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Columns | Thursday, August 09, 2012

Mar�a, esperanza nuestra

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Los poetas cristianos, a lo largo de los siglos, han cantado en alabanza de María, la Madre de Dios y nuestra Madre. El poeta estadounidense Henry Wadsworth Longfellow, se refirió a ella como la “única gloria” de nuestra caída naturaleza humana, pues María fue “sin pecado” desde el momento mismo de su concepción.

La solemnidad de la fiesta de la Asunción de María, que se celebra el 15 de agosto, puede entenderse plenamente a la luz de su Inmaculada Concepción. El Concilio Vaticano Segundo, al reafirmar la tradición (y la infalibilidad papal de Pío XII al declarar la Asunción como un dogma de la fe católica en 1950), enseñó que “la Virgen Inmaculada, preservada de toda mancha de pecado original, ascendió a la gloria celestial en cuerpo y alma al terminar su vida terrenal, y fue exaltada por el Señor como Reina sobre todas las cosas”. (Lumen Gentium #59)

Dios, previendo su papel especial en la historia de la salvación como Madre del Verbo Encarnado, anticipó los frutos de la redención de Cristo y preservó a María de todo pecado, original o actual.

Al celebrar hoy esta fiesta mariana —que debe observarse como día de precepto—, reconocemos que Dios siempre cumple sus promesas. La Asunción de la Santísima Virgen ratifica nuestra esperanza en que Dios creó al género humano para algo más que la muerte. Tal como lo aprendimos en el catecismo, durante nuestra juventud, “Dios nos ha creado para que lo conozcamos, lo amemos y lo sirvamos en esta vida, y para que seamos dichosos con El en la próxima”. Como María, cada uno de nosotros ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; y, como María, cada uno de nosotros está llamado a un futuro de esperanza, que se realiza en la visión de Dios en los cielos.

Mediante su Asunción a los cielos, María ya participa en ese futuro de esperanza al cual nosotros aspiramos como pueblo de peregrinos, en virtud de la gracia del bautismo, que nos ha hecho hijos de Dios y herederos de las promesas de Cristo. En su segunda encíclica, Spe Salvi, el Papa Benedicto XVI apremió a la comunidad cristiana —como contrapartida del secularismo de nuestra época— a redescubrir esta perspectiva escatológica que ha estado siempre en el corazón de la proclamación evangélica.

San Pablo escribe: “Sabemos que todas las cosas obran en bien de quienes aman a Dios, que son llamados según este propósito. Pues a aquellos a quienes conoció desde siempre, también los predestinó a ser conforme a la imagen de su Hijo, para que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos y hermanas. Y a aquellos a quienes predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó”. (Rom 8:28-30)

Estas palabras se cumplen plenamente en la vida de la Virgen María, que se convirtió en Madre de Nuestro Salvador, “el primogénito entre muchos hermanos y hermanas”. Sin duda alguna, las palabras de San Pablo se aplican a María de manera única, pues en su Inmaculada Concepción, fue “predestinada”; en el misterio de la Anunciación, fue “llamada”; en su Asunción a los cielos en cuerpo y alma, fue “justificada”, y en su coronación como Reina de los Cielos y de la Tierra, fue “glorificada”.

Por voluntad de su Hijo, expresada desde la cruz, somos sus hijos. Y aunque seamos pecadores, hacemos de María nuestra gloria. Nos volvemos a ella con confianza y le pedimos que, por medio de sus oraciones y siguiendo su ejemplo de obediente confianza en la voluntad de Dios, también nosotros podamos ser conformados a la imagen de Jesús, su Hijo.

Santa María, sin pecado concebida, ruega por nosotros pecadores, para que podamos ser dignos de las promesas de Jesucristo, Nuestro Señor.

Comments from readers

vivian cuadras - 08/12/2012 08:10 AM
Imagine a visit to Mary's House in Ephesus - Catholic, Protestant,Jew, and Muslim.



PANAGHIA-CAPOULI - THE MOUNTAIN OF MARY.
a LITTLE HOUSE THAT SITS SO QUIETLY WHILE THE WORLD IS IN TURMOIL.

Assumed into heaven, yet totally available to her children.

Mary, bring all peoples to God!

Vivian Cuadras

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