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La crucifixión - un espectáculo sangriento - representado aquí en un vitral en la iglesia St. Bonaventure en Davie.

Fotógrafo: COURTESY PHOTO

La crucifixión - un espectáculo sangriento - representado aquí en un vitral en la iglesia St. Bonaventure en Davie.

Durante la Cuaresma, las lecturas y las oraciones de la Iglesia se enfocan en la pasión de Cristo. Las dos últimas semanas de Cuaresma en conjunto se llaman Tiempo de Pasión; la primera se llama Semana de la Pasión, y la segunda se conoce como Semana Santa. Parte del sufrimiento de Cristo que se recuerda durante la Semana Santa es la Flagelación de Cristo.

A menudo, los condenados debían sufrir la flagelación antes de la crucifixión. Un látigo con cordones de cuero llamadoflagrum o flagellum en latín (flagelo en castellano) con piezas de metal o hueso se utilizaba para azotar la espalda, los hombros y las piernas del condenado. En el primer azote, se arrancaban la piel y la grasa subyacente, y luego se cortaban los músculos y los tendones, incluyendo los vasos que suministran sangre a los tejidos.

No había una ley romana que limitara el número de azotes que recibían los condenados, y la Biblia no revela cuántos soportó Jesús. Sin embargo, la tradición sostiene que Cristo recibió 39 latigazos. Este número impar tiene varias razones. La Ley de Moisés afirma:  

“Podrá infligirle cuarenta azotes, pero no más, no sea que al golpearle más sea excesivo el castigo, y tu hermano quede envilecido a tus ojos”. (Dt 25:3)

Algunos eruditos afirman que, por temor de superar el límite de Dios, la práctica judía de la época de Jesús había reducido el número a 39, en caso de que la persona que administrara los golpes perdiera la cuenta. El apóstol Pablo recibió este número:

“Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno”. (2 Co. 11:24)

También se piensa que un flagrum romano tenía tres bandas de cuero, por lo que cada azote contaba por tres; trece golpes sumaban 39 azotes. Añadir otro azote excedería el número por dos. Sin embargo, no hay evidencia de que los romanos hubieran establecido un límite a la cantidad de azotes que se daban.

Sin embargo, la inmensa pérdida de sangre durante la flagelación a menudo dejaría a la víctima en estado de shock circulatorio y pérdida del conocimiento, lo que causaba la muerte a muchos. El historiador Eusebio de Cesarea describe la flagelación de los cristianos que fueron martirizados:

" ... Sus cuerpos estaban terriblemente lacerados. Los mártires cristianos en Esmirna estaban tan desgarrados por los flagelos que sus venas quedaron al descubierto , y los músculos internos, tendones, incluso entrañas, quedaron expuestos".

Después de la flagelación, las Escrituras dicen que Cristo fue llevado por los soldados hasta el pretorio, el palacio de Poncio Pilato, procurador romano de Judea. Jesús estaba rodeado de un séquito de soldados (entre 300 y 600), y colocaron en su cabeza una corona tejida de espinas.

Aunque la Biblia no especifica qué tipo de planta se utilizó, una espina de cualquier tamaño causaría pérdida de sangre al perforar el cuero cabelludo. A Jesús también se le obligó a llevar una caña y una túnica escarlata, vestimenta reservada para la realeza. Con una corona improvisada, un manto imperial y el simulacro de cetro, Jesús fue ridiculizado, escupido y golpeado por soldados que se arrodillaban ante él diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!”

Después de una flagelación despiadada, Jesús fue ridiculizado mientras llevaba puesta una corona de espinas y una túnica escarlata, una parodia cruel del atuendo usado por el emperador. Sin darse cuenta, las acciones de los soldados romanos transmitían gran simbolismo y cumplían las profecías.

Las espinas representan la desobediencia del hombre. En el Jardín del Edén, Dios les dijo a Adán y Eva que podían comer de todos los árboles excepto del árbol del conocimiento del bien y el mal, pero fueron persuadidos por la serpiente a comer el fruto prohibido.

Dios le dice a Adán que la tierra está maldita, y a pesar de su gran trabajo en el cultivo, “espinas y abrojos te producirá". (Gen 3:18)

El color de la túnica colocada sobre Jesús (escarlata) representa el pecado: "Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán". (Is 1,18)

Al llevar puestas la corona de espinas y la túnica escarlata, Cristo está asumiendo los símbolos de la caída del hombre y del pecado de la humanidad. Además de tener un significado simbólico, los escritores cristianos ven la flagelación como el cumplimiento de la profecía.

La profecía de Isaías se cumple por las marcas de Cristo, las marcas que dejó el flagrum en la espalda: "…por sus llagas hemos sido sanados". (Is 53: 5)

Al golpear a Jesús, los soldados cumplen la visión mesiánica de Miqueas: "¡â€¦con vara hieren en la mejilla al juez de Israel!" (Miq 4:14)

La flagelación de Cristo también tiene una orientación tipológica. En la tipología bíblica, una historia del Antiguo Testamento (tipo) prefigura a una que se encuentra en el Nuevo Testamento (antitipo). En la historia del sacrificio de Isaac, los teólogos ven la tipología cristológica.

En el relato, Dios provee un carnero (el macho de la oveja) como reemplazo para el sacrificio del único hijo de Abraham. Encontraron al carnero enredado por los cuernos (la cabeza) en un matorral (arbusto espinoso), presagiando la corona de espinas que llevó Cristo, el Cordero de Dios.

Tres de los cuatro Evangelios cuentan sobre la flagelación de Cristo. Las historias hacen mucho más que transmitir acontecimientos históricos. La flagelación está llena de simbolismo y de profecías cumplidas: era el antitipo para los tipos del Antiguo Testamento.

Los soldados escupieron a Jesús, se arrodillaron delante de él y se burlaron: "Salve, Rey de los judíos". (Mateo 27:29)

Las palabras, cuya intención era la burla, expresan una verdad eterna.

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