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Columns | Monday, January 14, 2019

A�n queda mucho por hacer para proteger a los no nacidos

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A pesar de que nuestros periódicos nunca carecen de malas noticias sobre asesinatos, homicidios, violencia y odio, la mayoría de los inocentes que mueren en nuestro mundo, mueren en el anonimato y el silencio, sin denuncias ni lamentos, excepto el remordimiento tardío de sus madres. Los gritos de estos inocentes son gritos silenciosos: hablo del holocausto callado de millones de niños que son exterminados mediante abortos voluntarios: unos 60 millones tan sólo en este país desde la desafortunada decisión judicial en el caso de Roe v. Wade. En todo el mundo, el aborto es hoy la causa principal de muerte.

El aborto legalizado ha degradado nuestro respeto por la vida humana en todas sus etapas, ya que los criterios utilitaristas se aplican cada vez más para otorgar “valor” o para decretar “sin valor” a los seres humanos. Como advirtió el Papa San Pablo VI en Humanae Vitae hace 50 años, una “mentalidad anticonceptiva” que considera la fertilidad como una enfermedad a tratar, ha erosionado los cimientos de la familia al debilitar el matrimonio y destruir la confianza mutua entre hombres y mujeres, que es el cemento necesario que mantiene unida cualquier relación de pareja. El aborto, en lugar de proteger los derechos de las mujeres a sus cuerpos, protege los derechos de los hombres a los cuerpos de las mujeres.

Hemos llegado a la pendiente resbaladiza contra la que advirtieron los líderes pro-vida. La eutanasia, la llamada investigación terapéutica con células madre embrionarias, la clonación, han demostrado que Roe v. Wade se revela como la línea de falla de nuestra cultura, que amenaza el futuro de nuestra democracia. De hecho, la razón por la cual nuestra vida política es tan contenciosa hoy, y las divisiones partidarias son tan profundas, parte de Roe v. Wade. Esto se manifiesta públicamente cada vez que el Senado de los Estados Unidos tiene que votar sobre un candidato a la Corte Suprema. En la decisión sobre Roe v. Wade del 22 de enero de 1973, la Corte Suprema usurpó, prácticamente, el papel de la legislatura y, en un ejercicio de poder judicial crudo, impuso a toda nuestra nación el régimen de aborto más permisivo en todo el mundo occidental.

La manifestación anual pro-vida January March for Life se llevará a cabo este año el 18 de enero. Realizada todos los años en Washington, DC, con la participación de más de 100,000 personas, en su mayoría jóvenes, que desafían la lluvia, la nieve o el aguanieve, esta marcha desmiente la afirmación de algunos partidarios del aborto (editorialistas incluidos) de que el régimen de aborto permisivo iniciado por Roe v. Wade es “ley establecida”. Sin embargo, la esperanza que tienen los defensores de la vida en que los magistrados supremos lleguen a anular la decisión sobre Roe v. Wade, no pondría fin al aborto totalmente, pero devolvería la legislación a las legislaturas estatales, que son cada vez más pro-vida.

Nuestra nación rechaza cada vez más el aborto y Roe v. Wade a medida que los Estados continúan adoptando más limitaciones al aborto y ampliando las alternativas a su práctica. Pero, en La Florida, los tribunales invocaron el derecho a la privacidad establecido en nuestra constitución estatal para bloquear una buena ley que exigía un período de reflexión de 24 horas antes de la realización de un aborto. La amplia interpretación dada por el tribunal a la cláusula de privacidad de nuestro Estado, se deriva de un fallo de la Corte Suprema de la Florida, en 1989, contra una ley que exigía el consentimiento de los padres antes de que una menor de edad pudiera abortar, y plantea desafíos únicos a las leyes sobre el aborto en La Florida. Por lo tanto, incluso si la decisión sobre Roe v Wade fuera anulada, el Estado de La Florida podría mantener una política permisiva en cuanto al aborto. En una palabra, queda mucho por hacer (y muchas oraciones por ofrecer) para garantizar que cada niño por nacer sea bienvenido a la vida y protegido por la ley.

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