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Homilies | Friday, July 31, 2020

Desde jóven sintió la necesidad de consagrar su vida a Dios

El Arzobispo Wenski predicó esta homilía en el funeral del P. Rafael Pedroso

Homilía predicada por el Arzobispo Thomas G. Wenski en la Misa funeral del P. Rafael Pedroso, celebrada el 31 de julio de 2020 en la parroquia Our Lady of Guadalupe, Doral.

Hermanos y hermanas,

Una vez más nos reunimos para celebrar la vida de uno de nuestros sacerdotes y dar gracias por el don de su vocación y su entrega al servicio de Dios y de su Iglesia. Hoy, al ofrecer la Santa Misa por el eterno descanso de nuestro hermano en Cristo, el P. Rafael Pedroso, le pedimos al Padre de las misericordias que lo purifique de todas sus faltas y le haga disfrutar del lugar del consuelo, de la luz y de la paz en su Reino glorioso.

El arzobispo Thomas Wenski preside durante el funeral del P. Rafael Pedroso, sacerdote jubilado de la Arquidiócesis de Miami que fue pastor fundador de Santa Bárbara en Hialeah Gardens, el 31 de julio de 2020 en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Doral. El Padre Pedroso murió después de una larga enfermedad complicada por COVID-19.

Fotógrafo: Via Twitter @thomaswenski

El arzobispo Thomas Wenski preside durante el funeral del P. Rafael Pedroso, sacerdote jubilado de la Arquidiócesis de Miami que fue pastor fundador de Santa Bárbara en Hialeah Gardens, el 31 de julio de 2020 en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe en Doral. El Padre Pedroso murió después de una larga enfermedad complicada por COVID-19.

Es una oportunidad muy especial para agradecer al Buen Pastor por el fecundo y prolongado ministerio sacerdotal del P. Pedroso, y por todas las bendiciones que a través de él y por casi 56 años, tocaron a tantos corazones desde que fuera ordenado sacerdote. Unamos por tanto nuestra acción de gracias a las de todos aquellos que recibieron de sus manos los sacramentos de la Iglesia, así como el consuelo necesario y el consejo oportuno en medio de los retos de la vida.

Nacido en el poblado de Cascorro, Provincia de Camagüey, Cuba, un 1 de diciembre de 1935, desde joven sintió la necesidad de consagrar su vida a Dios, sintiéndose atraído por el carisma de Don Bosco. Admitido en la congregación salesiana y después de concluir su formación inicial en la Habana, Cuba, es enviado a Colombia para continuar sus estudios teológicos. Siendo ordenado sacerdote en Bogotá, el 24 de octubre de 1964, recibió la encomienda de trasladarse a la Republica Dominicana, lugar donde sería siempre recordado con afecto por su apreciada labor pastoral con los estudiantes de la Escuela Agrícola Salesiana, quienes supieron reconocer en él a un sacerdote entregado y cercano que marcaría sus vidas. 

Cuando en el año 1974 llega al sur de la Florida, inicia su labor pastoral como vicario de Santa María Estrella del Mar, en Cayo Hueso. De igual manera sirvió en la Divina Providencia, San Pedro y San Pablo, y Santísima Trinidad, hasta que en 1987 fue nombrado administrador de la recién erigida Parroquia de Santa Bárbara, en el oeste de Hialeah. Tiempo de esfuerzos, junto a una pequeña pero activa comunidad fundadora, que en poco tiempo fue creciendo en número y en ministerios, y que años después pudo ver hecho realidad el sueño de ver consagrado su nuevo templo. Con la satisfacción del deber cumplido, el P. Pedroso solicitó su retiro a la Arquidiócesis de Miami en el año 2000, aunque continuó ofreciendo su apoyo pastoral en diversas parroquias, y en los últimos tiempos, a pesar de las dificultades propias de su edad.

Hermanos y hermanas, la Palabra de Dios nos invita a recibir a Jesús en nuestras vidas como ese Pan bajado del cielo que quiere ser nuestro alimento en el camino hacia la casa del Padre. Un alimento que al recibirlo nos une en comunión de amor y de fe con Jesús, y también con todos nuestros hermanos. Así como podemos reconocerlo por el don de la fe, vivo y presente en este sacramento de unidad, también estamos llamados a reconocerlo en el rostro de los otros, especialmente los más necesitados, acogiéndolos y amándolos de la misma forma en que somos nosotros amados y perdonados por Dios. Por tanto, la comunión que recibimos nos debe hacer crecer en caridad, y reanimarnos en el servicio a nuestros hermanos. Como recordaba el Papa Francisco, “quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano” (Papa Francisco, Oración del Ángelus, 7 de junio de 2013).

Partir y compartir el Pan de Vida con sus hermanos fue la razón de ser y la misión del P. Pedroso durante toda su vida. Fue la Eucaristía, celebrada y adorada, la fuente de una alegría y espíritu fraterno que supo prodigar a todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo. Ahora, al llegar a la Jerusalén celestial, meta definitiva de su existencia, y después de haber servido fielmente a Dios y a su pueblo, se hace realidad en él esa promesa de Jesús que el Evangelio de hoy nos ofrece: “El que come de este pan vivirá para siempre”.

Que el Buen Pastor, que un día lo llamó a su servicio y lo alimentó y fortaleció con el Pan vivo bajado del cielo, lo acoja ahora en su misericordia y lo haga participar del banquete eterno de su Reino. Dale, Señor, a tu querido sacerdote, el P. Rafael Pedroso, el descanso eterno, y que brille para él la luz perpetua. Amen.

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