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Columns | Monday, September 30, 2013

En la Am�rica Latina, la fe se ha hecho cultura

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Hace más de 500 años, la historia de la humanidad cambió de una sola vez. Con la llegada de Colón a estas tierras, el mundo se engrandeció y al mismo tiempo se achicó. Más tierras, más pueblos, más culturas se dieron a conocer, y al mismo tiempo, gracias a los avances en las ciencias y los modos de transporte y comunicación, esas tierras, esos pueblos, esas culturas se encontraron, y de esos encuentros nació algo nuevo: ese algo nuevo que llamamos la hispanidad.

En el mes de la Hispanidad, celebramos este encuentro de dos mundos. Cuando una mujer da a luz, hay dolor pero también alegría. Al contrario de quienes dicen que no hay nada que celebrar porque los europeos hayan “descubierto” estas tierras, nosotros sí encontramos motivo para celebrar. Podemos celebrar este encuentro con alegría y con esperanza. Lo celebramos con todas sus luces y sombras. Pues, con la fe que es también un legado feliz de este encuentro, podemos afirmar con San Pablo: “Todo lo puedo con el que me da fuerza”.

Fotógrafo:

‘Los hispanos representan una gran oportunidad y una gran esperanza para la sociedad de los Estados Unidos y para la Iglesia Católica en América.’ –Arzobispo Thomas Wenski
La historia de las Américas es historia de conquistas, de guerras y de miseria. Es historia de racismo y de imperialismo. En las historias escritas sobre este nuevo continente sobran ejemplos del egoísmo, de la avaricia y de los demás pecados capitales, que son la herencia del pecado original de nuestros primeros antepasados, Adán y Eva. La historia es todo esto, pero es más que esto. 

Tenemos que ir más allá de esta corriente negativa que existe en algunos sectores, que se interesan más por explotar el desacuerdo que en contar con los logros cotidianos de nuestros pueblos. La historia de nuestros pueblos es también una historia santa, una historia de fe, de esperanza y de caridad. Si queremos entender lo que es la hispanidad, es necesario no sólo ver las faltas, sino también exaltar la solidaridad; es necesario poner de relieve las grandes bendiciones.

El beato Juan Pablo II dijo en varias ocasiones que el hombre no se puede entender sin Cristo —pues Cristo, siendo verdadero Hombre y verdadero Dios, nos da a conocer quién es Dios y quién es el hombre. Así también, no podemos llegar a entender lo que es la hispanidad sin tomar en cuenta el evangelio. En la América Latina, la fe se ha hecho cultura. Y es una cultura católica. Afirmar esto no quiere decir que no reconozcamos que esa cultura tiene que purificarse cada vez más, ni tampoco quiere decir que es suficiente que la cultura tenga un toque católico. También hace falta que cada uno tenga una fe personal, una fe convencida, y una fe coherente: una fe que se manifieste a través de la caridad cristiana, o sea de un amor que sea fruto de una conversión sincera.

Y aquí y ahora, en los Estados Unidos, ese encuentro de culturas iniciado con la llegada de Colón hace más de 500 años continúa en el encuentro del mundo hispano con el mundo anglosajón. 

Los hispanos ya son la minoría más grande en los Estados Unidos. Los hispanos son actualmente el grupo más grande de católicos —bautizados, si no practicantes— en este país. Tomados como un todo, los hispanos representan una gran oportunidad y una gran esperanza para la sociedad de los Estados Unidos y para la Iglesia Católica en América. Sus valores están formados por su cultura religiosa católica. Y por eso, creo que los inmigrantes hispanos pueden renovar la sociedad norteamericana, porque representan un antídoto contra el individualismo y el relativismo moral que ha infectado la cultura popular en este país. 

Los inmigrantes, y los hispanos en particular, que buscan una oportunidad económica en esta nación, aún creen en el “sueño americano”. Creen que con el trabajar duro y con el aprovechamiento de las oportunidades que el país ofrece, uno puede llegar a superarse. Esto se refleja en todos los niveles económicos, desde el profesional hasta el humilde trabajador migrante. Se refleja particularmente en aquéllos de cuyas contribuciones y utilidad potencial a la sociedad norteamericana, muchos dudan; concretamente, de los inmigrantes pobres, que toman los trabajos que los estadounidenses no quieren.

En la vida cotidiana del hispano aquí en los Estados Unidos, vemos un testimonio vivo de esas palabras de San Pablo: “Todo lo puedo con el que me da fuerza.”

Comments from readers

Rolando Rodriguez, OFS - 10/08/2013 11:57 AM
Estimado Excelencia y querido hermano,
Thank you for reminding us of Jesus' words, "That they all may be one," and of our national moto, "E pluribus unum."
Paz y Bien, Rolando.

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