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Francisco, el primer papa latinoamericano y el primero en tomar el nombre de San Francisco de Asís, falleció el lunes, 21 de abril de 2025, a los 88 años. El Colegio Cardenalicio se reunirá a partir del 7 de mayo en un cónclave para elegir al próximo Papa.

Esa mañana, el mundo despertó con la noticia de que el Santo Padre había partido a morar con el Señor. Y aunque el momento estuvo marcado por la tristeza, también estuvo envuelto en profundo agradecimiento por un hombre cuyo papado transformó la imaginación espiritual de millones de personas, y que invitó a la Iglesia Católica a mirar hacia afuera con misericordia y humildad.

Desde el principio, el Papa Francisco nos sorprendió. En la primera noche de su papado en 2013, salió en silencio al balcón de la Basílica de San Pedro, pidió a la multitud que rezara por él antes de bendecirla, y habló no como un gobernante, sino como un pastor. Con ello dejó claro que su papado no estaría marcado por el poder ni la grandeza, sino por el servicio y la ternura.

Como primer Papa del hemisferio occidental, primer Papa jesuita y primer Papa que tomó el nombre de Francisco, llevaba consigo las experiencias de un continente marcado por la pobreza y la resiliencia. La suya no era una teología teórica, sino forjada en salas de hospital, barrios, y tras los muros de las cárceles. Una y otra vez nos recordó que la Iglesia no es un museo para santos, sino un hospital de campaña para los heridos.

Francisco nos llamó a ir a las periferias, no porque estuviera de moda, sino porque allí es donde fue Jesús. Desafió a todos los católicos, desde los cardenales hasta los estudiantes universitarios, a que se ensuciaran las manos en la labor de acompañamiento. Nos urgió a ser pastores "con olor a oveja" y a caminar con los demás, no desde arriba, sino a su lado.

En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium, y sus cartas encíclicas Laudato Si' y Fratelli Tutti, ofreció una visión profética para el mundo moderno. Habló de la alegría de la evangelización, de la responsabilidad de cuidar nuestra casa común, y de la necesidad urgente de vernos unos a otros como hermanos y hermanas. Su liderazgo aportó claridad moral a las crisis mundiales, al tiempo que se mantuvo fiel a la tradición de la Iglesia. Nos desafió a no refugiarnos en ideologías, sino a encontrar a cada persona como algo sagrado.

Para los jóvenes en particular, el Papa Francisco era una voz de confianza. Creía en ellos, a veces más que ellos mismos. Durante su viaje apostólico a Río de Janeiro con motivo de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, le dijo a un grupo de jóvenes católicos argentinos: "Espero lío… Quiero lío en las diócesis". Era el Francisco típico: no se trataba de crear caos por el caos, sino de una invitación a despertar la fe desde adentro y vivirla con valentía.

Como capellán de la comunidad católica de la Universidad de Miami, he visto de primera mano los frutos de su papado. Los estudiantes hablan de él con cariño y respeto. Percibieron en él una humanidad que les acerca a Cristo. Le recordó a una nueva generación que la santidad no se trata de la perfección, sino del amor.

¿Su legado? No se medirá solo en documentos o titulares, sino en corazones que vuelven a Dios. En puertas abiertas. En puentes construidos. En heridas sanadas. El Papa Francisco nos mostró cómo es cuando el Evangelio es una experiencia vivida.

Ahora que miramos hacia el futuro y esperamos la elección de un nuevo sucesor de Pedro, lo hacemos con esperanza. No es una esperanza pasiva, sino la que vivió Francisco: una esperanza nacida de la confianza en la misericordia de Dios y de la fe inquebrantable en que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, todavía tiene mucho que ofrecer al mundo.

Descansa en paz, Papa Francisco. Nos enseñaste a liderar con alegría, a servir con humildad, y a amar sin miedo. Mantuviste la fe. Que el Señor te conceda ahora la paz eterna.

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Comments from readers

Vilma Angulo - 04/28/2025 11:18 AM
Thank you Fr Vigoa for this excellent reflection on Pope Francis. You have captured his essence with your extraordinary sense of knowing his heart. Now we pray! May the Holy Spirit guide the conclave with His wisdom and Francis’ spirit of humility.

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