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Columns | Saturday, June 21, 2014

Saquen a nuestro pr�jimo de las sombras

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El arzobispo Thomas Wenski public� esta columna el 29 de mayo en The Hill, una publicaci�n de Washington, DC, que informa sobre el Congreso de EE.UU. Ese mismo d�a, �l y otros obispos de Estados Unidos concelebraron una Misa para inmigrantes en St. Peter Church, cerca del Capitolio, y m�s tarde se reunieron con miembros de la C�mara de Representantes para instarles a aprobar una ley de reforma migratoria justa e integral este a�o. El Arzobispo Wenski es miembro del Comit� de Migraci�n de los Obispos de Estados Unidos.

Como Arzobispo de Miami, una regi�n con m�s de un mill�n de inmigrantes que llegaron a Estados Unidos buscando una vida mejor, me sent� muy satisfecho y esperanzado cuando el Senado de EE.UU. aprob� un proyecto de ley bipartidista de reforma migratoria apoyado por la Conferencia de Obispos Cat�licos de EE.UU.

Pero eso fue hace casi un a�o. Desde entonces, el liderazgo de la C�mara de Representantes ha ofrecido una letan�a de retrasos y de excusas para la inacci�n y la obstrucci�n. Estos gimoteos pol�ticos contrastan con los gritos de dolor de las familias de inmigrantes rotas, que resuenan en las parroquias de todo el pa�s. Padres de hijos estadounidenses son deportados. Once millones de nuestros vecinos viven con el temor constante de perder a sus seres queridos, sus trabajos, su lugar en un pa�s que se ha convertido en su hogar.

Una naci�n de inmigrantes y un faro de la democracia sin duda puede hacer mejor las cosas. Ahora es el momento de que la C�mara de Representantes apruebe una reforma migratoria integral y con sentido com�n que es apoyada por el pueblo estadounidense y que la econom�a estadounidense necesita.

La cuesti�n no afecta s�lo a las comunidades de inmigrantes, sino que se trata de nuestros valores e identidad como naci�n. Mi padre emigr� de Polonia en un momento en que Estados Unidos ten�a no s�lo la libertad y la oportunidad que el mundo admiraba, sino tambi�n un sistema de inmigraci�n m�s funcional para las personas que, como �l, quer�an llegar a ser americanos. Los inmigrantes eran recibidos por la Estatua de la Libertad, no un muro imponente. El restablecimiento de esa oportunidad no es s�lo lo correcto, sino que es una forma sensata de mantener nuestro liderazgo global. Las comunidades de inmigrantes que he servido como sacerdote y obispo merecen el mismo trato que se le dio a mi padre, y todos nos beneficiaremos si el Congreso abre un camino hacia la ciudadan�a para ellos.

A pesar de los largos meses de retraso pol�tico en Washington, el compromiso de la Iglesia con la aprobaci�n de una reforma de inmigraci�n es inquebrantable. Durante la sagrada temporada de la Cuaresma en esta primavera, mientras los cat�licos reflexionaban acerca de la permanencia y los sufrimientos de Jes�s en el desierto, cinco de mis hermanos obispos celebraron una Misa en la frontera entre Estados Unidos y M�xico, en Arizona, en memoria de las miles de personas que han perecido durante el cruce a este pa�s. Los sacerdotes dieron luego el sacramento de la comuni�n a las manos extendidas a trav�s de los barrotes oxidados de la valla fronteriza. Fue una sombr�a manera de destacar que el sufrimiento y la muerte inscritos en el statu quo de nuestro sistema de inmigraci�n son innecesarios.

Hoy en d�a, observamos un momento m�s alegre en el calendario anual de la Iglesia: la Misa de la Ascensi�n, que conmemora la ascensi�n de Cristo al cielo despu�s de la resurrecci�n. Para celebrar la ocasi�n, cinco obispos �entre los cuales me cuento� vamos a concelebrar una misa en el Congreso para pedir a l�deres de la C�mara que voten de inmediato sobre la reforma migratoria, para traer alivio a las familias de inmigrantes que se encuentran atrapadas en las sombras y explotadas en el trabajo, y que viven con el temor constante de verse desgarradas por la deportaci�n. Con un simple voto en el Congreso, podemos liberar a 11 millones de personas de la vida de riesgo, sufrimiento y vulnerabilidad que ahora padecen.

Creo que el presidente de la C�mara, (John) Boehner (republicano de Ohio) sabe que la aprobaci�n de una reforma migratoria integral es lo que se debe hacer, y que hay suficiente gente de buena voluntad en la C�mara para lograr que se haga. Lo que queda por ver es si estos legisladores comprenden la apremiante urgencia de la situaci�n. Las cr�ticas de la base partidista podr�an pesar m�s que la dif�cil situaci�n de un monaguillo cuyo padre espera ser deportado, pero �que es m�s importante?

Para los legisladores cat�licos, en particular, ya no hay ninguna ambig�edad moral en esta pregunta. Adem�s de las palabras y las oraciones de la gente como yo, espero que escuchen las voces de los otros l�deres de la Iglesia: los sacerdotes que dirigen las escuelas cat�licas que sirven a los inmigrantes; las Hermanas que ponen a los ni�os de padres deportados en hogares de crianza; el Papa Francisco, que condena una �globalizaci�n de la indiferencia� que cobra vidas de inmigrantes; y el Evangelio mismo.

Todas esas voces somos una sola voz: Reformen nuestro sistema de inmigraci�n, saquen a nuestro pr�jimo de las sombras, y vuelvan a poner a nuestra naci�n en un camino que honre nuestras m�s dignas tradiciones y nuestros m�s altos ideales.

Comments from readers

Lisa - 06/27/2014 09:53 PM
Thank you, Archbishop Wenski, for drawing our attention to this. May all of our conversations on immigration be prefaced with the recollection that Jesus, Mary and Joseph lived in the shadows as refugees in Egypt. Thanks be to God for all who treated them with charity!

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