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Durante la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Portugal, una de los 10 jóvenes que tuvieron la oportunidad única de disfrutar de un almuerzo con el Papa Francisco, la peruana Clara Yacolca Farfán, de 24 años, dijo a Catholic News Service: "Algunos de nosotros le pedimos consejo sobre cómo los jóvenes de hoy pueden afrontar algunos temas que son difíciles, de los que se habla mucho: hablamos de la eutanasia, del aborto". El Papa Francisco respondió con estas palabras: "defender la vida".

"Defender la vida" debe ser, en efecto, el toque de clarín de quienes siguen al Dios de la Vida. Como en ningún otro momento de la historia, la vida humana, la vida animal, la vida vegetal, la vida oceánica, la vida en todas sus formas, y la tierra que sustenta la vida, han sido objeto de un ataque humano tan feroz.

En el mundo hay 73 millones de niños no nacidos abortados cada año; decenas de miles de muertos en guerras; 100 millones de refugiados y desplazados; más de 5,000 cristianos martirizados cada año; y 800 millones de personas hambrientas que viven en la pobreza extrema, con más de 49 millones de ellos al borde de la inanición (bit.ly/202206-geustories-crs).

Y si eso no es lo suficientemente horrible, y de hecho lo es, considere que la guerra rusa, ucraniana, estadounidense y de la OTAN ha causado un sufrimiento incalculable, muerte y destrucción sin visos de terminar.

El continuo flujo de armas —incluido el reciente envío a Ucrania por parte del presidente Biden de bombas de racimo, prohibidas por la ONU—, no sólo está garantizando que continúe el flujo despiadado de sangre, sino que pone al mundo al borde de una guerra nuclear. Y esto no es ninguna exageración.

En un intento por convencernos de lo cerca que está el mundo de experimentar la locura de una guerra nuclear, el Boletín de Científicos Atómicos ha colocado su famoso "Reloj del Apocalipsis" (o "Reloj del Juicio Final") a 90 segundos de la medianoche. Es lo más cerca que ha estado de la catástrofe mundial.

El Boletín de Científicos Atómicos no sólo ha basado su alarmante llamada de atención en la amenaza muy real de una guerra nuclear, sino también en la realidad científica innegable de la aceleración de un cambio climático desastroso.

Julio de 2023 fue el mes más caluroso de la Tierra jamás registrado, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial de las Naciones Unidas. Y probablemente el mes más caluroso en 120,000 años.

El número y la intensidad crecientes de fenómenos meteorológicos desastrosos como huracanes, tifones y tornados, se deben en gran parte al cambio climático, del que es responsable en gran medida la incesante combustión de petróleo, carbón y gas por parte del ser humano.

Desde las lluvias torrenciales que inundan la India y Vermont, pasando por las sequías que causan hambruna en el Cuerno de África, hasta los incendios forestales que arrasan Canadá, la devastación mortal del cambio climático supera cada vez más la respuesta irresponsablemente lenta y débil de los líderes gubernamentales y empresariales. Estos se niegan a comprometer plenamente los vastos recursos económicos y humanos necesarios para acelerar de manera urgente y a toda velocidad la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables limpias solar, eólica, geotérmica y mareomotriz.

A la mayoría de las personas que viven en el mundo económicamente más desarrollado, y que aún no se han visto afectadas por estas catástrofes climáticas cada vez mayores, parece no importarle que nuestro hogar global se esté abrasando.

La humanidad enfrenta una elección de la que no podemos escapar. Es literalmente una elección entre la vida y la muerte. ¿Seguiremos respondiendo inadecuadamente al sufrimiento y a la muerte de nuestros semejantes y de nuestro hogar, la Tierra, profundamente herido? ¿O bien oraremos y trabajaremos con más ahínco que nunca para "defender la vida", como nos insta a hacer el Papa Francisco?

El autor bíblico del Deuteronomio nos plantea con fuerza la elección última de Dios: "[Y]o he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes". (Deut. 30:19)

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