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Confío que a los editores de Commonweal no les causará malestar si confieso haber aplaudido un artículo reciente que publicaron: “Quit Trying to ‘Fix’ Baseball” (Dejen de intentar ‘arreglar’ el béisbol). Ahí, el profesor Gregory Hillis, de Bellarmine College, enfrentó a los esfuerzos del comisionado de Grandes Ligas, Rob Manfred, para atraer a los “millennials” – criaturas de esa laguna profunda conocida como “redes sociales” – al acelerar el pasatiempo. El profesor Hillis le cantó “foul” a esa pelota, y estoy efusivamente de acuerdo.

El béisbol es un anticipo del Reino de Dios precisamente porque no funciona con la hora del reloj, como el fútbol, el balompié, el ​​baloncesto, el lacrosse y el hockey. Un juego de béisbol puede, en teoría, ser eterno. Por eso, entrar en el tiempo que trasciende el tiempo de un juego de pelota, es experimentar un poco de lo que nos espera en lo que el Libro del Apocalipsis llama el banquete de bodas del Cordero: un presente eterno.

Como señala el profesor Hillis, los estadounidenses, que viven en rodajas de fracciones cada vez más finas de tiempo, necesitan un descanso de todo eso. Y manipular la estructura sagrada del béisbol con el fin de apaciguar a una generación marcada por déficits de atención, es una concesión que no debería hacerse; es precisamente por el bien de los adictos a la gratificación instantánea, la comunicación instantánea, y la vinculación instantánea a quien sea, donde sea, sobre cualquier cosa. El béisbol lentifica a una generación que necesita desesperadamente una sensación de reposo.

Hasta ahora, el trasteo del comisionado Manfred no ha causado daños irreparables, aunque me opongo enérgicamente al dispositivo tonto que, por presunción, ahorra tiempo al señalar una caminata intencional en lugar de hacer de manera deliberada cuatro lanzamientos consecutivos fuera de la zona de strike. Previo a este lapso en el subjetivismo, el béisbol era un juego fundamentalmente objetivo: un turno en el béisbol no terminaba hasta que, bueno, no se completaba: el bateador de jonrones debía tocar todas las bases; al receptor que se le cae el tercer strike debe completar la jugada lanzando la pelota a la primera base para sacar al bateador. Esta insistencia en que se completara el turno enseñó algo importante, de manera analógica, sobre el enraizamiento de la vida moral en la realidad. Eso ahora se encuentra en peligro, y las cosas podrían empeorar si las Grandes Ligas adoptan estrategias gnósticas como comenzar entradas adicionales dándole un hombre en la segunda base al equipo que batea.

El profesor Hillis resume cuidadosamente su acusación y su preocupación: “Tal vez se debe pensar más en la idea de que ... el problema de popularidad del béisbol no es consecuencia de un juego defectuoso, sino de una sociedad cuya capacidad para disfrutar del ocio del béisbol se ha atrofiado”. Tal vez el béisbol debería ofrecer a los jóvenes lo que necesitan, que es una experiencia de verdadero ocio, y no lo que piensan que quieren: otra emoción instantánea.

Y eso nos lleva por una ruta indirecta al próximo Sínodo de los Obispos sobre el ministerio juvenil y el discernimiento vocacional. Justo antes de la Pascua, hubo en Roma una sesión para “escuchar”, organizada por el secretariado general del Sínodo, en la que varios cientos de adultos jóvenes (seleccionados con cuidado) dijeron a los funcionarios de alto nivel de la Iglesia lo que les gustaba y lo que no les gustaba del catolicismo. No se abrió un nuevo camino, y el documento final bastante aburrido de la conferencia (que contenía señales reveladoras de haber sido redactado de antemano, y no por los jóvenes) tampoco causó interés. Quizás fue porque toda la actividad estuvo mal planificada.

Me han preguntado docenas de veces por qué Juan Pablo II tuvo tanto arraigo entre los jóvenes. Y mis respuestas son siempre las mismas: su sinceridad transparente y su desafío. Juan Pablo nunca pidió a los jóvenes que aceptaran un desafío que él no hubiera aceptado, ni soportado una carga que él no hubiera soportado. Eso fue palpable, y los jóvenes, que cuentan con muy buenos detectores de tonterías, lo notaron.

Luego estaba el desafío. En muchas variaciones sobre un gran tema, Juan Pablo II dijo a los jóvenes, en efecto: “Nunca se conformen con algo menos que la grandeza espiritual y moral que la gracia de Dios hace posible en su vida. No siempre tendrán éxito. Pero no reduzcan las expectativas. Levántense cuando caigan, sacúdanse el polvo, busquen la reconciliación, y luego intenten de nuevo llevar una vida de virtud heroica. No se conformen con algo menos que eso”.

La respuesta fue tremenda. El Sínodo-2018 debería reflexionar sobre eso. En un mundo que apela a ellos, tal vez los que crearán el futuro humano lo que realmente necesitan es el desafío. Persuasivo, compasivo y misericordioso, sin duda. Pero desafío: el de encontrar en Jesucristo la respuesta a la pregunta que es cada vida humana, y por medio de Él, vivir con nobleza por los demás.  

Comments from readers

Gustavo - 09/17/2018 09:21 PM
For a man (Weigel) who has made a living of worshiping on the alter of the Second Vatican Council, it is precious that he is now concerned about the �tinkering� that might happen during the Synod. Weigel�s work and his Idolatry of the Second Vatican Council and John Paul II are falling apart. The Blessed Mother is exposing this fa�ade for all the faithful to see. When is the Church going to stop groveling to the young? Young people need what we all need to Repent and believe in the Gospel. These Synods (another bitter fruit from the Second Vatican Council) are a sham and need to end. We need to get our house in order ASAP!
victor martell - 09/17/2018 05:44 PM
It seems to me a wonderful article indeed that I did not know your knowledge of baseball

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