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Homilies | Tuesday, August 23, 2016

Su misericordia nos libera

Homily given by Archbishop Wenski at St. Louis Parish

Homily given by Archbishop Thomas Wenski at Mass at St. Louis Parish for the 10th anniversary of Cenáculos Contemplativos. Tuesday, August 23, 2016.

Hoy felicitamos a Maria de los Ángeles y los demás que la acompañan como miembros del Cenáculo Contemplativo que hoy celebran sus 10 años de existencia. Este cenáculo contemplativo evoca a ese otro cenáculo donde el Señor se había encontrado sus discípulos.

Recuerden como, después de su muerte en la Cruz, los discípulos – tristes y agobiados – se retiraron al cenáculo donde habían comido la Ultima Cena con el Señor. Y nos cuentan los evangelios que las puertas estaban cerradas porque tenían miedo de los judíos. Y el Resucitado aparece en medio de ellos – y les regala “la paz” y luego les da a ellos el poder de ser hacedores de paz, concediéndoles la autoridad de perdonar todos los pecados de los que se hayan arrepentido.  

Recuerden también como San Pablo llegó a encontrar a Jesús en camino a Damasco. Más tarde, contando lo que le había pasado, San Pablo escribe: “Dios tuvo misericordia de mí”. San Pablo llegó a reconocer en camino a Damasco que la misericordia de Dios tiene un nombre, la misericordia de Dios tiene un rostro: el nombre y el rostro es el de Jesucristo, quien nos amó “hasta el fin”. Y ese encuentro con Jesús Resucitado le cambió la vida. De verdad, la gracia se desbordó. Y procurar que la gracia se desborde sobre nosotros dándonos la fe y el amor es el fin de este cenáculo contemplativo y de cualquier asociación o movimiento eclesial.

Encontrarnos con la Divina Misericordia que es Jesucristo resucitado de entre los muertos es cambiarnos la vida. También podemos decir con San Pablo, “Dios tuvo misericordia de mí”. Y esa misericordia se desborda en nosotros para que recibamos esa fe y ese amor que provienen de Jesucristo.

Jesús mostró Su poder sobre el pecado y la muerte no sólo cuando resucitó de la muerte el Domingo de Pascua; también mostró Su poder resucitándonos a nosotros de la muerte del pecado por medio del Sacramento de la Penitencia, el tribunal de Su Divina Misericordia. “Aquéllos cuyos pecados habrán de perdonar, serán perdonados”.  

En la coronilla, rezamos, "Por Su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y de todo el mundo”. Su misericordia nos restaura a la vida, su misericordia nos libera de nuestros rencores y resentimientos y nos da la paz, la paz que el mundo no puede dar.

La providencia hizo que la primera santa canonizada en el Nuevo Milenio fue la Santa Faustina, apóstol de la divina misericordia. Jezu ufam tobie – Jesús en ti, confío. En esta oración podemos recuperar la esperanza que el hombre moderno perdió por haber desconocido la misericordia divina. Y, al conocer mejor la misericordia de nuestro Dios, que aprendamos ser misericordiosos practicando las obras de misericordia que son “las acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales: instruir, aconsejar, consolar, confortar – son obras de misericordia espirituales, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos. Entre estas obras, la limosna dada a los pobres es uno de los principales testimonios de la caridad fraternal; es también una práctica de justicia que agrada a Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica)

En su encíclica, Dives in Misericordia, el Papa, San Juan Pablo II, insiste que el mensaje de la divina misericordia radica en el corazón del evangelio. El mensaje es sencillo y muy profundo a la vez: Dios es misericordioso – él es el Amor derramado por nosotros. Él quiere que le tengamos confianza – de tal modo que esa confianza nos lleve a una conversión profunda de vida y un arrepentimiento sincero de todos nuestros pecados. O sea, a la vez que queremos que Dios sea misericordioso con nosotros que seamos misericordiosos también. No hay pecado, ni ofensa, ni acto depravado que esté más allá del poder de Su amor, de Su misericordia.  Jezu, ufam tobie, Jesús, confío en Ti.  

Como rezamos en el Padre Nuestro: perdónanos como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

En el evangelio del domingo pasado, Cristo nos dice que nos esforcemos en entrar por la puerta angosta. Los fariseos, los hipócritas no pueden pasar por la puerta – les falta la humildad, como comenta el Papa Francisco. Ay de los soberbios y los arrogantes que no reconocen a Jesús como la puerta por la cual pasamos a la vida verdadera.

Consolados por el mensaje de Sor Faustina sobre la Divina Misericordia, y convencidos como fue San Pablo que Dios tuvo misericordia de nosotros, que le hagamos “frente con confianza en la divina benevolencia, a las dificultades y a las pruebas que la humanidad experimentará en los años por venir.”

Esta es la hoja de ruta que debe seguir siempre el Cenáculo Contemplativo. Y si es verdad que la puerta es angosta y el camino estrecho también es verdad que esa puerta es nada mas y nada menos que Jesucristo y está siempre abierta. Que no tengamos miedo en cruzar sus umbrales.

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