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La clave para la libertad espiritual sobre la que escribo esta semana, es la clave de la confianza. Recuerden, por libertad espiritual me refiero a la capacidad de “actuar” según la manera de Dios, no “reaccionar” según la nuestra. Estas claves son herramientas que nos ayudan con ese proceso.

Como un diamante perfecto, la confianza es clara como el cristal, más fuerte que el acero, y sin faltas. Quienes confían en el Señor, ven más allá de las tribulaciones diarias, como si fueran transparentes. A través de esas pruebas, ven el amor perdurable del Señor. Ven que la confianza en Él es perfecta, sin falta, y que no puede romperse con facilidad.

Pero, en mi experiencia, la confianza toma tiempo: ¡en mi caso, 30 largos años!

Cuando me volví al Señor hace 30 años, profundicé en las Escrituras. Estaba muy hambrienta de las palabras de Dios. En aquella época, atravesaba una de las pruebas más difíciles de mi vida: había dado a luz a un hijo con muchos problemas cardíacos, y me informaron que moriría antes de cumplir los cinco meses. En mi tristeza, acudí a las Escrituras – a Dios – para encontrarle sentido a todo eso. Poco a poco tuve suficiente fe para darle una oportunidad a Dios: confiar, mantenerme firme, creer en sus palabras. Confiar en que sus palabras eran ciertas. Palabras como: “No se inquieten por nada; antes bien, en toda ocasión presenten sus peticiones a Dios y junten la acción de gracias a la súplica. Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar, les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.”

En mi corazón creció la confianza mientras leía las Escrituras, confiaba en que sus palabras eran verdaderas, y las aplicaba y las creía. Utilicé mi “clave de la fe” y decidí una y otra vez, creer en la manera de Dios, no en la mía. Él me bendijo con fortaleza, sabiduría, confianza, paz y con la bendita seguridad de que estaba conmigo, me entendía, me cuidaría, me sanaría y permanecería a mi lado sin importar lo que le sucediera a mi hijo. Llegué a un punto en el que, dentro de mi corazón, sabía que Dios amaba a mi hijo mucho más de lo que yo pudiera amarlo, y si decidía llevárselo a casa (al cielo), sabía que era por el bien de mi hijo. De hecho, eso me daba paz.

Mientras pasaban los años, acumulé un diario sobre los “aciertos de Dios” en mi vida. Con esto me refiero a que escribí lo que sucedía en mi vida – mis alegrías, tristezas, dolores, alabanzas y demás. La lectura de las Escrituras se convirtió en parte de mi vida, pues hallé muchas respuestas en la Palabra de Dios: esperanza, apoyo, sanación, alegría, gracia, consejo, guía, y mucho más.

Todo lo anoté en mis diarios. Se convirtieron en los diarios de los “aciertos de Dios” en mi vida, y en un gran regalo para mí. Estos “aciertos” tienen mucho valor porque, cuando dudo, cuando miro a mi alrededor en vez de elevar la mirada, cuando actúo según mi disfunción, tengo mi diario. Miro hacia atrás y medito en los “aciertos de Dios” que me ayudan a recordar lo que Dios ha hecho por mí. Es entonces cuando me doy cuenta de que se puede confiar en Dios. Sus palabras son verdaderas.

Tarea para la oración:
Demos gracias a Dios por ser confiable. Piensen en una situación de su vida en la que necesitaban confiar en Dios y leyeron Su palabra. Aquí tienen algunas escrituras que les pueden ayudar: Salmo 18:2, Salmo 25:1-2, Salmo 37:5, Salmo 143:5, Proverbios 3:5, Proverbios 30:5, Isaías 26:30, Juan 14:1-3

Comments from readers

Yolanda Pizarro - 07/14/2014 01:14 PM
Thank you for this message. As I read it I felt as it was being address to me.

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