacaciones de primavera? Cancelado. ¿La misa con la comunidad? Cancelada. Y aunque esta última es, sin duda, la más difícil, debo recordar que la vida misma no ha sido cancelada. Simplemente ha cambiado.
Se me exige física, emocional y espiritualmente. Y a pesar de mis miedos y recelos y las desafortunadas circunstancias, que se me exija más de lo que me ofrece comodidad es algo positivo.
En algunos aspectos, ¿no es esto lo que he querido? Reducir el ritmo; salir de la rueda del hámster. Renunciar a mi "trabajo" como conductora de Uber sin sueldo que lleva a mis hijos de un lado a otro, para poder organizar mi hogar y simplemente SER; para disfrutar de la compañía de los demás, y tener una fe y una vida familiar más ricas. Pues sí, pero no bajo estas circunstancias.
La realidad es que, estadísticamente, alguien que conocemos puede enfermarse, y tendremos que lidiar con eso cuando ocurra (¡uf!). Podrá ser algo leve o no. A ninguno de nosotros se nos ha prometido el mañana. No sabemos ni el día ni la hora.
La pregunta es: ¿cómo será la vida cuando todo esto termine? ¿Perderemos familiares o amigos a causa de esto? ¿Perderemos nuestra cordura mientras vivimos nuestra nueva realidad al estilo de la Isla de Gilligan? ¿Perderemos nuestros trabajos mientras navegamos por esta economía tempestuosa? ¿Qué perderemos? En realidad, no sé la respuesta a estas preguntas porque tanto queda en las manos mucho más capaces de Dios.
Tal vez, es mejor preguntar: ¿qué ganaremos? Eso está mucho más dentro de mi control. Puedo ganar una nueva perspectiva, una nueva apreciación de la vida, de la familia; de Jesús presente en la Eucaristía y en los sacramentos (y por supuesto, del papel higiénico). Puedo ganar la habilidad de sonreír y reír; de mostrar a mis hijos el rostro de Cristo, aun cuando me siento frustrada, asustada e insegura. Puedo ganar un espíritu de generosidad para dar con más libertad a quienes tienen menos. Puedo ganar una vida de fe más activa, a medida que me vuelvo más intencional sobre el rezar y confiar en el Único que nos puede ayudar a superar esto. Y puedo ganar la capacidad de amar con más libertad, sin reservas, sin complejos, como lo hizo Cristo.
Se nos está llamando a renunciar a tanto en esta Cuaresma. Pero es mucho más lo que podemos ganar.
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