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Pregunten en un salón lleno de gente si quieren convertirse en santos, y solo unos pocos levantarán sus manos.

Créanme, he realizado ese experimento en un par de ocasiones durante las charlas que he presentado. La gente piensa que ser santo significa que se debe ser perfecto aquí en la tierra, y en la mente de algunas personas eso equivale a no tener diversión.

Eso, por supuesto, es una visión errónea de lo que significa ser santo. Quizás conocemos los nombres de algunos santos en el cielo y recurrimos a ellos como nuestros amigos celestiales, pero todos estamos llamados a ser santos, todos estamos llamados a compartir la gloria eterna de Cristo en el cielo.

Aunque estoy consciente de que, en realidad, mi hogar es el cielo, a menudo vivo muy enraizada en esta tierra, apegada a mis posesiones mundanas y mis pensamientos y temores muy humanos. Sin embargo, unas experiencias recientes me recordaron mi necesidad de fijar los ojos en nuestro destino final y eterno.

Hace tres años, en octubre, dos de mis abuelos fallecieron con tres días de diferencia. Fue un momento difícil, pero por fortuna, la gracia de Dios ha ayudado a toda nuestra familia a sanar en el proceso de duelo. Aun así, cada octubre, esos pocos días en los que recordamos su muerte pueden ser agridulces.

Este año, Dios me demostró que nuestros seres queridos — que esperamos que sean miembros de la Comunión de los Santos — todavía siguen unidos a nosotros en espíritu y en la oración.

Mi abuela, a quien quise mucho, se expresaba con muchos refranes culturales divertidos y pintorescos. Cuando se despedía después de visitar nuestro hogar, uno de sus favoritos era: “Me voy con mi música a otra parte”. Eso no significa nada en inglés, pero en español es una manera alegre de decir adiós.

Sé que mi abuela no acuñó esa frase, pero yo no había vuelto a escuchar la expresión desde que ella falleció. Pasados más de tres años, y en los días en que se conmemoraba el aniversario de su fallecimiento, está de más decir que sonreí y lloré a la misma vez cuando escuché a un cliente decirlo en el trabajo. De repente, me di cuenta del significado simbólico de esas palabras: ella realmente se había ido con su música a otra parte, con esa hermosa melodía que trajo a nuestras vidas. Y como nos enseña nuestra esperanza cristiana, se fue a un lugar mejor, donde se unió a todos los coros de los ángeles que alaban a Dios por toda la eternidad.

Unos pocos días más tarde, cuando la escuela de mi niño en edad preescolar celebraba la Herencia Hispana, nos sorprendió (y nos causó nerviosismo) saber que nuestro hijo actuaría en una obra teatral sobre Cristóbal Colón. ¿Su papel? El miembro de la tripulación que avistó tierra por primera vez desde uno de los barcos de Colón.

Lo curioso de esto es que me crié escuchando las historias de mi abuelo sobre cómo nuestra familia descendía de ese mismo hombre, un marinero en una de las naves de Colón que fue el primero en avistar la tierra – aunque teníamos dudas sobre la veracidad de esa historia.

Mi hijo de 4 años se trepó con orgullo sobre una mesa de picnic en su escuela, agarró su periscopio improvisado, miró hacia el horizonte y gritó: “¡Tierra a la vista!” Yo no podía dejar de reír con los ojos llenos de lágrimas, no solo al recordar la historia de mi abuelo — que pudo o no haber sido un cuento — sino también el hecho de que hay una nueva tierra a la vista más allá de la que podemos ver aquí, una que esperamos y rogamos que mis abuelos y todos nuestros amados difuntos están habitando en este mismo momento.

Últimamente, he estado luchando con el aquí y ahora. Nada importante… solo algunas de las pruebas muy humanas y adversidades que son parte de la vida a este lado del cielo. Pero estas oportunas “Cristo-incidencias” me recordaron que continuamente se nos señala hacia el cielo, nuestro hogar definitivo.

Como nos dice 2 Corintios 4,16-18: “Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las cosas visibles son pasajeras, mas las invisibles son eternas”.

Desear convertirse en santo significa querer vivir con Cristo para siempre en el cielo (y seamos sinceros, la realidad es que no queremos la alternativa). Todos estamos llamados a unirnos en la Comunión de los Santos que oran por nosotros y esperan por nosotros, justo al otro lado de esta tierra temporal, donde se reproduce la música en nuestra verdadera Tierra Prometida.

Y ustedes, ¿qué piensan? ¿Quieren ser santos?

   

Comments from readers

Vera - 11/02/2017 02:50 PM
Thank you for such a beautiful story time can't erase these words of wisdom given to us by our love one .The best we can do is to remember them and pass them on. to our friends, family or perfect strangers Just like the Apostles and the Saints has done.
gary - 10/31/2017 11:11 AM
Very nice and well written. Your experiences are similar to some things I saw after my parents had passed. It was nice in those times of sadness and grief, that there was a visible reminder that though gone from this earth, they were still with me in spirit.
Mary Ann - 10/31/2017 10:15 AM
Thanks, Angelique. So beautifully stated!
james - 10/30/2017 06:28 PM
Dear Angelique Ruhi-Lopez and beloved faithful, It is with God's Grace that everyday we are allowed to breath air. What an amazing gift this life is, irregardless of it's trials and tribulations. Especially the blessed life that we enjoy here in the United States of America. Thank you for the article. XieXie (translated from Mandarin: thank you)

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