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Columns | Saturday, June 23, 2018

La iglesia debe ser libre para �servir con integridad�

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La decisión de la Corte Suprema el 4 de junio en el caso Masterpiece Cakeshop, fue una victoria decidida para la causa de la libertad religiosa. Las personas de Fe, sostuvieron los magistrados, no deben sufrir discriminación a causa de creencias religiosas profundamente arraigadas. Desafortunadamente, si bien la decisión en el caso Masterpiece Cakeshop fue quizás una “victoria en el campo de batalla”, aquellos que trataron de limitar nuestra libertad religiosa en la plaza pública de ninguna manera se han rendido.

Nuestra libertad de servir, como personas de Fe, en áreas como la atención de la salud, el bienestar infantil, los servicios de migración y refugiados, la educación, etc., continúa siendo desafiada por los partidarios del creciente secularismo de nuestra cultura. Nos negarían la libertad de servir y dar testimonio de nuestras creencias, porque insistimos en defender la santidad de la vida y la dignidad de cada persona desde la concepción hasta la muerte natural, o porque defendemos el matrimonio verdadero como una unión conyugal de un hombre y una mujer. Nos prohibirían participar en debates de política pública en nombre de los pobres, los inmigrantes, los vulnerables, debido a nuestro punto de vista “religioso”. Al negarnos el espacio en la sociedad civil, reducirían la libertad religiosa a la simple libertad de culto, si acaso.

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Sin embargo, como dijo el Papa Francisco ante una sesión conjunta del Congreso en septiembre de 2015: “La libertad [religiosa] sigue siendo una de las posesiones más preciadas de los Estados Unidos. Y, como nuestros hermanos, los Obispos de Estados Unidos, nos han recordado, todos están llamados a estar atentos, precisamente como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que la amenace o comprometa”.

Por lo tanto, los Obispos de Estados Unidos nuevamente nos piden que observemos la semana del 22 al 29 de junio como la Semana de la Libertad Religiosa. “Servir a los demás en el amor de Dios” (el tema de la observancia de este año) es parte de nuestra misión como católicos. Pero, para servir a “los demás en el amor de Dios”, debemos ser capaces de servir con integridad, fieles a las enseñanzas morales del Evangelio.

Por supuesto, como católicos, creemos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre, y por lo tanto, Él nos revela no sólo quién es Dios, sino también quién es el hombre. No buscamos imponer una definición de credo a ningún ciudadano. Nosotros servimos a las personas no porque sean católicas, sino porque nosotros lo somos. Sin embargo, a través de nuestro servicio, ofrecemos una propuesta para alcanzar una comprensión más completa de la verdad acerca de la persona humana y de su dignidad y libertad, dadas por Dios. Informados por la Fe, buscamos construir un mundo en el que se promuevan y protejan el valor y los derechos de cada persona humana.

Las contribuciones de nuestro servicio como pueblo de Fe también pueden ser un correctivo necesario para las definiciones reductivas de un secularismo que niega que el hombre exista para otra cosa que no sea morir algún día. De hecho, nuestra creencia en un destino trascendente no nos distrae del compromiso en los asuntos del mundo. Nos compromete a hacer del mundo un lugar mejor. La noble tradición de las obras de misericordia corporal y espiritual llevadas a cabo por la Iglesia durante dos milenios, es testimonio de nuestro compromiso con la solidaridad humana.

Como enfatizamos los Obispos en nuestra declaración “Ciudadanía Fiel”, cuando llevamos nuestras convicciones morales a la vida pública, “no amenazamos la democracia o el pluralismo, sino que los enriquecemos a ambos y a la nación. La separación de la Iglesia y el Estado no requiere división entre creencia y acción pública, sino que protege el derecho de los creyentes y grupos religiosos a practicar su Fe y actuar de acuerdo con sus valores en la vida pública”.

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