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Feature News | Friday, July 26, 2019

Fallece el cardenal de La Habana

Mons. Jaime Ortega: un legado de amor a la Iglesia y a Cuba

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El cardenal Jaime Ortega durante su última aparición en público,  recibiendo la Distinción Mons. Carlos Manuel de Céspedes que otorga la Comisión de Cultura de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, el 12 de junio de este año. El premio reconoce a personalidades e instituciones católicas que, inspiradas en la fe cristiana, despliegan una notoria labor de evangelización de la cultura.

Fotógrafo: COURTESY | Raul Panellas

El cardenal Jaime Ortega durante su última aparición en público, recibiendo la Distinción Mons. Carlos Manuel de Céspedes que otorga la Comisión de Cultura de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, el 12 de junio de este año. El premio reconoce a personalidades e instituciones católicas que, inspiradas en la fe cristiana, despliegan una notoria labor de evangelización de la cultura.

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LA HABANA, Cuba | A los 82 años de edad, y después de una larga vida de servicio a la Iglesia y a Cuba, el 26 de julio falleció el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo emérito de la Habana.

A lo largo de 55 años de sacerdocio, fue párroco, profesor del seminario y durante 40 años obispo — 34 de estos como Arzobispo de La Habana y 24 como cardenal.

Nacido el 18 de octubre de 1936 en Jagüey Grande, Matanzas y ordenado sacerdote en 1964, el cardenal Ortega siempre se preocupó por las vocaciones sacerdotales. Su largo servicio episcopal le permitió consagrar a cinco obispos, ordenar a 43 sacerdotes y lograr los permisos y la financiación para construir un nuevo seminario para la Iglesia Cubana.

Su compromiso con Cuba le llevó a apoyar los esfuerzos migratorios a favor de la reunificación de familias cubanas, a interceder por la liberación de presos políticos, y a lograr un mejor entendimiento entre el gobierno de Estados Unidos y el de su país.

El arquitecto Orlando Márquez, que inició, en 1992, la Revista Palabra Nueva de la Arquidiócesis y fue su director hasta su dimisión en 2016, no duda en afirmar que la mayor satisfacción del Cardenal fue “haber elegido el sacerdocio y haber servido a la Iglesia y a Cuba”.

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega con Mons. Agustín Román, obispo auxiliar de Miami, durante su visita a esta ciudad en 1995.

Fotógrafo: COURTESY | Araceli Cantero

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega con Mons. Agustín Román, obispo auxiliar de Miami, durante su visita a esta ciudad en 1995.

En 1966, ya sacerdote, y después de pasar ocho meses en la UMAP (Unidades militares de Apoyo a la producción), el Cardenal contaba con un visado para emigrar a España, “pero eligió permanecer”, señala Márquez. Considera que su trabajo como sacerdote en Matanzas, en donde fue ordenado en 1964, “condujo a su nombramiento episcopal” en Pinar del Río, donde fue ordenado obispo el 14 de enero de 1979.

En noviembre de 1978 se habían iniciado lo que se conoce como los diálogos con la comunidad cubana del exterior, que resultó en los primeros acuerdos migratorios con los Estados Unidos desde 1960. Esto inició el proceso de reunificación familiar y permitió las visitas a la Isla de cubanos en el exterior a la vez que llevó a la liberación de 3.500 presos. Un segundo diálogo tuvo lugar en diciembre de 1979.

En abril de 1980 tenía lugar el éxodo del Puerto del Mariel por el que 125.000 cubanos dejaron la Isla por mar, hacia Estados Unidos.

Y en estas circunstancias, en noviembre de 1981, Mons. Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana, sede que llevaba vacante desde febrero de 1980, con Mons. Pedro Meurice, arzobispo de Santiago de Cuba, como Administrador Apostólico.

Para Márquez La Habana era “la plaza más compleja para un obispo en Cuba”, y Mons. Ortega la pastoreó durante 35 años.

“Fue la persona indicada, en el lugar indicado, en el momento indicado” señala. “Es muy difícil ser pastor en La Habana sin comprenderla y amarla en toda su complejidad.”

Lo confirma el abogado Rolando Suárez Cobián (Piro), un católico habanero que fue nombrado director de Caritas Cuba en 1993. El cardenal Ortega fundó Caritas en la Arquidiócesis de La Habana en 1991. Un año después fue asumida por toda la conferencia de obispos y se llamó Cáritas Cuba. Hasta entonces el gobierno no había permitido organizaciones semejantes, pero con las carencias del ‘periodo especial’ después de la caída del bloque soviético en enero de 1990 y de sus apoyos a Cuba, el brazo caritativo de la Iglesia se hacía necesario.

Suárez reconoce la intensa acción pastoral del Arzobispo en aquellos años, reanimando la acción de los laicos, reorganizando las vicarías y creando numerosos servicios. Se atreve a afirmar que “el esfuerzo y trabajo, con resultados, de la labor pastoral de Mons. Ortega, junto con la visita de tres Papas a Cuba, modificó y marcó la realidad cubana en esta etapa”.

 

NO FUE NEUTRAL, SE EXPUSO

En más de una ocasión Márquez, como vocero de la Arquidiócesis, tuvo que explicar las actuaciones de su Arzobispo ante las interpretaciones de la prensa. Él puntualiza que “el rol de Mons. Ortega nunca fue político, aunque tenía la capacidad de un estratega político”.

Portada del libro del Cardenal Jaime Ortega, "Te Basta Mi Gracia", un compendio con los discursos y homilías del Cardenal durante su largo episcopado, publicado en 2002.

Fotógrafo: COURTESY

Portada del libro del Cardenal Jaime Ortega, "Te Basta Mi Gracia", un compendio con los discursos y homilías del Cardenal durante su largo episcopado, publicado en 2002.

Y explica que ya antes de ser cardenal, “comprendió que La Habana demandaba un estilo de servicio diferente como sede del gobierno central, de las embajadas, de la prensa extranjera, plaza cultural fuerte, la ciudad que visitan los políticos extranjeros”.

Para Márquez, “en un país sin oposición política reconocida todos los ojos están atentos a la actitud de la Iglesia y particularmente la del Cardenal...” Ante esta realidad, señala Márquez, “se puede ser neutral y no implicarse, o salir al ruedo, exponerse y colaborar en las soluciones desde la condición pastoral, aunque se corra el riesgo de equivocarse”.

Defiende que el Cardenal “no fue neutral, se expuso para presentar la voz de la Iglesia”.

Junto a los obispos cubanos recibió con agrado el proceso de acuerdos migratorios iniciado en 1984 entre Estados Unidos y Cuba. Se pronunció contra la pena de muerte en julio de 1989 con motivo del fusilamiento del general cubano Arnaldo Ochoa y tres militares. Y en 1993 suscribió la Carta Pastoral “El amor todo lo espera”, en la que los obispos cubanos reconocían públicamente la necesidad de cambios en la Isla.

 

CARDENAL DE TODOS LOS CUBANOS

Como Arzobispo de La Habana él mismo sabía que no siempre fue entendido por algunos segmentos del exilio. Y sin embargo él se consideraba Cardenal de todos los cubanos. Así lo explicó cuando en mayo de 1995, recorrió los lugares de mayor número de cubanos en el exterior, incluida el Sur de la Florida, en donde la población cubana había ido cambiando y no era ya una masa uniforme.

En los discursos y homilías habló de la misión de la Iglesia en Cuba y fue tocando los temas que marcan la identidad de la nación. “La nacionalidad cubana nació cristiana, independientemente del rumbo que se le haya podido dar después,” dijo.

En la Catedral de Miami señalo que, en Cuba, la Iglesia no se sitúa ni como simple opositora del comunismo ni como aliada de la economía liberal del mercado sino “como depositaria e intérprete de la Palabra de Dios. Y les habló de José Martí, “quien desechó el odio como fuerza negativa”.

Poniendo el amor como centro y cima de su obra patriótica, tradujo a poesía el mandato evangélico del amor al enemigo: ...Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo, cardo ni oruga cultivo, cultivo una rosa blanca. “Esta es nuestra gloriosa versión cubana de poner la otra mejilla,” dijo el Cardenal.

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega durante una entrevista en su despacho en La Habana.

Fotógrafo: COURTESY | Araceli Cantero

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega durante una entrevista en su despacho en La Habana.

También reconoció el dolor del exilio, su esfuerzo por mantener la identidad cubana y sus aportaciones a la cultura. “En el futuro será imposible escribir la historia de Cuba sin estudiar la contribución que han hecho a ella los cubanos que en estos años han vivido fuera de nuestro país,” manifestó en la Universidad de St. Thomas, en Miami Gardens.

 

RETO AL EXILIO

Pero además de valorar las virtudes de los cubanos, se atrevió a darles un reto: dejar a un lado la “intolerancia y la dureza de nuestras posiciones,” invitando a recuperar la esencia del mensaje de José Martí, porque, en sus palabras: “Es el amor quien ve”.

La Iglesia cubana mantuvo todos estos años buenas relaciones con la Iglesia Latinoamericana y los obispos participaban en los encuentros del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe). En 1996 el Cardenal fue elegido Vicepresidente Segundo del CELAM. Fue también presidente, por dos mandatos, de la Conferencia de Obispos Cubanos (COCC).

Fue defensor de la cultura y recibió varios Doctorados Honoris Causa fuera de Cuba además de numerosos homenajes, el más reciente la Distinción “Monseñor Carlos Manuel de Céspedes”, instituida por la Comisión de Cultura de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), entregada el 18 de junio en presencia de los obispos cubanos.

 

INTERCESOR EN LOS CONFLICTOS

Junto a su labor pastoral más discreta, el Cardenal mantuvo su actuación pública con encuentros con mandatarios de otros países y de Cuba e intercediendo en contra de los malos tratos a las llamadas ‘damas de blanco’, que eran hostigadas cuando se manifestaban pacíficamente, caminando hacia la Iglesia de Santa Rita, en la zona habanera del Vedado.

Eran las esposas de los encarcelados de la llamada ‘Primavera Negra’ de 2003, cuando un total de 75 disidentes fueron detenidos los días 18, 19 y 20 de marzo y sentenciados, en grupos, con sanciones de entre 6 y 28 años de privación de libertad.

El 31 de julio de 2006 Fidel Castro cedió el poder provisional a su hermano Raúl debido a una dolencia intestinal. Dos años después, el 19 de febrero de 2008, renunció a la presidencia. Le sucedió su hermano Raúl y fue con él con quien, en nombre de Iglesia Católica, el Cardenal mantuvo negociaciones, que también incluyeron al Gobierno español, para la liberación y salida del país de los presos políticos de la Primavera Negra.

En una entrevista en su residencia en el Obispado, el 31 marzo de 2010, reconocía complacido que sus diálogos con personas del gobierno cubano “eran serios, y no simplemente para cositas transitorias. Un diálogo que añoraron muchos de los que ya no están, como Mons. Francisco Oves o Mons. Adolfo Rodríguez”.

Se sentía afortunado de poder dialogar y “estar sembrando semillas”. Una de ellas: su sueño de que “en las escuelas, los niños comiencen las mañanas diciendo ‘pioneros por Cuba seremos como Martí’, en lugar de repetir “pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.

Con todo ello, sabía que sus esfuerzos no eran del agrado de todos. Lo dijo en 2012 durante una intervención en Boston. “La Iglesia en Cuba y mi persona es atacada de todos los modos posibles... Este es el dar la vida por las ovejas... Porque no hay resurrección sin cruz y yo he aceptado que con eso tengo que cargar y tenemos que cargar para llevar adelante esa reconciliación entre cubanos”.

 

YO ERA LA CARTA

Desde 2013 se habían iniciado negociaciones secretas entre Cuba y Estados Unidos para una mejora en sus relaciones. Y es aquí en donde entraba en juego la misión encomendada por el Pontífice al Cardenal Ortega para ponerles en contacto.

Todo ello lo explicó el Cardenal en un libro titulado “Encuentro, diálogo y acuerdo. El papa Francisco, Cuba y Estados Unidos", que cuenta los detalles de las negociaciones que culminaron con el anuncio de la normalización de relaciones diplomáticas entre los dos países el 17 de diciembre de 2014.

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega durante una entrevista en su despacho en La Habana.

Fotógrafo: COURTESY | Araceli Cantero

Foto de archivo del Cardenal Jaime Ortega durante una entrevista en su despacho en La Habana.

Se sabía que Mons. Ortega había sido el portador de unas cartas del Papa a los dos mandatarios y había curiosidad por conocer el contenido. La Revista Espacio Laical de la Arquidiócesis le pidió al Arzobispo que le facilitara las cartas para publicarlas.

“Eran unas notas de presentación. Yo era la carta”, fue la respuesta.

“El Papa quería el encuentro entre dos personas, no entre dos naciones o ideologías”, explicó durante una conferencia en Nueva York, el 16 de septiembre de 2015, cuando aún no se había publicado el libro. Después, durante la presentación del libro en la Casa de América, en Madrid, el mismo Cardenal fue dando detalles y expresó su satisfacción por haber llevado a cabo este proceso.

“Para mí fue este uno de los grandes momentos de mi vida sacerdotal; porque pude constatar privilegiadamente que siempre es posible el acercamiento y el diálogo y era eso lo que mi fe cristiana me había inspirado siempre en mi ministerio como Pastor”.

 

TE BASTA MI GRACIA

En 2002, había salido a la luz un compendio con los discursos y homilías del Cardenal durante su largo episcopado. Su título remite al lema elegido por Mons. Ortega en 1979. La frase que San Pablo escuchó del Señor, “Te basta mi gracia”, es para Márquez indicativa de la vida del Cardenal.

“Sin dudas tuvo momentos de sufrimiento pero no hablaba de eso”, dice. “No era un victimista. Ante vivencias duras como la UMAP, las campañas y presiones primeras del gobierno, las críticas de algunas personas al interior de la Iglesia y después la durísima última prueba de su enfermedad, pareciera que se hubiera preparado para aceptar y ofrecer las situaciones dolorosas.”

Este artículo está adaptado de uno que se publicó inicialmente en HolguínCatólico. Después de publicarse, han sido corregidas las fechas de la ordenación como obispo del cardenal Ortega, así como las fechas del establecimiento de Caritas.

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