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Homilies | Saturday, September 15, 2018

�La Mater se ocupar�!

El Arzobispo Thomas Wenski habla despues de bendecir la estatua del P. Joseph Kentenich en en Santuario de Schoenstatt en Homestead. El P. Kentenich fundó el Movimiento Apostólico de Schoenstatt hace más de 100 años, y murió hace 50.

Photographer: JONATHAN MARTINEZ | FC

El Arzobispo Thomas Wenski habla despues de bendecir la estatua del P. Joseph Kentenich en en Santuario de Schoenstatt en Homestead. El P. Kentenich fundó el Movimiento Apostólico de Schoenstatt hace más de 100 años, y murió hace 50.

Homilía del Arzobispo Thomas G. Wenski con motivo del Jubileo por el 50 aniversario de la muerte del Siervo de Dios, P. José Kentenich. Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, Santuario de Schoenstatt, 15 de septiembre de 2018. 

Queridos hermanos y hermanas,

Nos reunimos para celebrar la Eucaristía en este hermoso Santuario de Schoenstatt, hogar de nuestra Madre del cielo; lugar de acogida de cuantos acuden a ella en busca de consuelo y deseosos de aprender de su ejemplo de  discípula, y misionera. Una ocasión especial para dar gracias a Dios por el regalo que nos concedió en la persona de su propia Madre, y por permitirnos venerarla hoy junto a toda la Iglesia como Nuestra Señora de los Dolores.

Bajo esta advocación ha querido recordar y agradecer el pueblo creyente su entrega como Madre del Redentor y su inmenso dolor junto a la cruz en la hora de la pasión. Un dolor profetizado por el anciano Simeón con aquellas palabras que María tendría siempre presente: “Y a ti, una espada te traspasará el alma” (Lc. 2, 35). Asociada a la misión de Cristo desde el momento de la Anunciación, María experimentó a su lado la extrema pobreza del pesebre, los peligros de la huida a Egipto, el odio de quienes rechazaban su misión, y al final, la enorme aflicción de verle ultrajado y clavado en la cruz de su martirio. Y allí, en el Monte Calvario, quiso unirse también en sufrimiento y ofrenda al sacrificio redentor de su amado Hijo.

No es mera coincidencia que celebremos esta fiesta un día después de la Exaltación de la Santa Cruz. Y es que en el Calvario estaba la Madre de los Dolores, en pie, valiente, erguida, con el corazón traspasado de dolor pero firme en la fe y en la esperanza. Así nos lo recuerda la tradicional secuencia que proclamamos este día: “Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius” (Estaba la Madre dolorosa junto a la cruz, llorando, mientras el Hijo pendía). Y allí, desde la cruz, quiso Jesús confiarnos a su cuidado y entregárnosla por Madre en la persona de Juan: “Madre, ahí tienes a tu hijo”; y al discípulo: “Ahí tienes a tu Madre” (Jn. 19, 25-27). Una maternidad espiritual que ha acompañado a la Iglesia a lo largo de los siglos y ha sostenido a los cristianos, a tiempo y a destiempo, en el difícil camino de la fe.

Hoy recordamos a un apóstol de nuestro tiempo que movido por el amor a la Virgen María y queriendo imitar su ejemplo, se entregó al servicio de Dios y sus hermanos afrontando las más penosas situaciones a lo largo de su vida. Se trata del Siervo de Dios, P. José Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, cuyo Jubileo celebramos al conmemorarse los cincuenta años de su partida a la Casa del Padre. Hombre de fe y de profunda vocación mariana, sintió desde joven la necesidad de consagrarse a Dios, y de vivir y enseñar el camino de perfección que conduce a Jesús a través de María. Con ella quiso hacer una Alianza de Amor junto a un grupo de seminaristas en la pequeña capilla de Schoenstatt, Alemania, un 18 de octubre de 1914. De esta manera se inicia un movimiento apostólico con la misión de formar un nuevo hombre para una nueva comunidad de fe, capaz de enfrentar los desafíos siempre nuevos de un mundo cambiante. Un hombre nuevo revestido de Cristo (Cf. Ef. 4, 24), que aspira a la santidad de vida y se compromete en la renovación moral de la sociedad.

Esta visión del P. Kentenich entró pronto en contradicción con los afanes totalitarios del Estado Nazi, que vio en los valores de Schoenstatt un obstáculo para su labor de propaganda en medio de la juventud. Entonces es detenido y enviado al campo de concentración de Dachau, hasta ser liberado por las tropas aliadas en 1945. Una experiencia dolorosa pero fecunda, que contribuyó de manera providencial al crecimiento y la extensión de su Obra, y que nos demuestra una vez más la fuerza espiritual que brota de la Cruz.

Hoy, cien años después de aquella primera Alianza, la misión del P. José Kentenich continúa produciendo abundantes frutos apostólicos a través de los numerosos santuarios dedicados a la Madre Tres Veces Admirable. También un día llegó el Movimiento de Schoenstatt a Miami, y luego de años de esfuerzos y no pocos obstáculos, fue posible la bendición de este Santuario en la Fiesta de Guadalupe del año 2010. Desde aquí la Madre de Dios sigue inspirando, formando y enviando a la misión de la Iglesia a quienes se dejan guiar por su ejemplo de escucha de la Palabra, de obediencia a la voluntad de Dios y de servicio a los hermanos. Aprovecho entonces la ocasión para agradecer la labor apostólica que ustedes realizan en nuestra Arquidiócesis de Miami, así como animarles a mantenerse fieles a la vocación a la que han sido llamados.

Hermanos y hermanas, al celebrar hoy a María como Virgen de los Dolores, renovemos nuestro compromiso de ser fieles discípulos de Cristo, asumiendo con fe y esperanza las consecuencias, sin olvidar que no hay victoria sin sacrificios ni hay gloria sin Cruz. Que el ejemplo del Siervo de Dios, P. José Kentenich, nos ayude en este deseo, imitando aquella confianza en nuestra Madre del Cielo que le hacia decir en medio de la dificultad: “Mater habebit curam! (¡La Mater se ocupará!)”. Que así sea.

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