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La Semana Santa tiene algo asombroso. Cada año, recorremos el camino familiar: se agitan las palmas, se lavan los pies, se levanta una cruz en alto, y una tumba espera el amanecer. Sin embargo, cada año, algo parece nuevo. Lo que estamos experimentando no es una recreación. Es un regreso. Un regreso al corazón mismo de la fe de la Iglesia: el Misterio Pascual.

Pero esta jornada no es un invento reciente. La Semana Santa es tan antigua como la propia Iglesia, y no surge como un programa o plan, sino como la respuesta instintiva y orgánica de los cristianos a los acontecimientos salvíficos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.

Los primeros registros históricos de las celebraciones de la Semana Santa proceden del siglo IV. Uno de los testimonios más expresivos es la Peregrinatio Egeriae (Itinerario de Egeria), un relato viajero escrito por una monja española alrededor del año 381. En él, documenta su visita a las comunidades cristianas de Jerusalén, donde los fieles observaban una serie de liturgias elaboradas y con un profundo carácter devocional que se extendían desde el Domingo de Ramos hasta la Pascua. Describe, con gran detalle y cariño, cómo el obispo leía el Evangelio en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos: Getsemaní, el Calvario, el Monte de los Olivos, lo que daba vida a las escrituras en el tiempo y el espacio. Ya en aquel entonces, era una semana dedicada a ello.

Pero, antes de que la pluma de Egeria tocara el pergamino, las semillas de la Semana Santa ya brotaban en el suelo de la memoria cristiana primitiva. Ya en el siglo III, y posiblemente antes, había indicios de que la Iglesia en lugares como Egipto, Capadocia (actual Turquía) y Armenia se reunía para conmemorar la Pasión de Cristo. No eran semanas santas tan completas como las conocemos hoy en día, pero sin duda fueron el primer brote de lo que se convertiría en el momento más solemne y sagrado de la Iglesia.

En el siglo V, estas tradiciones se habían extendido hacia Occidente. En Roma y en toda Europa, la Iglesia comenzó a dar forma a la celebración del Triduo - los Tres Grandes Días - en una distintiva unidad litúrgica. Las procesiones con ramos de palma, el lavado de pies, la veneración de la Cruz, el encendido del fuego nuevo: todos estos elementos se añadieron gradualmente, en armonía entre Oriente y Occidente, las Escrituras y la tradición, el tiempo y la eternidad.

Los historiadores litúrgicos han señalado que el desarrollo de la Semana Santa no fue principalmente teológico, sino mistagógico, es decir, que tenía como objetivo introducir a los fieles en el misterio que celebraban. La Semana Santa fue, y sigue siendo, no solo un recuerdo de lo que hizo Jesús, sino una invitación a entrar en lo que Él hace ahora, en Su Cuerpo, la Iglesia. En este sentido, la semana no se trata de dramatización, sino de participación.

Hoy en día, los ritos de la Iglesia conservan la antigua forma de aquellos primeros siglos. Desde la solemne entrada en Jerusalén el Domingo de Ramos hasta la quietud del Sábado Santo, seguimos los pasos de innumerables generaciones. Las lecturas, los cánticos, los símbolos y los silencios están saturados de siglos de significado. Y, sin embargo, el poder de la Semana Santa no está en su antigüedad, sino en su inmediatez. Cristo sigue muriendo. Cristo sigue resucitando. Y lo hace por nosotros, aquí y ahora.

Mientras nos preparamos una vez más para vivir estos días sagrados, lo hacemos como herederos de una gran tradición, no solo de textos y rituales, sino de una memoria fiel, una memoria transmitida a través del tiempo, puesta a prueba por la persecución, moldeada por concilios, sustentada en monasterios, refinada a través de renovaciones, y continuada por creyentes comunes.

Esta es la semana que dio forma a la Iglesia.

Esta es la semana que nos define.

Vivámosla con reverencia, con alegría y con asombro.

Comments from readers

Xiomara Martinez - 04/17/2025 08:57 AM
Thank you Father Vigoa for reminding us of our rich faith and traditions. Great reflection. God bless you.
Petherson - 04/15/2025 05:06 PM
Such a great reflection on Holy Week. It really touches my heart. Thank you, Fr. Richard Vigoa. From Brazil!
Rafael Vazquez - 04/15/2025 11:02 AM
Muy bien explicado padre y nos invita a vivir esta Semana Santa diferente a nuestras creencias y Fe; buscando en nuestro interior las veces q he colaborado para crucificar a Jesús, las veces que hr llorado porque me siento solo y decepcionado con mi familia, las veces q me rindo y entrego toda mi confianza en Dios Padre, aceptando su Voluntad para luego sentirme resucitado. Preparandine hacia La Pascua
Sandra V Sedano - 04/15/2025 09:22 AM
Mil gracias Padre Vigoa por recordarnos la riqueza de nuestra Tradición y exhortarnos a vivir esta semana santa con el sentido verdadero.
Jacqueline Cecilia Grant - 04/14/2025 09:10 PM
I just started rereading James Monti's The Week of Salvation: History and Traditions of Holy Week, which mentioned this pilgrim, Egreria. I made a note to myself to learn more about her, so I loved reading this essay and making the connection. Thank you, Father V.
Rafael María Calvo Forte - 04/14/2025 05:42 PM
Gracias, P. Vigoa por este buen recuento histórico en español. Un abrazo.
Ana Rodriguez-Soto - 04/14/2025 01:54 PM
Thank you so much for this wonderful reflection on the history and meaning of Holy Week, Father Vigoa. It's also wonderful to see you as one of our regular bloggers!

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