By Teresa Fernandez Soneira - La Voz Católica

Fotógrafo: Courtesy
De izquierda a derecha: Ángel Gaztelu y José Lezama Lima.
Aunque es muy probable que lo haya visto y saludado varias veces en la parroquia del Espíritu Santo siendo aún una niña, cuando a veces iba a Misa los domingos con mi abuela paterna, no
fue hasta la década de 1980 en que lo conocí en Miami. Hacía poco tiempo que el P. Ángel Gaztelu había llegado de Cuba y desempeñaba su sacerdocio en la parroquia de San Juan Bosco junto al recordado P. Emilio Vallina. Alto y de complexión robusta, era locuaz, espontáneo, dinámico, simpático, y con un gran bagaje intelectual. Lo visité varias veces en San Juan Bosco, donde tuvimos largas conversaciones sobre sus poemas y publicaciones; las homilías para las Misas dominicales; sus vivencias en las iglesias donde había sido párroco en La Habana. Sabía de todo: desde pintura, arquitectura y escultura, hasta historia, literatura y música, sobre todo música sacra. Según me iba relatando palpé enseguida aquella nostalgia que nunca lo abandonó. Aquel vasco quería a Cuba tanto como yo. Lo había afirmado en una entrevista: “La cubanía se siente o no se siente... y yo sé que la siento profundamente”. (1)
Ángel Gaztelu Gorriti nació en Puente la Reina, Navarra, en 1914. En 1927, siendo todavía un adolescente, llegó a La Habana con su familia, y después de cursar la enseñanza primaria y el bachillerato, decidió abrazar la carrera eclesiástica en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, ordenándose sacerdote secular en 1938. Su primera asignación fue como profesor de latín y gramática española en el seminario, y aunque hubiera querido permanecer allí, pues como él decía “era en realidad lo que más me gustaba; dar clases y estar cerca de la biblioteca”(2), lo destinaron como párroco de la iglesia de San Nicolás de Bari, y después a la parroquia de Caimito del Guayabal, la cual reedificó luego de haber quedado destruida durante la Guerra de Independencia.
En 1941 es asignado a la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en Bauta. Gaztelu se lanza a la labor de reconstrucción y decoración de la iglesia. Habiendo sido erigida en 1792 en Corralillo, por deseo de feligreses canarios, tuvo que ser cerrada en 1835 debido a inundaciones en la zona, para construir otra en Bauta en 1845. Con la ayuda de artistas amigos, embellecería el templo con esculturas, vitrales y murales de gusto exquisito. Roberto Méndez Martínez, crítico de la obra del padre, ha señalado que Gaztelu fue “un pionero del arte moderno aplicado a la liturgia” (3). Disfrutaba tanto con este trabajo, que en 1956 emprende la construcción de la parroquia sufragánea de Nuestra Señora de la Caridad de Playa Baracoa.
Como era un hombre renacentista, además del arte y la arquitectura, a Gaztelu lo fascinaba la poesía.
Aunque escribía versos desde muy joven, sus trabajos literarios comenzaron en 1932, cuando su hermano Salvador estudiaba el bachillerato y tenía como compañero de clase a una persona con quien el padre haría una amistad que duraría toda la vida. Era el escritor José Lezama Lima. Por medio de Lezama empieza Gaztelu a conocer a las grandes personalidades de aquella época de oro de Cuba: Fina García Marruz, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Amelia Peláez, Gastón Baquero, René Portocarrero y muchos más. Oí a Cintio Vitier decir en una entrevista que lo de aquel grupo “fue una cosa mágica; empezamos a conocernos y formamos un grupo de amigos en el que el padre Gaztelu formaba parte fundamental”. Todos ellos ejercieron una notable influencia en la cultura en lo que sería la “época luminosa de la poesía cubana”, empleando las palabras de la periodista Hortensia Ruiz del Vizo (4). Así se constituyó el grupo Orígenes, algo que no se ha vuelto a dar en Cuba, y la parroquia de Bauta se convirtió en la sede del grupo, pues el P. Gaztelu invitaba a sus entrañables amigos a tertulias, celebraciones y banquetes.
Mons. Gaztelu, aunque todos le decían padre, escribe en varias revistas: Orígenes, Verbum, Espuela de Plata, Nadie Parecía. Con la ayuda de José Lezama Lima, publica en 1940 su libro de Poemas, y más tarde en 1955, Gradual de Laudes, prologado por Lezama Lima e ilustrado por René Portocarrero. Después, en 1994 sale a la luz su Poemario, y en 1997 el gobierno de Navarra, en España, su tierra de origen, incluye a Gaztelu en su Colección Literaria y publica una segunda edición del Gradual de Laudes, prologada por Gastón Baquero. Aunque no solamente escribe poesía religiosa, toda su obra emana de una raíz espiritual, de un “temblor del alma”. En ella está la naturaleza, el hombre y Dios, como en un fragmento de su hermoso “Romance frente a la bahía de La Habana”.
En 1957 Mons. Gaztelu es trasladado a la parroquia del Espíritu Santo, en La Habana Vieja, y como había hecho en las otras parroquias, se dispuso a restaurar la más antigua iglesia de La Habana, que data de 1635. Modificó el altar mayor, la pila bautismal, y colocó lucetas de colores en las ventanas, tal y como se usaban en las construcciones antiguas. Relató que los vitrales los había armado con medios puntos de las casas que iban derruyendo por los alrededores de la iglesia, y que él salvaba. Y también rescató los restos del Obispo Gerónimo Valdés, mandando a construir un bello sepulcro en piedra.
Por razones familiares, Mons. Gaztelu tuvo que emigrar a los Estados Unidos en 1984 y radicarse en Miami, donde continuó su labor pastoral en San Juan Bosco. Luego de una larga vida dedicada a Dios y a las artes, Ángel Gaztelu falleció en Miami, el 29 de octubre de 2003. Pienso que tal vez al morir se encomendó al Señor con las palabras de uno de sus más bellos poemas:
Y mi nombre, Señor, escríbelo con el fuego de tu sangre,
de tu sangre imborrable, más rica que la plata y el oro,
en el libro de la Vida.
Es todo lo que quiero pedirte, Amor, esta noche a la paz
de tus estrellas”.(5)
Yo siempre lo recordaré entusiasta, cándido y jovial, sentado a la mesa de comer en mi casa, paladeando un aromático pacharán (6) de su terruño natal, y conversando de todo, pero sobre todo de Cuba, sin prisas, como si el tiempo no contara.
NOTAS:
- “En el Umbral del Espíritu Santo”, Opus Habana, no. 2, vol. 1, enero- marzo 1997.
- Carlos Espinosa Domínguez: “El sacerdocio y la poesía”, Cubaencuentro, 18 abril 2014.
- Roberto Méndez Martínez: “Ángel Gaztelu, juramentado secular de La Habana”, Librinsula, Biblioteca Nacional José Martí, 2009.
- Hortensia Ruiz del Vizo: “La poesía del padre Gaztelu”, Diario las Américas, 12 junio 1987, p. 5A.
- Ángel Gaztelu: “Siento ahora golpes de agua en mi frente”, Espuela de Plata., La Habana, dic.-mar 1940.
- Licor de ciruelos anisado, característico de Navarra.
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