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Las epístolas paulinas y los Hechos de los Apóstoles usan el término griego “koinonía” para expresar el intenso grado de comunión fraterna que vinculaba a los primeros cristianos. Hoy diríamos “solidaridad”.

Gracias a ese amor fraterno “entre ellos no había indigentes” (Hech 4,34), pues no podían tolerar que hubiese hermanos en la miseria. Luego cuando San Pablo comenzó a fundar iglesias locales entorno al Mare Nostrum (el Mediterráneo), siempre se preocupó por hacer colectas para socorrer a la empobrecida comunidad jerosolimitana.

La pandemia del coronavirus ha causado mucho desempleo así como la quiebra de numerosos negocios. Pero en algunos países, los gobiernos han tendido una mano solidaria a los afectados. En Estados Unidos, por ejemplo, el gobierno envió cheque de $1,200.00 a personas de escasos ingresos en mayo de 2020; luego en enero de 2021 les hizo llegar otro por $600.00; y ahora la nueva administración está gestionando enviar $1,400.00 para paliar la situación de ciudadanos en penuria. Sin embargo, esos cheques esporádicos no le permiten a muchos norteamericanos llegar a fin de mes.

Es necesario involucrar también al sector privado en brindar socorro a los desfavorecidos. La solicitud del Estado por aliviar la pobreza de sus ciudadanos no es muy antigua en Estados Unidos. El primer cheque por desempleo se firmó en Wisconsin en 1932. La Seguridad Social para las personas mayores de 65 años se debió al gobierno del Presidente Franklin D. Roosevelt en 1935; y el Seguro Médico (Medicare) sólo comenzó a funcionar en 1965.

Curiosamente hay personas que han medrado en medio de la pandemia y no necesariamente por prácticas mañosas o delictivas, según aquello de que “a río revuelto ganancia de pescadores”. Muchas empresas han prosperado honestamente, por ejemplo, los supermercados; como la gente va menos a restaurantes, se han disparado las ventas en los supermercados. No digamos nada de la bonanza de los fabricantes de máscaras y desinfectantes. Y así por el estilo muchos negocios se encuentran ahora mejor que nunca. Toca a esos empresarios velar por los de abajo, como ya algunos lo hacen. También hay profesionales y asalariados que han conservado sus puestos de trabajo sin problema y que pueden sentirse llamados a ayudar a quienes viven en aprieto.

La Historia atestigua que siempre ha habido huérfanos y viudas a causa de accidentes, desastres naturales, enfermedades y defunciones que lograron sobrevivir gracias a sus parientes o amistades compasivas. Nunca han faltado quienes se hiciesen cargo de damnificados o desamparados.

No se le puede dejar a los gobiernos todo el peso de la solidaridad asistencial. Es necesario que las personas individuales se sientan llamadas a arrimar el hombro.

Afortunadamente Dios no sólo ablanda los corazones de los creyentes para que practiquen la caridad fraterna. También toca con su gracia a todas las personas de buena voluntad para que socorran a sus prójimos dolientes. Lo que los cristianos llaman amor fraterno, en ambientes seculares se conoce como altruismo o filantropía.

Este blog se publicó primero como columna en la edición de marzo 2021 de La Voz Católica.

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