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Columns | Friday, May 20, 2022

¡Que comience el Avivamiento Eucarístico!

Columna del Arzobispo Wenski para la edición de mayo 2022 de La Voz Católica

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En “El poder y la gloria”, la novela de Graham Greene sobre un sacerdote imperfecto atrapado en la violencia de la revolución mexicana anticatólica de la década de 1920, el protagonista corre de pueblo en pueblo como un hombre buscado: sus feligreses lo quieren para los sacramentos; sus perseguidores, para darle muerte frente a un pelotón de fusilamiento.

Tal es el poder y la gloria del Santísimo Sacramento, que evoca tanto el amor como el desprecio. Y esto no es solo materia de novelas; porque la vida real es más dramática que la ficción. Desde los tiempos de Nerón, cuando los cristianos de Roma se retiraban a las catacumbas para celebrar la Misa, los enemigos de la Iglesia sabían que para prevalecer en la lucha contra ella tenían que separar al pueblo de la Misa.

La asistencia a Misa es el principal indicador de la “identidad católica” —en otras palabras, ir a Misa es lo que nos hace católicos— o en las palabras más eruditas del Concilio Vaticano II, la Eucaristía “es la fuente y la cumbre de la vida cristiana”. Por eso, los pastores de la Iglesia insisten continuamente en la obligación de los fieles de asistir a Misa el día del Señor. Esta es una obligación grave que vincula a todos los católicos, y esta obligación es fácil de entender si recordamos cuán vital es el domingo para la vida cristiana.

Sin embargo, desde hace algún tiempo, una de las principales preocupaciones de los obispos y muchos otros ha sido la disminución de la fe y la falta de comprensión de la Eucaristía entre los católicos. Por esta razón, la Iglesia en los Estados Unidos está a punto de emprender un “Avivamiento Eucarístico” de tres años.

“El Misterio de la Eucaristía en la Vida de la Iglesia”, una carta pastoral aprobada por el cuerpo completo de obispos en noviembre de 2021, servirá como base para este Avivamiento Eucarístico que, con suerte, involucrará a los católicos de todo el país para profundizar su fe en la Presencia Eucarística de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. El Avivamiento culminará en un Congreso Eucarístico nacional en julio de 2024, en Indianápolis.

La Sagrada Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en el Santísimo Sacramento, es el regalo de Dios para la vida del mundo. Como Dios una vez alimentó a los hebreos que vagaban por el desierto en busca de la Tierra Prometida, Dios nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo, el “maná” del Nuevo Pacto, y el “alimento indispensable que sostiene mientras se atraviesa el desierto de este mundo, aridecido por sistemas ideológicos y económicos que no promueven la vida, sino que más bien la impiden; un mundo donde domina la lógica del poder y del tener, más que la del servicio y del amor; un mundo donde no raramente triunfa la cultura de la violencia y de la muerte.” (Papa Benedicto XVI).

Este milagro fue anticipado el Jueves Santo en la Última Cena y se realizó el Viernes Santo en el don sacrificial de Jesús: el don de su Cuerpo compartido por nosotros y el don de su Sangre derramada por nosotros y por la salvación del mundo. Este milagro es continuado a través de los tiempos —hasta que Él venga— por obra del Espíritu Santo en cada Misa, en la que la entrega de sí mismo por Jesús está siempre presente de nuevo.

San Agustín de Hipona (354-430) compuso este himno eucarístico, que resume por qué el Santísimo Sacramento es tan importante para nosotros los católicos. ¡Que comience el Avivamiento!

¡Oh sacramento de piedad!
¡Oh signo de unidad!
¡Oh vínculo de caridad!
Dulcísimo Jesús, ¡cuán feliz es quien está lleno de ti!
¡Cuán feliz quien se embriaga de ti!
Tal persona no quiere nada, sino el amor de Jesús.
Atraviesa, dulce Señor Jesús,
atraviesa las partes más internas de mi alma dulcísima
con la llaga gozosa y saludable de tu amor,
para que solo te adore, solo te desee,
y pueda adherirse siempre a ti,
y pueda poseerte para siempre.

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