Blog Published

Blog_spring_S


Cuando fui a Boston para el posgrado, estaba totalmente preparada para las coloridas hojas de otoño, la nieve del invierno y el calor del verano (el acondicionador de aire me había consentido en todos lados de la Florida, no así en Massachusetts). Sin embargo, lo que más me sorprendió fue caminar hacia las clases envuelta en mi abrigo, con sombrero y bufanda en un día soleado a finales de marzo, con nieve semiderretida aun en el suelo, y ver un solo narciso amarillo brillante que se abría paso a través del hielo persistente.

Había llegado la primavera.

A medida que avanzaban las semanas, más narcisos y luego tulipanes asomaban sus cabezas brillantes sobre la nieve que se derretía, y me sonreían mientras pasaba a su lado. Aparte de las ocasionales flores de las orquídeas, no crecí viendo mucha evidencia de la primavera aquí en el sur de la Florida; acá la primavera sólo parece un preludio al calor del verano.

Esas hermosas floraciones que brotaban de la tierra morena me recordaron que "hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el cielo" (Eclesiastés 3).

Pasados más de 15 años desde la primera vez que vi narcisos, estoy más consciente de cómo experimentamos las estaciones en la vida, especialmente en el matrimonio y la crianza de los hijos. A veces los niños se comportan y cooperan, y sentimos el toque de confianza de la primavera; en otras ocasiones, ellos (¡y nosotros!) cambiamos, adaptándonos y experimentando los dolores del crecimiento, como los colores y las hojas que caen en el otoño. En otros momentos, todos parecemos estar en un bajón, y abundan las actitudes frías inclementes, como el invierno. Y a veces nos reímos, la pasamos bien y es divertido, como el verano.

Como madre y como esposa, tengo la tentación constante de pensar que mi esposo o mis hijos siempre serán de cierta manera. Sin querer, etiqueto al niño inquieto, al hablador, al estudioso, al tímido, y así sucesivamente. Incluso me etiqueto a mí misma, y por lo general tampoco con las etiquetas más amables.

Pero, ¿no nos ha dicho el Señor: "Ahora todo lo hago nuevo" (Ap 21, 5)? ¿No renacemos siempre en luz y el amor de Cristo, renovándonos continuamente y tratando de ser como Dios nos hizo? La oscuridad y la melancolía siempre dan paso a la luz y a la renovación pero, así como el suelo permitió que brotara el narciso, también debemos permitir que Dios nos cultive para que sus frutos y flores crezcan en nosotros.

Jesús no se quedó en la cruz y no se quedó en la tumba. Resucitó por todos nosotros para que pudiéramos nacer de nuevo en Él. Este renacimiento y esta renovación son un regalo precioso que se nos ofrece a diario, pero a veces necesitamos pasar por la oscuridad fría del invierno y la muerte para renacer en primavera.La Iglesia, en su sabiduría, también creó el calendario litúrgico, con sus estaciones de regocijo y luto, festejos y ayunos, para invitarnos a participar plenamente en estas estaciones cambiantes, tanto en el ámbito físico como espiritual. ¡Qué gran regalo!

Durante esta Pascua, recordemos que estamos llamados a un crecimiento continuo y cercano a Cristo, a experimentar una nueva primavera de vida en Él.

"Levántate, compañera mía, hermosa mía, y ven por acá, paloma mía. Acaba de pasar el invierno, y las lluvias ya han cesado y se han ido. Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra" (Cant 2, 10-12).

Powered by Parish Mate | E-system

This site is protected by reCAPTCHA and the Google Privacy Policy and Terms of Service apply