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Homilies | Saturday, June 25, 2022

Vivir no por uno mismo sino por Dios

Homilía del Arzobispo Wenski con la Orden de Malta en la fiesta de San Juan Bautista

El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilía durante una Misa con los Caballeros y Damas de la Orden de Malta, celebrada en la Catedral de St. Mary el 25 de junio de 2022.

Hoy celebramos la Natividad de San Juan Bautista, patrono de nuestra orden. La fiesta cae el 24 de junio – o sea ayer – pero este año la iglesia universal la celebró el 23  porque este año la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús ocurrió ayer. Hoy se celebra el Corazón Inmaculado de María. Sin embargo, presumiendo de la gentileza de María, celebramos la Misa de la Natividad de San Juan Bautista.

Que tengamos presente en esta Misa el alma del recién fallecido Fra Mario Luzzago. Que en paz descanse. Y también oremos por Fra John Dunlap, que el Señor le ayude.

Juan el Bautista fue como una voz que clamaba en el desierto: "Preparen el camino del Señor." Y aunque hayan pasado muchos años desde que Juan apareció, nos conviene escuchar esa voz que clama, pues nosotros también vivimos en un desierto. Como el Papa Benedicto dijo a los jóvenes en una de las jornadas mundiales: "En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado...?"

Cuáles son las cosas que anhelamos: amor que perdura, oportunidad para compartir dones, unidad basada sobre la verdad, comunión que respeta la libertad del otro. Se puede resumir diciendo que queremos tres cosas: la verdad, el bien y la belleza. Sin embargo, dijo el Papa Benedicto, "la elección en si misma se convierte en bien, la novedad se hace pasar como belleza y la experiencia subjetiva suplanta a la verdad." Esas cosas no son malas en sí, pero quedarse con ellas es como sacar humedad de la arena seca del desierto. No va a satisfacer la sed que tenemos, no puede llenar el vacío que sentimos.

Juan clama – no solo en el desierto de Galilea sino también en el de nuestras vidas. Y su mensaje es la conversión – su palabra, como es palabra de Dios, es como espada de doble filo. Una espada no para herirnos sino para curarnos. Pero sí, necesitamos dejarnos ser retados por la Palabra de Dios – para que así podamos ser convertidos. Sin la conversión, no llegaremos a ser esa "luz de las naciones", para que la salvación llegue “hasta los últimos rincones de la tierra".

Juan es la voz – pero reconoce que “ya viene detrás de mí uno que es más poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará con el Espíritu Santo.” O sea, Juan quiere que nosotros entendamos que solamente por Jesús y su Espíritu Santo encontraremos la belleza, el bien y la verdad que deseamos. Solo él puede darnos amor que perdura, libertad que respeta cada persona. En esto, Juan es un modelo para todos nosotros – su ministerio no es ocasión de engrandecerse él mismo. No habla de sí mismo sino del que viene. No deja que su figura esconda la figura de Cristo – allí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, nos dice. No habla diciendo: Soy yo quien mando, soy yo quien cuento. Al contrario, dice, es él que manda, es él que cuenta, es él y solamente es él que al quitar el pecado del mundo nos hace encontrar la belleza, el bien y la verdad que deseamos.

Ahora bien, tenemos que prepararnos el camino; el Señor vendrá, pero no a nuestra manera sino a su manera. Jesús es el Mesías – pero llegó de una manera inesperada. No como un caudillo – y hoy en día, parece que todavía queremos ser salvados por caudillos. Es un rey, pero nacido en un pesebre. Viene como un buen pastor – que no va a vivir de las ovejas, sino que dará su vida por las ovejas. O sea, no es el poder lo que redime, sino el amor.

Como el Papa emérito Benedicto XVI ha dicho: “Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres.”

Las damas y los caballeros de Malta, a través de sus obras caritativas y por la coherencia de sus vidas como católicos comprometidos, deben ser luces que señalan el camino a seguir para que uno pueda encontrar el bien, la belleza y la verdad que pueden satisfacer los deseos más profundos del corazón humano.

El distintivo de un caballero o de una dama de Malta es más que el manto que llevan, el distintivo es antes que todo el amor – el amor hacia Dios, el amor hacia el prójimo, sobre todo al prójimo enfermo o necesitado. Pidamos la gracia de Dios Nuestro Señor y la intercesión de Nuestra Señora de Filermo, de San Juan Bautista y del Beato Gerardo, fundador de la Orden, para que ustedes sepan buscar la perfección en la vida cristiana, de acuerdo con los deberes de su estado y el espíritu, tradiciones y legislación de la Orden. En esta Misa rezamos que la valentía y el ejemplo de San Juan Bautista nos enseñen cómo uno – con la gracia de Dios – pueda enderezar sus senderos y así vivir no por uno mismo sino por Dios.

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