By Ana Rodriguez Soto - The Archdiocese of Miami
MIAMI | Dicen que cuando Miami estornuda, Haití se resfría. En el caso de Amor en Acción, cuando Haití padece, los misioneros del grupo en Miami sienten el dolor. Ha sido así durante gran parte de la existencia del grupo en las pasadas cuatro décadas, y se corroboró este mes, cuando el huracán Matthew azotó el borde occidental de la nación.
Días después de la celebración del 40 aniversario de Amor en Acción el 1 de octubre, el teléfono móvil de Teresita González, su directora ejecutiva, no dejaba de sonar. A través de What’sApp, vigilaba el bienestar de los diversos sacerdotes y religiosos que trabajan en Portde- Paix, la diócesis hermana de Miami.
Es la diócesis más pobre en la nación más pobre del hemisferio occidental, situada en el noroeste remoto, montañoso y abandonado con frecuencia. Amor en Acción es la única organización no gubernamental que opera en la región.
Pero Amor en Acción es mucho más que una ONG. Es un grupo católico de misioneros laicos. Y como tal, González recibía actualizaciones en tiempo real de la gente que ella y sus compañeros misioneros han visitado docenas de veces en las últimas décadas, personas que ahora sienten que son parte de una familia: la familia de Amor en Acción.
“Me ayuda a fortalecer mi fe”, dijo la Hna. Angelina Lebrón, “porque sé que no estoy sola. Es un vínculo de amistad fuerte, amistad desinteresada. Para mí, son mi familia, parte de mi familia”.
Donas en St. Michael
La Hna. Angelina, natural de Sevilla, España, es una religiosa de la congregación de las Franciscanas de la Esperanza que ha pasado la mayor parte de su vida trabajando en los barrios más pobres de la República Dominicana.
Ahí es donde el trabajo de Amor en Acción comenzó hace 40 años. Alicia Marill, la fundadora, había pasado un año en un barrio pobre en Santo Domingo, trabajando como misionera laica y catequista. Regresó a Miami con el deseo de continuar la relación y comenzó a vender donas después de las misas en St. Michael para recaudar fondos. El primer proyecto fue la compra de una tubería para llevar agua corriente a un vecindario. Recaudó 70 dólares.
Intrigada, otra feligresa, Gloria Alfonso, invitó a Marill a hablar en la reunión semanal de Cursillos en su casa. Ahí fue donde Marill conoció a Adriano García, co-fundador de Amor en Acción, que había regresado recientemente de una experiencia misionera de dos semanas con los jesuitas en la República Dominicana.
“Eran dos experiencias diferentes, pero nos conectábamos”, recordó Marill. A ambos pronto se unieron otros profesionales jóvenes, algunos cubanoamericanos como ellos mismos, algunos trasplantados de otros países de América Latina. Todos estaban bien formados en la Fe y participaban en sus parroquias o movimientos apostólicos. Todos se sintieron llamados a lo que el Papa Francisco describe como el “discipulado misionero”.
Más que caridad
Es algo más que simple caridad, explicó Marill. “No es dar a los pobres. Nunca decimos eso. Es por esta comunidad, personas que conocemos por su nombre, gente que visitamos, que hemos convivido con ellos”.
El discipulado misionero requiere una formación religiosa preexistente y el entendimiento de que eres un huésped en la casa de otra persona, como dijo el Arzobispo Thomas Wenski en su homilía durante la Misa de aniversario del grupo.
Tienen que “centralizarse en lo sagrado de esta relación”, dijo Marill. “Hay que cogerle amor al Evangelio. Y hay que estar abierto a leerlo en esas circunstancias”.
Tras decidirse por el nombre de Amor en Acción, el grupo comenzó a asumir pequeños proyectos en toda la República Dominicana. Continúan apoyando los programas de nutrición en las escuelas y para las familias necesitadas, recaudan vitaminas y suministros médicos para las pequeñas clínicas o “dispensarios”, y hasta comenzaron un programa para criar animales y una cooperativa de microcréditos en una parroquia rural.
También llevan grupos de misiones a los barrios cada verano. Hace años, durante una de esas misiones, Amor en Acción presentó el retiro de ETC (Encuentro Total con Cristo) en la República Dominicana.
El mismo día que sus miembros celebraban los 40 años en la iglesia de St. Dominic, en Miami, un grupo en La Vega participaba en el ETC #61, informó la Hna. Angelina.
“Ellos van y se quedan a trabajar en los barrios pobres”, dijo. “Lo de menos para mí es el aporte monetario. Es que ellos tienen puesto el corazón en aquel trabajo”.
Él de verdad nos llamó
Su obra en Haití comenzó en 1979. El segundo arzobispo de Miami, Edward A. McCarthy, quería establecer una relación de diócesis hermana con Portde- Paix, y se lo pidió a los misioneros de Amor en Acción.
“Él de verdad nos llamó”, dijo Marill. “Yo tenía miedo”. Haití representa un idioma diferente y una cultura diferente. “Dijimos que sí”.
En su primer viaje, fueron recibidos en Puerto Príncipe por el nuncio apostólico, que les presentó al ahora Obispo Emérito de Port-de-Paix, Francois Colimon. Él, a su vez, los puso en contacto con un diminuto y enérgico misionero montfortiano, el Padre Bonifacio Fils Aimé, quien se convirtió en el amado Pere Bo del grupo: guía, mentor e inspiración hasta su muerte en noviembre de 2014, a la edad de 90 años.
Marill recordó cómo Pere Bo les sentó en un jeep descapotado, colocó algunas hojas de plátano para protegerlos del sol, y los llevó a Port-de-Paix. “Experimentamos el polvo, el viento y la lluvia y viajamos durante nueve horas”, dijo.
Marill ya no puede realizar el viaje agotador, que toma casi el mismo tiempo décadas después.
Pero una nueva generación de misioneros sigue yendo, extendiéndose aún más a los pueblos como Móle Saint-Nicolas, en el extremo de la costa noroeste, un lugar al que sólo se puede llegar a través de una caminata de dos horas y que este mes sufrió lo peor de la furia de Matthew. “Seguimos siendo un grupo pequeño con grandes sueños”, dijo Marill.
Amor concreto
El Obispo Pierre Antoine Paulo, un misionero oblato que ha dirigido la diócesis de Port-de-Paix desde el 2001, dijo que su presencia en la diócesis significa “lo que significa el nombre Amor en Acción: un amor concreto, no un amor en palabras, sino en acción”.
Amor en Acción apoya 26 escuelas de la región, lo que incluye salarios para 162 maestros y comidas para 5,800 niños. Financia la construcción de escuelas, ayuda a la Oficina diocesana de Educación de Port-de-Paix con programas para la capacitación de los maestros, y apoya los esfuerzos de evangelización, así como la estación de radio católica.
Se asoció con el Center for Community Engagement (Centro para la Participación de la Comunidad) de la Universidad de St. Thomas para apoyar la cooperativa cafetalera Café Cocano e instalar paneles solares en el techo de la catedral de Port-de-Paix.
Además de pagar a los maestros y las comidas, su programa de escuelas hermanas vincula a escuelas católicas en Miami con escuelas católicas en Port-de-Paix, infundiendo un espíritu de conexión y misión en una generación más joven.
Lo mejor es que “llevan a Haití grupos de jóvenes para dialogar y comunicarse con los jóvenes de allá”, dijo el Obispo Paulo. “Ese intercambio entre jóvenes es muy bueno. Hay que incentivarlo más y más”.
Escuchar y ver
Aunque no es estrictamente una obra de caridad, y la financiación total que proporciona rara vez supera los $300,000 anuales, Amor en Acción logra un éxito consistente donde fallan los grupos grandes mejor financiados, especialmente en tiempos de desastre.
El secreto es escuchar, dijo Marill. “Nada logrará si usted tiene las soluciones. Pero si está abierto al aprendizaje, y escucha y ve, entonces podrá hacer algo”. Ofreció un ejemplo: Amor en Acción puede darle una lata de leche a una familia, pero en lugar de quedarse con ella, esa familia la comparte con sus vecinos.
“Tú hiciste una obra buena y ellos son los que terminan dándote una lección”, señaló Marill. “Hemos encontrado el rostro de Jesús en estos países, no porque son pobres, sino porque están empapados del espíritu de Dios”.
Este artículo has sido corregido después de haber sido publicado, para corregir el apellido de Sor Angelina. Es Lebrón, no Sobrón.
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