By Archbishop Thomas Wenski - The Archdiocese of Miami
El arzobispo Thomas Wenski public� esta columna el 29 de mayo en The Hill, una publicaci�n de Washington, DC, que informa sobre el Congreso de EE.UU. Ese mismo d�a, �l y otros obispos de Estados Unidos concelebraron una Misa para inmigrantes en St. Peter Church, cerca del Capitolio, y m�s tarde se reunieron con miembros de la C�mara de Representantes para instarles a aprobar una ley de reforma migratoria justa e integral este a�o. El Arzobispo Wenski es miembro del Comit� de Migraci�n de los Obispos de Estados Unidos.Como Arzobispo de Miami, una regi�n con m�s de un mill�n de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando una vida mejor, me sent� muy satisfecho y esperanzado cuando el Senado de EE.UU. aprob� un proyecto de ley bipartidista de reforma migratoria apoyado por la Conferencia de Obispos Cat�licos de EE.UU.
Pero eso fue hace casi un a�o. Desde entonces, el liderazgo de la C�mara de Representantes ha ofrecido una letan�a de retrasos y de excusas para la inacci�n y la obstrucci�n. Estos gimoteos pol�ticos contrastan con los gritos de dolor de las familias de inmigrantes rotas, que resuenan en las parroquias de todo el pa�s. Padres de hijos estadounidenses son deportados. Once millones de nuestros vecinos viven con el temor constante de perder a sus seres queridos, sus trabajos, su lugar en un pa�s que se ha convertido en su hogar.
Una naci�n de inmigrantes y un faro de la democracia sin duda puede hacer mejor las cosas. Ahora es el momento de que la C�mara de Representantes apruebe una reforma migratoria integral y con sentido com�n que es apoyada por el pueblo estadounidense y que la econom�a estadounidense necesita.
La cuesti�n no afecta s�lo a las comunidades de inmigrantes, sino que se trata de nuestros valores e identidad como naci�n. Mi padre emigr� de Polonia en un momento en que Estados Unidos ten�a no s�lo la libertad y la oportunidad que el mundo admiraba, sino tambi�n un sistema de inmigraci�n m�s funcional para las personas que, como �l, quer�an llegar a ser americanos. Los inmigrantes eran recibidos por la Estatua de la Libertad, no un muro imponente. El restablecimiento de esa oportunidad no es s�lo lo correcto, sino que es una forma sensata de mantener nuestro liderazgo global. Las comunidades de inmigrantes que he servido como sacerdote y obispo merecen el mismo trato que se le dio a mi padre, y todos nos beneficiaremos si el Congreso abre un camino hacia la ciudadan�a para ellos.
A pesar de los largos meses de retraso pol�tico en Washington, el compromiso de la Iglesia con la aprobaci�n de una reforma de inmigraci�n es inquebrantable. Durante la sagrada temporada de la Cuaresma en esta primavera, mientras los cat�licos reflexionaban acerca de la permanencia y los sufrimientos de Jes�s en el desierto, cinco de mis hermanos obispos celebraron una Misa en la frontera entre Estados Unidos y M�xico, en Arizona, en memoria de las miles de personas que han perecido durante el cruce a este pa�s. Los sacerdotes dieron luego el sacramento de la comuni�n a las manos extendidas a trav�s de los barrotes oxidados de la valla fronteriza. Fue una sombr�a manera de destacar que el sufrimiento y la muerte inscritos en el statu quo de nuestro sistema de inmigraci�n son innecesarios.
Hoy en d�a, observamos un momento m�s alegre en el calendario anual de la Iglesia: la Misa de la Ascensi�n, que conmemora la ascensi�n de Cristo al cielo despu�s de la resurrecci�n. Para celebrar la ocasi�n, cinco obispos �entre los cuales me cuento� vamos a concelebrar una misa en el Congreso para pedir a l�deres de la C�mara que voten de inmediato sobre la reforma migratoria, para traer alivio a las familias de inmigrantes que se encuentran atrapadas en las sombras y explotadas en el trabajo, y que viven con el temor constante de verse desgarradas por la deportaci�n. Con un simple voto en el Congreso, podemos liberar a 11 millones de personas de la vida de riesgo, sufrimiento y vulnerabilidad que ahora padecen.
Creo que el presidente de la C�mara, (John) Boehner (republicano de Ohio) sabe que la aprobaci�n de una reforma migratoria integral es lo que se debe hacer, y que hay suficiente gente de buena voluntad en la C�mara para lograr que se haga. Lo que queda por ver es si estos legisladores comprenden la apremiante urgencia de la situaci�n. Las cr�ticas de la base partidista podr�an pesar m�s que la dif�cil situaci�n de un monaguillo cuyo padre espera ser deportado, pero �que es m�s importante?
Para los legisladores cat�licos, en particular, ya no hay ninguna ambig�edad moral en esta pregunta. Adem�s de las palabras y las oraciones de la gente como yo, espero que escuchen las voces de los otros l�deres de la Iglesia: los sacerdotes que dirigen las escuelas cat�licas que sirven a los inmigrantes; las Hermanas que ponen a los ni�os de padres deportados en hogares de crianza; el Papa Francisco, que condena una �globalizaci�n de la indiferencia� que cobra vidas de inmigrantes; y el Evangelio mismo.
Todas esas voces somos una sola voz: Reformen nuestro sistema de inmigraci�n, saquen a nuestro pr�jimo de las sombras, y vuelvan a poner a nuestra naci�n en un camino que honre nuestras m�s dignas tradiciones y nuestros m�s altos ideales.
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