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En una entrevista reciente, el Papa León XIV abordó de frente los debates litúrgicos que han inquietado a la Iglesia durante décadas. Sus comentarios se caracterizaron por su claridad y equilibrio. Lamentó la tendencia a convertir la liturgia en un campo de batalla político, ya sea en disputas sobre la Misa tradicional en latín o en controversias en torno a la forma ordinaria. El recordatorio del Santo Padre fue sencillo pero profundo: la liturgia no está destinada a ser un escenario para ideologías, sino el lugar privilegiado donde los fieles se encuentran con el Dios vivo.

Es significativo que el Papa León no enfrentara una forma de la Misa con la otra. Señaló lo que muchos olvidan, que la forma ordinaria de la Misa puede celebrarse en latín con plena reverencia y dignidad. Al mismo tiempo, reconoció lo que ha provocado parte de la polarización: cuando la forma ordinaria se celebra de manera informal, con novedades o descuidando las rúbricas, muchos católicos buscan naturalmente la forma extraordinaria para encontrar el sentido de la oración y el misterio que buscan. Sin embargo, en lugar de considerar esto como una división permanente, el Papa León propuso una visión esperanzadora: si la Misa de Pablo VI se celebra con fidelidad y devoción, ¿sería realmente tan grande la diferencia espiritual entre las formas?

Esto no supone una ruptura con el Papa Francisco, quien en Traditionis custodes subrayó la fidelidad al Concilio Vaticano II como esencial para la unidad católica. El propio Francisco reconoció las “insoportables distorsiones” que han empañado las celebraciones de la liturgia. El Papa León lleva ese reconocimiento más allá, señalándonos no hacia una profundización de las divisiones, sino hacia la renovación. El camino a seguir sugiere, es recuperar la belleza, la reverencia y el sentido de lo sagrado que el Vaticano II imaginó y que los fieles siguen anhelando.

¿Por qué es esto importante? Porque la liturgia no es una cuestión secundaria. La Misa es la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia. Cuando se celebra mal, debilita la fe y aleja los corazones. Cuando se celebra con fidelidad y belleza, atrae a las personas hacia Cristo y fortalece a todo el Cuerpo. Una Iglesia dividida no puede evangelizar de manera convincente, pero una Iglesia que reza bien puede hablar con un solo corazón a un mundo fracturado.

Para nosotros, los sacerdotes, la responsabilidad es clara. La renovación de la Iglesia comienza con la renovación de nuestra vida litúrgica. Por eso me propongo enviar mensualmente notas litúrgicas, no para agobiar a mis hermanos sacerdotes con tecnicismos, sino para ayudar a perfeccionar nuestra práctica y mantenernos atentos a lo sagrado. Lex orandi, lex credendi: la forma en que rezamos determina la forma en que creemos. Si nuestro pueblo quiere encontrarse con Cristo, debe comenzar en el altar.

El llamamiento del Papa León es pastoral más que ideológico. No nos pide que discutamos sobre preferencias, sino que redescubramos la esencia: que la Misa, sea cual sea su forma, debe ser un verdadero encuentro con Cristo. Eso requiere fidelidad a los ritos de la Iglesia, reverencia en nuestros gestos, atención al silencio y humildad ante el misterio de la Eucaristía.

Para la mayoría de los católicos, la verdadera cuestión no es si la liturgia es en latín o en lengua vernácula, ni si es ordinaria o extraordinaria en su forma. La cuestión más profunda es si la liturgia despierta en ellos el asombro ante el Dios vivo. Si los sacerdotes nos acercamos al altar como si nada importara más, entonces nuestro pueblo sentirá que también es importante para ellos. Ofrecida con devoción, la Misa se convierte en lo que realmente es, la fuente de la vida cristiana y la cumbre de todo lo que hacemos.

Desde este punto de vista, las palabras del Papa León son más que un comentario sobre un debate. Son una llamada a la renovación. Las estrategias y los programas pueden servir a la Iglesia, pero no la salvarán. Lo que renueva a la Iglesia es Cristo mismo, presente en la Eucaristía, celebrada con fidelidad y amor.

Por eso es importante la entrevista del Papa León, no solo para la Iglesia en general, sino especialmente para nosotros como sacerdotes. La renovación de la liturgia es la renovación de la propia Iglesia. Y comienza de manera muy simple, pero profunda, con la forma en que celebramos el Santo Sacrificio de la Misa.

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Comments from readers

Carlos Cueto - 10/13/2025 03:22 PM
Thank you, Father Vigoa, for your customary insightful and wisdom-filled article. It seems to me that, sadly, the people of God - Catholic and non-Catholic - need a year-long catechesis on the Eucharist. In the process, the people need to be duly informed that God willed all the languages and marvels at the beauty of each. As such, there is NO language that is more holy than another nor is Latin holier than the Vernacular. In addition, it is no holier to receive communion kneeling than standing (the unworthy Apostles received it either sitting or reclining on the floor), and there are serious pastoral and sacramental errors in the Tridentine Mass, therein why Vatican II corrected them after Sacrosanctum Concilium. To note: Jesus did NOT celebrate the Last Supper with His back to the Apostles. In Christ, Carlos Cueto, D. Min
Coraly Maldonado - 10/13/2025 01:11 PM
Thank you Father Vigoa. I have a question: I've been attending the Traditional Latin Mass almost every Sunday for 11 years. However, I minister as an employee at a local parish and attend daily Mass and sometimes Sunday Mass there. Two things that I love in the TLM are that there are always altar servers (adds to reverence with the incense, processional cross, etc), and that there is a kneeler (altar step, pillow,or actual kneeler) to underservedly receive the Holy Communion. Why can't churches facilitate kneelers for those of us who wish to express utmost reverence to the Sacrament?
Valli Leone - 10/13/2025 12:11 PM
Thank you, Father Richard Vigoa, for this insightful article. As a 77-year-old Catholic who was raised from the Latin Mass to our present-day liturgy, I can see that your points are well taken. I am so grateful for the vernacular that we can listen to and personally, actively participate in. When we present ourselves for praise and worship as living sacrifices of our Lord, thanksgiving, healing and joy always prevail. I love the Word and Eucharist more and more with every passing day. Jesus is alive — and He never fails! ✝️⚓️💜

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