Las tormentas de la vida

Monday, August 1, 2011

*Marta Vargas - St. David Catholic Parish

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Cuando tocamos el tema de tormentas y huracanes, el chiste entre mis amistades es que mi “plan de preparación contra-tormentas” es sencillamente tener el tanque de mi auto lleno de gasolina y salir “disparada” manejando al lugar más lejos posible en la dirección opuesta (algo que no es nada nuevo para aquellos de ustedes que me conocen).

Aunque la última tormenta que llegó a mi ciudad me tomó tan desprevenida que no tuve la oportunidad de irme a la costa opuesta de la Florida (y de paso ver a mi familia y a tantos buenos amigos), mi oración entonces fue -- y sigue siendo -- que Dios me otorgue la gracia para aprovechar y no desperdiciar las oportunidades para reflexión que las tormentas y el mal tiempo nos ofrecen.

Pues mientras los desastres naturales a menudo traen con ellos retos y sufrimientos muy reales y serios para quienes las viven, a la vez hay momentos en nuestras vidas cuando las tormentas son más personales, son batallas internas por las que atravesamos a nivel personal -- en otras palabras, “las tormentas de la vida”-- que también conllevan serios sufrimientos y retos.

Lo maravilloso de todo esto es como estas “tormentas de la vida” poseen el potencial para transformarse en momentos de increíble gracia divina, seguidas por los arco iris más brillantes que jamás pudiéramos haber visto después de cualquier tormenta o desastre natural.

Una vez, mientras leía una Biblia, me llamó la atención uno de los comentarios donde decía que cuando Jesús aparecía ejerciendo su poder sobre los vientos y el mar, los primeros Cristianos lo veían como “un signo, un símbolo, de la presencia salvadora de Jesús en medio de las persecuciones.” !Que imagen más bella! De igual forma, las “tormentas de la vida” pueden ser oportunidades especiales para experimentar la presencia de Cristo y hacer su amor más real y tangible los unos para los otros a través de nuestro dar y recibir de ese amor durante esos tiempos difíciles.

Quizás hasta podríamos decir que son precisamente esos los momentos claves cuando Dios y la vida nos están ofreciendo una invitación especial, una oportunidad única, para ser ‘arco iris vivientes’ los unos para los otros.

Verdaderamente, las “tormentas” no se limitan a lo que oímos en los informes del tiempo o presenciamos en la naturaleza, y sus manifestaciones pueden tomar tantas formas como hay personas en esta tierra. La buena nueva es que es muy probable que hayan tantas o más manifestaciones de gracia divina para transcender estas tormentas, y que esta gracia nos llega a través de las manos y pies de Cristo en la tierra: los seres que nos encontramos en el camino justo cuando los necesitamos, tal como si nos hubieran sido enviados por Dios mismo. Al brindarnos apoyo y esperanza estas personas se convierten en signos, vívidos recordatorios, de que Dios vive y su amor es real, porque lo vimos en carne propia, en cada intercambio de amor, caridad y esperanza.

¿Puedes pensar en una “tormenta de la vida” a través de la cual sentiste la presencia de Dios guiándote y acompañándote de manera especial, y el rol que tuvieron otras personas en ello? ¿Cómo fortaleció esta experiencia tu fe y te dio fuerza para seguir adelante y hasta poder transcender otras tormentas en el futuro? ¿Y, tan o más importante, cómo te ayudó la experiencia a desarrollar una mayor sensibilidad a las necesidades y experiencias de otros, de forma que tu pudieras servir de acompañante y ayuda a otros después?

¡Anticipo con entusiasmo poder escuchar esas historias!