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Homilies | Friday, May 04, 2012

Misa de Apertura Conferencia de la Divina Misericordia

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Homilia por Mons. Thomas Wenski en la Misa de Apertura Conferencia de la Divina Misericordia el virnes, 4 de mayo, en la Parroquia de Little Flower en Coral Gables.

"No dejes que se turbe vuestro coraz�n. Tened fe en Dios y tened fe en m�.� Estas palabras dichas por Jes�s a sus disc�pulos poco antes de su dolorosa pasi�n se dirigen tambi�n a nosotros - y a la gente de nuestro mundo contempor�neo.

Vivimos en un mundo en el que los corazones de muchos est�n realmente preocupados. Nos turben muchas, muchas cosas: la amenaza de la guerra y el terrorismo, la inestabilidad de nuestra econom�a, las dificultades que experimentamos en nuestros matrimonios, los desaf�os de criar bien a nuestros hijos, estamos preocupados por las desilusiones y las tragedias a las que nos enfrentamos todos los d�as en "este valle de l�grimas�.

Lo que turbe a nuestros corazones es b�sicamente el miedo o el temor. A veces este miedo nos paraliza en la indiferencia, otras veces el miedo nos lleva a tomar malas decisiones. Algunos podr�an proyectar este miedo a otras personas - culpamos a otros por nuestras inseguridades y arremetemos contra ellos en la ira. �No es la ira persistente que sentimos hacia el extra�o, el inmigrante, especialmente los indocumentados, una proyecci�n de nuestros miedos en un mundo posterior al 9/11? Otros pueden internalizar sus temores en detrimento de la salud o su capacidad para vivir en comuni�n con los dem�s. �No explica este miedo internalizado nuestros vanos intentos de "automedicarnos", mediante el recurso a las drogas, al sexo, a la b�squeda sin sentido de placer o de poder sobre los dem�s?

Pero en la ra�z de todos los miedos est� el miedo de no ser amado y de no ser digno de ser amado. Pero, Jes�s dice: El miedo no sirve para nada lo que se necesita es la confianza. "Jes�s, conf�o en ti." El ant�doto para todos los miedos es la confianza, la confianza en Jes�s, la confianza en el poder de su misericordia. Este es el mensaje de la Divina Misericordia - el mensaje dado a Sor Faustina para los corazones turbados por los temores de muchos.

Por supuesto, como comentara el Papa Pablo VI: nuestra �poca ha perdido su sentido del pecado. Sin embargo, incluso cuando tratamos de negar la realidad del pecado en nuestras vidas, no escapamos a las consecuencias de nuestros pecados. La paga del pecado, aun cuando no admitimos que pecamos, incluso cuando tratamos de excusar nuestros pecados - es como nos recuerda San Pablo, la muerte. Incluso cuando no nos reconocemos pecadores, experimentamos la paga del pecado, experimentamos el sabor amargo de esa muerte en nuestros miedos, el miedo de no ser amado, y de no ser digno de ser amado.

Sor Faustina era una simple monja en Polonia. Durante la primera mitad del siglo 20, tuvo una serie de experiencias m�sticas en la que recibi� una serie de revelaciones que han dado lugar a la devoci�n cada vez m�s popular de la Divina Misericordia. En su Diario, escribe c�mo ella escuch� a Jes�s pedirle "... contarle al mundo entero acerca de Mi misericordia inconcebible... Que ning�n alma tema acercarse a M�, aunque sus pecados sean como escarlata.... La humanidad no encontrar� la paz hasta que se vuelva a la Fuente de Mi Misericordia�. (Diario 699)

Sor Faustina es para nuestro tiempo y para nuestra �poca el Ap�stol de la Divina Misericordia. Como el Beato Juan Pablo II sol�a decir, no hay coincidencias, pero s�lo la providencia de Dios. Y as�, no fue una coincidencia que la primera santa canonizada en el nuevo milenio fue Faustina Kowalska. . Con motivo de su canonizaci�n en el a�o 2000 en el Segundo Domingo de Pascua, la Congregaci�n para el Culto Divino decret� que a partir de ese momento que �ste, el �ltimo d�a de la octava de Pascua, tambi�n se conociera como Domingo de la Divina Misericordia, para que este d�a fuera "... una invitaci�n perenne para el mundo cristiano afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que la humanidad va a experimentar en los pr�ximos a�os". Podemos enfrentar y superar todos los miedos - ya que somos dignos de ser amados, porque Dios nos cre� por amor. Desde la cruz, Cristo abre sus brazos para abrazar a cada uno de nosotros. En Cristo, que dio su vida por nosotros, somos amados.

El evangelio del Domingo de la Divina Misericordia nos habla de la aparici�n del Se�or Resucitado a sus ap�stoles que, a causa de sus temores se hab�an escondido detr�s de las puertas cerradas de ese cen�culo donde hab�an compartido en su �ltima Cena. El Regalo de Pascua de Jes�s a sus ap�stoles fue "paz" - y, entonces, les otorg� el poder de ser ellos mismos constructores de paz, d�ndoles la autoridad para perdonar todo pecado arrepentido.

A quien perdonen sus pecados, les ser�n perdonados". Jes�s mostr� su poder sobre el pecado y la muerte no s�lo cuando el Domingo de Pascua se levant� de la tumba, tambi�n muestra su poder cuando nos eleva de la muerte del pecado a trav�s del Sacramento de la Penitencia, el tribunal de su Divina Misericordia.

La fiesta de la Divina Misericordia y la devoci�n popular de la coronilla asociada a ella - nos ayuda a entrar m�s profundamente en el misterio pascual de la muerte y resurrecci�n de nuestro Se�or y pone de relieve la primac�a de la gracia en la historia de nuestra salvaci�n. La salvaci�n no es algo que "merecemos", es totalmente un don, un regalo dado por el amor insondable de Dios. Como el Papa Benedicto XVI ha dicho, nadie es un accidente. Cada uno de nosotros es el resultado de un pensamiento de Dios - y por eso cada uno de nosotros es amado, porque en los ojos de Dios cada uno de nosotros es adorable.

Como nos recuerda la imagen de la Divina Misericordia que fue pintada de acuerdo a las instrucciones de Santa Faustina, la misericordia de Dios es m�s que una idea abstracta. La misericordia de Dios tiene un nombre, la misericordia de Dios tiene un rostro: el nombre y el rostro es el de Jesucristo que nos am� "hasta el final". Incluso en su estado resucitado, el cuerpo humano del Hijo de Dios a�n lleva las heridas de su pasi�n y muerte como un testimonio de la amplitud y profundidad de su amor por nosotros.

Ning�n pecado, ning�n delito, ning�n acto de depravaci�n est� m�s all� del poder de su amor, de su misericordia. Jezu, ufam tobie, Jes�s, I trust in you, Jes�s, confio en ti. Con esa confianza, buscamos esa misericordia en el Sacramento de la Penitencia, el regalo de Pascua de Jes�s para su Iglesia. Su misericordia nos restaura a la vida liber�ndonos de la tumba de nuestra l�stima y odio de nosotros mismos, de nuestros resentimientos y nuestros rencores. Jes�s es el camino que nos conduce fuera de la prisi�n de nuestros miedos y nuestras angustias. Jes�s nos dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por m�.� "Por su dolorosa pasi�n, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.�

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