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Esta es la tercera de una serie de cuatro partes sobre el Año Ignaciano, que comenzó el 20 de mayo de 2021 y terminará en julio de 2022. 

3. Eclesial

San Ignacio no fue católico “a su manera” como dicen aquéllos que no se sienten particularmente vinculados a la Iglesia. Nuestro santo tenía gran fe en la Iglesia a la que llamaba “la vera esposa de Cristo, que es nuestra santa madre Iglesia jerárquica” (EE. 353). Jamás se le ocurrió contraponer a Cristo y a la Iglesia ni tampoco distinguir entre Iglesia institucional e Iglesia carismática. Para él sólo hay una Iglesia. Y cree que “entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia, su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige para salud de nuestras almas” (EE. 365).

En su espiritualidad eclesial ocupa un lugar privilegiado el Papa. Su devoción a la sede petrina, en tiempos en que los Papas no estaban tan enfocados en su ministerio como los Papas ejemplares de ahora, dio origen a un cuarto voto especial de los jesuitas. Los profesos hacen voto de obediencia al Papa para las misiones.

Expresó su fe en el papel del Papa en la Iglesia con estas palabras: “Creemos que todos los fieles están sometidos al Romano Pontífice como a su cabeza y como a vicario de Jesucristo” (FI 4).

4. Eucarística:

Para todo católico la Eucaristía es “fuente y cima de la vida cristiana” (LG 11).

En el caso de San Ignacio esta gran verdad se vio reforzada por una experiencia mística que tuvo en la ciudad de Manresa en 1522. Leamos su testimonio: “Asistiendo a Misa un día, y alzándose el Corpus Domini, vio con los ojos interiores unos como rayos blancos que venían de arriba; y aunque esto, después de tanto tiempo, no lo puede bien explicar, todavía lo que él vio con el entendimiento fue cómo estaba en aquel Santísimo Sacramento Jesucristo nuestro Señor” (Aut. 29).

Su vida espiritual gravitaba en torno a la Santa Misa. Ya ordenado sacerdote, desde muy temprano comenzaba con oraciones preparatorias para la celebración. La víspera preparaba minuciosamente los libros litúrgicos. Vivía su Misa con tanta intensidad que rara vez celebraba en la iglesia grande, sino en una pequeña capilla asistido por un hermano jesuita de acólito. Durante la Eucaristía recibía ilustraciones profundas, algunas en relación con las Constituciones de la Compañía de Jesús que estaba escribiendo.

Su jornada laboral comenzaba tarde, pues según un testigo de 1555, San Ignacio se quedaba dando gracias en la capilla un par de hora más despueś de Misa.

5. Apostólica:

Toda espiritualidad católica es apostólica, incluso la de los monjes y monjas de clausura que no salen de los monasterios para servicios pastorales. Los contemplativos practican mayormente el apostolado de la oración y del sacrificio. Algunos incursionan en el apostolado del arte religioso y el de las publicaciones.

Existen institutos religiosos bien enfocados en la educación, en la atención a los enfermos y en otros ministerios bien concretos. La Compañía de Jesús, en cambio, abraza todo tipo de apostolado como se esboza de manera no exhaustiva en el primer documento fundacional: “Buscan la defensa y propagación de la fe en el provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana, sobre todo por medio de públicas predicaciones, lecciones, y cualquier otro ministerio de la Palabra de Dios, de los Ejercicios Espirituales, la doctrina cristiana de los niños y gente ruda, y el consuelo espiritual de los fieles, oyendo sus confesiones y administrándoles los otros sacramentos...” (FI 1).

El único ministerio que declinó San Ignacio fue el de gobierno de monjas. No lo hizo por misoginia, sino porque los intentos resultaron frustrantes. Sólo hubo una mujer que murió con votos de jesuita: Doña Juana de Austria, hermana menor de Felipe II, viuda del príncipe portugués Joao Manuel y madre del malogrado rey Don Sebastián.

6. Mariana:

Todo católico se profesa devoto de la Santísima Virgen María. No se trata de una devoción entre tantas, sino de una dimensión permanente en el culto y la vida de la Iglesia.

La Virgen María tuvo un papel muy importante en la conversión de San Ignacio, especialmente en lo referente a la virtud de la castidad. Él lo dice en su Autobiografía: “Estando una noche despierto vio claramente una imagen de Nuestra Señora con el santo Niño Jesús, con cuya vista por espacio notable recibió consolación muy excesiva, y quedó con mucho asco de toda su vida pasada…” (Aut 10)

San Ignacio contó mucho con la Virgen en la práctica de los Ejercicios Espirituales, sobre todo en los coloquios (Cfr EE. 63, 109, 147), y en el momento de una solemne oblación (cf. EE. 98).

El Año Ignaciano concluye el 31 de julio de 2022, día de su fiesta litúrgica. Pero el evento jubilar que se conmemora es el cuarto centenario de su canonización. La celebró el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622. Ese día también fueron canonizados San Felipe Neri, Santa Teresa de Jesús, San Isidro Labrador y San Francisco Javier.

Este blog se publicó originalmente como una columna en la edición de diciembre de 2021 de La Voz Católica.

Comments from readers

Thania Cespedes - 02/15/2022 11:13 AM
Gracias Padre Eduardo, Todos los que tenemos vocación por la justicia social en nuestros días tenemos en la espiritualidad jesuita una gran fuente de inspiración. Las enseñanzas de Jesús, siempre al lado de los descartados, se hacen vivas en la labor jesuita; tanto la de los sacerdotes consagrados como la de los laicos que trabajan intensamente en la lucha por la justicia social.
Enio Guillen - 02/14/2022 10:12 AM
Muchas gracias por tanta enseñanza de la palabra de Dios,cada día fortalezco más mi fe y conocimiento teniendo una base más profunda para amar Dios y cumplir con su palabra de luz,amor y la esperanza que perdone mis pescados para poder reunirme con el en el Reyno de los cielos

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