
Hogar y amor por aƱadidura
Monday, July 14, 2025
*Noris Capin
He llegado a la conclusión de que donde mejor se está es en la casa, en el refugio insondable que brinda el hogar. El mundo ha cambiado, la mayoría de la gente vive en una aceleración inmensurable, no hay vida. El hogar es el lugar adecuado para vivir en paz.
Cuando los días se van en un suspiro, de pronto sentimos que la vida es fugaz; que, sin darnos cuenta, estamos sumidos en un mundo diferente y apabullante. Sabemos que el mundo evoluciona; el ser humano, al igual progresa (o se atrasa), depende de cómo deseemos ver el desarrollo o el retraso, desde el intelecto, desde la fe y la justicia del ser.
Difícil es pensar que en todo existe un cálculo geométrico, infranqueable ¡No se entiende nada la vida! Todo está en jerigonza; es un sigilo salir airoso dentro de la vida que es el tiempo moderno de hoy: la Internet, las redes sociales, las mentiras; el decir las cosas a rajatabla, sin pensar, o sencillamente la gente no toma en cuenta la discreción, el ponerse un punto en la boca.
¿Y qué pasa con los ancianos que no saben manejar un ordenador sin saber qué decir y de qué hablar durante situaciones precarias? ¿Y que me dicen cuando se trata de llamar a la oficina de un médico? La espera es interminable. Si hay que llamar a algún lugar para resolver un problema, te aguantan en la línea del teléfono eternamente y, para llegar a una operadora, hay que estar de suerte. Los viejos no entienden eso.
Conducir por las calles llenas de autos a alta velocidad, me atrevo a decir que, si se va despacio, les tocan el claxon y después un insulto, un acelerón para causar miedo.
Yo me pongo en la piel de los ancianos que luchan por salir adelante, por dar la talla, por verse animados dentro de la vorágine que los abruma y que no los deja respirar. Dice la Palabra de Dios en Isaías 46:4: “Seguiré siendo el mismo cuando sean viejos; cuando tengan canas, todavía los sostendré. Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes; yo los sostendré y los salvaré”.
En ciertas ocasiones las personas se sienten extraviadas en un ambiente desconocido, frío, impersonal: la Internet. El cambio universal del ser humano está en cuestión.
La casa: refugio exclusivo para no vivir presos de la gente, de las barbaries que se dicen, del valor humano inexistente, es cómo para decidir no salir a la calle. El hogar para los ancianos es más que una casa, es el amparo y abrigo propio; la seguridad de saber que, en el hogar, la vida es más agradable y que nadie puede venir a decirles infamias o imponerles abusos. Es tu casa, mi casa.
El respeto que debemos tenernos a nosotros mismos y a los demás, especialmente a los ancianos, retumba en el firmamento en forma de alabanza en los atrios de Dios.
La atención que le debemos a las personas mayores, aquellos que viven en un cuarto o en un asilo de ancianos, repercute en mi mente y duele. No es lo mismo estar con la familia, reír, llorar o descansar sabiendo que hay un lugar donde la vida no se mide a través del tiempo o de los años.
El amor, por añadidura, es el premio del ser humano, el poder amar desde el corazón a otra persona, especialmente a nuestros padres, que son los pilares que levantaron nuestras vidas, es admirable.
Definitivamente, hay que ignorar todo lo que venga de fuera: la crítica, la burla, el mal comportamiento de los seres humanos; las insensibles palabras, el egoísmo, la crueldad que mata a los pueblos de buena fe: a ti y a mí. Dice la Palabra de Dios en Isaías 46:4: “Seguiré siendo el mismo cuando sean viejos; cuando tengan canas, todavía los sostendré. Yo los hice, y seguiré cargando con ustedes; yo los sostendré y los salvaré”. Palabra de Dios.