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Columns | Monday, October 21, 2013

El s��nodo entra en su fase m�s emocionante

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El 26 de octubre, con solemnidad pero también con una gran esperanza en el futuro, concluimos nuestro Sínodo Arquidiocesano. Si bien éste es sólo el segundo sínodo en la historia relativamente corta de nuestra arquidiócesis, los sínodos son tan antiguos como la misma Iglesia y, en toda la historia de ésta, los sínodos han sido utilizados por los obispos en su papel  de pastores para buscar el consejo de sus colaboradores inmediatos, los sacerdotes, y del propio pueblo de Dios, para que los ayuden mientras enseñan, gobiernan y santifican las iglesias locales confiadas a su cuidado.

En 1790, el primer obispo estadounidense, John Carroll, convocó a sus clérigos a un sínodo diocesano canónico en la Protocatedral de St. Peter, en Baltimore. Él y 22 sacerdotes se reunieron el año siguiente. En aquel momento, algunos de los temas tratados fueron: el peligro de los matrimonios mixtos para la fe de los jóvenes católicos; la obligación de la Pascua —la obligación de todos los católicos de confesarse y recibir la Santa Comunión durante la temporada de Pascua; la disposición adecuada de los fondos de la parroquia; las vocaciones sacerdotales y la educación religiosa de los niños.

Estos temas se abordarían una y otra vez en reuniones similares durante los dos siglos siguientes. Y, como quedó claro en las 13 sesiones de escucha realizadas en toda la arquidiócesis a finales de la primavera de 2012, estos mismos temas o variaciones de ellos todavía nos preocupan hoy.

Durante los meses que siguieron a la convocatoria oficial del sínodo en la misa crismal del 3 de abril de 2012, más de 800 personas participaron en una o más áreas de enfoque para identificar estratégicamente iniciativas pastorales o metas adaptadas a nuestras circunstancias.

El propósito de nuestro sínodo, aquí en Miami, fue simplemente el de examinar lo que debemos hacer como comunidad de fe para poner en marcha “el plan que se encuentra en el Evangelio y en la Tradición viva, de hacer que Cristo sea conocido, amado e imitado, para que en Él podamos vivir la vida de la Trinidad y transformar con Él la historia hasta su culminación en la Jerusalén celeste”. (Novo millennio ineunte).

Con la ayuda de Dios y la continua colaboración activa de nuestros sacerdotes, diáconos y laicos, la aplicación de las prioridades y objetivos del sínodo promete ser el comienzo de una apasionante tarea de revitalización pastoral. Estamos llamados no a anunciar una idea, sino a ser testigos de una persona, Jesucristo, que sufrió, murió, fue sepultado y ha resucitado de entre los muertos. Si vamos a conducir a otros a la fe, también nosotros debemos crecer en esa fe. Sólo seremos testigos si nosotros mismos somos discípulos comprometidos y misioneros coherentes.

Entonces, la evangelización, la predicación del Evangelio, significa simplemente compartir lo que hemos vivido en la vívida intimidad de nuestra comunión con Cristo.

Lo que nos corresponde a cada uno de nosotros, entonces, es la necesidad de crecer en nuestra personal y vívida relación con Cristo, y garantizar que nuestras parroquias, escuelas y otros ministerios sirvan como “escuelas” de oración y comunión para fomentar ese crecimiento; la necesidad de guiar a nuestros hermanos y hermanas hacia una nueva experiencia de la santidad y la vida abundante en Cristo; la necesidad de compartir el amor de Dios, aportando desinteresadamente nuestro tiempo, talento y tesoro, para ofrecer un futuro de esperanza a todos, especialmente a los más necesitados.

Habrá más detalles en los próximos meses, a medida que comencemos la implementación de los planes y prioridades del sínodo. Mientras tanto, les pido sus oraciones para que el Señor guíe esta buena labor iniciada en nuestra Arquidiócesis a una conclusión exitosa en los meses y años venideros. Con nuestra fe y la esperanza que ella trae, nosotros, como católicos del sur de la Florida, seremos capaces de afrontar los desafíos del presente con entusiasmo, y de prepararnos para los retos del futuro con confianza y esperanza.

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