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Columns | Wednesday, March 09, 2011

La Cuaresma: un �no� a nosotros mismos, y un �s� a Dios

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Mois�s condujo a los hebreos desde la esclavitud de Egipto hacia la libertad de la Tierra Prometida. Durante 40 a�os, erraron por el desierto. La temporada de Cuaresma dura s�lo 40 d�as simb�licos, pero, si vivimos su esp�ritu con provecho, debe significar un �xodo tambi�n para nosotros, pues la Cuaresma nos desaf�a a salir de nosotros mismos para que podamos abrirnos �con un confiado abandono� al abrazo misericordioso de nuestro Padre amoroso y compasivo.

Al mismo tiempo, la observancia provechosa de la Cuaresma nos ayudar� a abrirnos a otros en sus necesidades, de modo que, habiendo experimentado la misericordia de Dios, aprendamos c�mo ser misericordiosos. La Cuaresma, por lo tanto, es un llamado para que aquellos de nosotros que nos hemos centrado excesivamente en nosotros mismos, que nos hemos vuelto demasiado conscientes de nosotros mismos, nos centremos m�s en Cristo y nos volvamos m�s conscientes de Cristo.

Nuestra jornada cuaresmal es tambi�n una conmemoraci�n de nuestro bautismo. El bautismo, es un �paso� o sea �pascua� de la muerte hacia la vida, de la esclavitud hacia la libertad, del �Egipto� de este mundo hacia la Tierra Prometida del reino de Dios. Haber querido ser bautizado fue haber querido ser santo. Por esta raz�n, en el Domingo de Pascua todos seremos llamados a renovar nuestras promesas bautismales. Renovar nuestras promesas bautismales, por lo tanto, significa volver a comprometernos con esa b�squeda de la santidad que debe ser lo que nuestra vida en Cristo signifique para nosotros como cristianos, como cat�licos. Si buscamos la santidad, como el Papa Juan Pablo II nos record�, entonces �ser�a un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida seg�n una �tica minimalista y una religiosidad superficial.� Con ese fin, la Iglesia nos propone algunas tareas espec�ficas durante estos 40 d�as: orar, ayunar y dar limosnas. Yo dir�a que estas tres tareas son como las patas de un tr�pode: nuestra observancia de la Cuaresma debe apoyarse en las tres patas. Mediante la oraci�n, el ayuno y las limosnas, debemos trabajar para resolver �aquellos contrasentidos� de nuestra vida que nos apartan de la b�squeda de la santidad.

Tenemos que orar �pues toda relaci�n s�lo puede crecer mediante la comunicaci�n. Nuestra amistad con Dios se enfriar� si no Le hablamos en ese di�logo que es la oraci�n.
Tenemos que ayunar �pues antes de que podamos decirle �s� a cualquier cosa o a cualquier persona, tenemos que ser capaces de decirnos �no� a nosotros mismos; de otro modo, nuestros apetitos derrotar�n a todas nuestras buenas intenciones.
Y tenemos que dar limosnas, incluso cuando �y quiz�s especialmente cuando� los pron�sticos econ�micos sigan siendo un poco sombr�os. Dar limosnas es una manera espec�fica de ayudar a los necesitados, a aquellos que han sido m�s afectados que nosotros por los reveses econ�micos. Es tambi�n una forma de abnegaci�n que nos libera de nuestro apego a los bienes terrenales. Despu�s de todo, no somos los due�os, sino los administradores de todos los bienes que poseemos.

La campa�a ABCD, que da apoyo a las obras corporales y espirituales de misericordia en nuestra Arquidi�cesis, es una de las maneras en que podemos distribuir nuestras limosnas. Apoyar la campa�a ABCD puede ser una forma eficaz de dar limosnas durante la Cuaresma, y a lo largo del a�o.

Decirnos �no� a nosotros mismos mediante alg�n tipo de ayuno y de limosnas durante la Cuaresma, decir �no� al h�bito de pecar mediante la confesi�n durante esta Cuaresma, no es sino ayudarnos nosotros mismos a decirle �s� a Dios, �s� a su misericordia y su compasi�n, �s� a Su plan para nuestras vidas �que consiste en liberarnos de la esclavitud del pecado para que recibamos la promesa de la nueva vida de la gracia.

Durante el �xodo de esta Cuaresma, miremos fijamente la imagen de Cristo traspasado en la cruz por nuestros pecados. Es desde la cruz, al dar su �s� al Padre, Jes�s nos revela en toda su plenitud el poder de la misericordia y el amor de nuestro Padre celestial. Su cruz sigue siendo el �nico medio para que hagamos ese �paso� hacia el misterio de Su misericordia y de Su amor �pues s�lo a trav�s de �l, con �l y en �l, gracias al agua y la sangre que se derramaron de su costado, nos reconciliamos con el Padre y alcanzamos el perd�n de nuestros pecados.

Comments from readers

Tim McDade - 03/09/2011 11:28 AM
An excerpt from his comments in the Foreword to "My Lenten Missal" by the Rt. Reverend Joseph F. Stedman; Confraternity of the Precious Blood, Copyrighted 1942, 1956, on Lenten Fasting;

" Abstaining from meat or fasting from food is only half. We leave this things in order to follow Christ. Take such food as is really necessary for the body, but give up what is not necessary. Even physical culturists insist that man does not need as much food as he believes. The Christian realizes that "appetite" must be curbed, because it constantly inclines to go beyond control. The man who is master of his stomach is finally master of his passions."

In light of Archbishop Wenski's column today I wanted to share this fitting affirmation written over 60 years ago.

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