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En el III Domingo de Adviento, domingo Gaudete, el 14 de diciembre de 2025, el Papa León XIV celebró en la Basílica de San Pedro el Jubileo de los Presos, colocando al mundo carcelario en el centro del Año Santo. Su homilía no fue solo un mensaje de consuelo espiritual, sino una interpelación directa a la conciencia de la Iglesia y de las sociedades marcadas por sistemas punitivos, entre ellas, de manera particular, los Estados Unidos.

El Papa recordó que la alegría cristiana no es ingenua ni superficial. Es la alegría que nace de la esperanza, entendida no como optimismo vacío, sino como un ancla firme lanzada más allá de los muros, más allá del pecado, del delito y del fracaso humano. En este sentido, el Jubileo de los Presos proclama una verdad esencial del Evangelio: Nadie está fuera del alcance de la misericordia de Dios.

Para la Iglesia en Estados Unidos, esta afirmación tiene un peso especial. Nuestro país alberga uno de los sistemas carcelarios y de detención más grandes del mundo, con millones de personas privadas de libertad en cárceles, prisiones y centros de detención migratoria. A ello se suma hoy una situación especialmente grave de detenciones y deportaciones masivas, que afecta a familias enteras, separa a padres de hijos y profundiza el miedo y la vulnerabilidad de comunidades ya heridas. En este contexto, el Jubileo de los Presos se convierte en una llamada urgente a revisar no solo prácticas pastorales, sino también actitudes culturales y estructuras de justicia, recordando que la dignidad humana no depende del estatus legal ni de la situación penal.

El Papa León XIV subrayó que el Jubileo nos invita a abrir de par en par las puertas del corazón. Esta invitación se dirige tanto a las personas encarceladas como a las detenidas por motivos migratorios, a quienes las acompañan, a las comunidades cristianas y a quienes administran justicia. Abrir el corazón significa rechazar la lógica que reduce a la persona a un expediente o a una infracción, y recuperar una antropología evangélica que afirma que ningún ser humano coincide con lo que ha hecho ni con la condición en la que se encuentra.

Uno de los núcleos más fuertes de la homilía fue la afirmación de que la justicia auténtica es siempre un proceso de reparación y reconciliación, no solo de castigo. Esta visión cuestiona una cultura punitiva profundamente arraigada en la sociedad estadounidense, donde con frecuencia se privilegia el encierro prolongado, la detención preventiva o la deportación acelerada por encima de las oportunidades reales de acompañamiento, discernimiento y reinserción. El Papa retomó el sentido bíblico del Jubileo como un tiempo de gracia, de liberación y de nuevos comienzos, y expresó su deseo de que se promuevan medidas concretas que ayuden a las personas a recuperar la confianza en sí mismas y en la sociedad.

Con gran realismo pastoral, el Santo Padre no ignoró las duras condiciones que se viven en muchos centros de detención y reclusión: el hacinamiento, la incertidumbre jurídica, la falta de programas educativos y laborales estables, las heridas físicas y emocionales, y el profundo desgaste espiritual que provoca vivir en permanente espera. Sin embargo, su exhortación fue clara y firme: no cansarse, no retroceder, no desanimarse. Precisamente allí donde la realidad es más dura, la fidelidad al Evangelio se vuelve más necesaria.

El Papa también reconoció que, incluso en medio del sufrimiento, brota humanidad entre los muros. Gestos de solidaridad, procesos de conversión, acompañamiento espiritual y encuentros profundamente humanos dan testimonio de que la gracia de Dios sigue actuando. Esta tarea —subrayó— no es solo para quienes están privados de libertad o detenidos, sino también para quienes representan la justicia y el Estado, llamados ellos mismos a un camino de conversión interior.

El corazón de la homilía quedó resumido en una frase que interpela directamente a la Iglesia en Estados Unidos:

“¡Que nadie se pierda! ¡Que todos se salven!”

Este es el sueño de Dios y el criterio último de toda pastoral carcelaria y migratoria auténticamente cristiana.

Al acercarse la Navidad, el Papa León XIV recordó que el Señor está cerca, camina con su pueblo incluso tras las rejas y en los centros de detención, y que con Él siempre puede suceder algo nuevo y gozoso. Para la Iglesia en Estados Unidos, el Jubileo de los Presos es una invitación a renovar su compromiso con la pastoral carcelaria y migratoria, a acompañar a las familias heridas por la separación, a defender la dignidad humana y a ser voz profética en favor de sistemas de justicia más humanos, restaurativos y abiertos a la esperanza.

El Jubileo de los Presos nos recuerda, finalmente, que la credibilidad del Evangelio se juega también en nuestra capacidad de derribar muros, abrir puertas y custodiar la esperanza allí donde el miedo y la exclusión amenazan con tener la última palabra.

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Comments from readers

Rose Anderson - 12/15/2025 04:16 PM
What meaningful insight from a ministry in which you have been immersed for many, many years…and most of us seldom see. Thank you for your years of service and sharing your wisdom. As Pope Leo emphasized, “Let no one be lost. Let all be saved.”

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