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Homilies | Tuesday, April 03, 2012

Misa Crismal en la Catedral de St. Mary

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�El esp�ritu del Se�or Dios est� sobre nosotros! �Porque �l nos ha ungido!

La Misa Crismal celebrada por el obispo y su presbiterio, su colegio de sacerdotes, es muy importante en su significado e importancia en la vida pastoral de una di�cesis. Juntos vamos a consagrar el Santo Crisma y bendecir los Santos �leos. Juntos vamos a ofrecer el Sant�simo Sacrificio en esta liturgia, que nos lleva de nuevo al Cen�culo, donde se celebr� la primera misa y donde se instituy� nuestro sacerdocio.

Esta misa es un signo especial de la unidad de nuestro sacerdocio y testimonio de que nosotros- obispo y sacerdotes, compartimos un ministerio com�n de ense�ar, gobernar y santificar al pueblo de Dios. Por estas razones, consider� una ocasi�n propicia para m� como el cuarto obispo de esta Iglesia local de convocar solemnemente nuestro segundo s�nodo arquidiocesano.

Los pr�ximos a�os traer�n nuevas oportunidades y desaf�os. Para m�, esto pone de relieve nuestra necesidad urgente de una piadosa consideraci�n de nuestra llamada a la conversi�n y la santidad, y nuestra necesidad de forjar una visi�n com�n y un plan para la Arquidi�cesis de Miami, en sus m�ltiples expresiones en todo el sur de la Florida - nuestras parroquias, nuestras escuelas, Caridades Cat�licas y las muchas otras organizaciones que dan testimonio de nuestra labor transformadora.

A trav�s del proceso sinodal, todos los cat�licos de la Arquidi�cesis de Miami, sus sacerdotes, sus di�conos, sus religiosos y su laicado, tendr�n la oportunidad de recomendarme a m� como su pastor un curso de acci�n para que juntos como Disc�pulos en la fe y Misioneros de la Esperanza podamos afrontar los retos de una nueva evangelizaci�n en esta Iglesia local.

Si el Evangelio de Cristo ha de ser visto y o�do en un mundo que presta cada vez menos y menos atenci�n a las preguntas m�s profundas sobre Dios, sobre el significado de la vida y la fe, tendr� que ser visto y o�do en la vida de los creyentes, en la de aquellos de nosotros que decimos ser disc�pulos de Cristo y misioneros. La "Nueva Evangelizaci�n", un tema que deber� abordarse a finales de este a�o en Roma por el S�nodo de Obispos, nos llama a reavivar la fe entre aquellos que, aunque bautizados parecieran estar "cansados" en la fe y por lo tanto s�lo se adhieren a ella con la mitad del coraz�n. La Nueva Evangelizaci�n nos llama a reconocer que ser cristiano no es una carga sino un don, la nueva evangelizaci�n nos llama a reconocer que el haber encontrado al Se�or es lo mejor que nos ha podido pasar y el compartirlo con los dem�s es una alegr�a. "La nueva evangelizaci�n debe convertirse en un nuevo Cen�culo, un lugar donde, bajo la gracia del Esp�ritu Santo, la Iglesia no va a encontrar un nuevo Evangelio, sino m�s bien" una nueva respuesta a las necesidades de la humanidad y de la gente de hoy de una manera adaptada a los signos de los tiempos y a las nuevas situaciones en las culturas, que son la base de nuestra identidad personal y los lugares en los que buscamos el significado de nuestra existencia "(Lineamenta, 23).

Por lo tanto, nuestro S�nodo, con la ayuda de Dios y su colaboraci�n activa, puede ser para todos nosotros el comienzo de una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Si vamos a llevar la fe a otros, tambi�n debemos nosotros mismos crecer en la fe. El Papa Benedicto nos recuerda continuamente que nuestra fe cat�lica no se trata de una idea sino de una persona. No estamos llamados a anunciar una idea, sino a ser testigos de una persona, Jesucristo, que sufri�, muri�, fue sepultado y ahora ha resucitado de entre los muertos. Solo seremos testigos si nosotros mismos somos disc�pulos comprometidos y misioneros coherentes. Entonces, la evangelizaci�n - la predicaci�n del evangelio - significa simplemente compartir lo que hemos vivido en nuestra intimidad vivida de nuestra comuni�n con Cristo.

Mientras que �ste es s�lo el segundo s�nodo de la historia relativamente joven de nuestra di�cesis, los s�nodos son tan antiguos como la misma Iglesia � y a lo largo de su historia, los s�nodos han sido utilizados por los obispos en su papel como pastores para buscar el consejo de sus colaboradores inmediatos, los sacerdotes, y del mismo pueblo de Dios para ayudarles a ellos mismos, en su labor de ense�ar, gobernar y santificar las Iglesias locales confiadas a su cuidado.

En 1790, el primer obispo americano, John Carroll, convoc� a su clero a un s�nodo diocesano can�nico en la pro-catedral de St. Peter en Baltimore. �l y 22 sacerdotes se reunieron al a�o siguiente. En ese momento, algunos de los temas tratados fueron: el peligro de los matrimonios mixtos en la fe de los j�venes cat�licos, el deber de la Pascua - la obligaci�n de todos los cat�licos de confesarse y recibir la Sagrada Comuni�n durante el tiempo pascual, la disposici�n adecuada de los fondos parroquiales; las vocaciones sacerdotales y la educaci�n religiosa de los ni�os.

Estos temas se abordar�n una y otra vez en s reuniones similares a trav�s de los pr�ximos dos siglos. Y estos mismos temas o variaciones de ellos todav�a nos preocupan hoy en d�a. El prop�sito de nuestro S�nodo aqu� en Miami ser� el de examinar lo que debemos hacer como comunidad de fe. Tenemos que traducir en iniciativas pastorales o metas, adaptadas a nuestras circunstancias, el plan "que se encuentra en el Evangelio y la tradici�n viva de hacer que Cristo sea conocido, amado e imitado para que en �l, podamos vivir la vida de la Trinidad y transformar con �l la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusal�n celestial. "(Novo Millennio Ineunte). Con nuestra fe y la esperanza que �sta trae, podremos hacer frente a los desaf�os del presente con entusiasmo y prepararnos para los retos del futuro con confianza y esperanza.

Al igual que los obispos que se han ido antes que yo, cuyas contribuciones a la vida de esta iglesia local reconozco con gratitud, tambi�n debo recurrir a personas como ustedes para solicitar sus consejos, su colaboraci�n y su apoyo. Juntos debemos dedicar nuestros mejores esfuerzos para proclamar el evangelio de manera m�s convincente, para fomentar el crecimiento en la santidad de nuestro pueblo de forma m�s coherente, y para transmitir el tesoro de nuestra fe a la generaci�n m�s joven con mayor eficacia.

El S�nodo es un proceso y un instrumento para ayudarme en mi tarea de gobierno pastoral. Ser� dise�ado espec�ficamente para ayudarme a m� y a los sacerdotes de esta di�cesis a entender las necesidades de aquellos a quienes servimos. Vamos a escuchar las necesidades de los fieles, y, al mismo tiempo, estaremos preparados para actuar en esas necesidades.

�El esp�ritu del Se�or Dios est� sobre nosotros! �Porque �l nos ha ungido!

Jes�s escoge este texto de Isa�as que acabamos de escuchar para su primer serm�n. Esto no es casualidad - con Jes�s, nada se improvisa. Isa�as es el gran profeta del Mes�as. �l habla de la Virgen que concebir� un hijo, Emmanuel, "Dios con nosotros". Isa�as tambi�n nos describe el siervo herido. En el pasaje de hoy, Isa�as habla del siervo que es ungido el Mes�as - el Cristo -por el Esp�ritu. �l pasa a describir la misi�n de Cristo - anunciar la Buena Nueva a los pobres, devolver la vista a los ciegos, liberar a los cautivos y los oprimidos, declarar un Jubileo. Es como si Isa�as hubiera escrito una descripci�n del trabajo de Jes�s. Que Lucas ponga este pasaje de Isa�as al comienzo del ministerio p�blico de Jes�s es la clave interpretativa para entender todo lo que sigue en el evangelio. �l nos revela la identidad de Jes�s - y como "pueblo ungido", cuanto m�s entendamos la identidad de Jes�s, m�s entenderemos la nuestra.

La Misa Crismal ofrece tambi�n a los sacerdotes de una iglesia local que se re�nen en torno a su obispo, la oportunidad de renovar nuestros compromisos sacerdotales. Al decir una vez m�s, "s�", nos comprometemos, con la ayuda del Esp�ritu Santo, a "entender lo que hacemos, a imitar lo que celebramos, a conformar nuestra vida al misterio de la cruz del Se�or" y de esta manera ponernos una vez m�s al servicio de su amor, para que Cristo sea conocido, amado e imitado. En el d�a de hoy, lo hacemos en la presencia de dos di�conos. En junio, si Dios quiere, ellos se unir�n a las filas de este presbiterio, cuando sean ordenados sacerdotes. Tambi�n tenemos ante nosotros varios de nuestros hermanos mayores que celebran aniversarios hist�ricos en el sacerdocio de Jesucristo. Es una lista impresionante: los Monse�ores Emilio Mart�n, Pedro Luis P�rez, y Emilio Vallina,y los Padres Jos� Garc�a, Jos� Paz y Leonard Puisis celebran 60 a�os de ordenaci�n sacerdotal. Tambien los Padres Sean Mulcahy, Ignacio Blasco, Jos� Luis Paniagua, Jos� Luis Hernando, Charles Clements, Jairo T�llez, Real Nadeau, Gerard Hafner, Paul Bolton, Juan L�pez, Yves Jocelyn y Monse�or Jim Suchocki. Este a�o ellos celebran los cincuenta a�os de sus ordenaciones sacerdotales. Durante cincuenta a�os, han trabajado en la vi�a del Se�or, sobrellevando las tribulaciones diarias. As�mismo, contamos con una impresionante lista de aquellos que celebran sus aniversarios de plata: Padres Tom Honold, John Cox, Alberto Rodr�guez, Bob Valle, Klemens Dabrowski, y Monse�or Oscar Casta�eda. Todos estos hombres han servido - y han servido bien - como sacerdotes a trav�s de tiempos de grandes cambios y turbulencias.

Estos tiempos de cambio y turbulencias hacen que mucha gente tenga miedo - y de hecho uno de los signos de nuestros tiempos es ese miedo. As� que mucha gente hoy en d�a siente temor a los compromisos permanentes - y esto es cierto no s�lo en lo que respecta a la vocaci�n sacerdotal o a la vida consagrada, sino tambi�n en lo que respecta a la vocaci�n al matrimonio y la vida familiar. Sin embargo, a pesar de sus temores, las personas todav�a quieren ver testigos, personas de fe y de comuni�n.

Hoy les damos gracias a ustedes, los que celebran aniversarios y a los di�conos transitorios, por su testimonio y por su valent�a. Ustedes nos inspiran a todos nosotros los sacerdotes a renovar nuestro compromiso de servicio sacerdotal para la gloria de Dios y el bien de su pueblo. Ese coraje manifestado en el entusiasmo de la juventud y en ese coraje destilado a trav�s de la sabidur�a de la edad y la experiencia nos inspira a no tener miedo al tratar de ser "disc�pulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos tengan vida en �l".

Hoy en d�a, todos los sacerdotes sentimos un cosquilleo especial en nuestros corazones al recordar los hechos ocurridos en el Cen�culo en la v�spera de la pasi�n de Cristo. Al igual que Pedro cuando Jes�s se acerc� a lavarle los pies, podemos protestar que no somos dignos. Y, si no lo hacemos, ustedes, el pueblo santo de Dios, lo har�n. Ustedes, sin duda, nos recuerdan que no somos dignos. Y esto es tal vez apropiado - porque nuestro regalo - el regalo del sacerdocio - no se nos da por nuestro bien, sino por el de ustedes.

Por favor, recuerden que no somos dignos - no para que nos lo echen en cara, ya que la mayor�a de nosotros, la mayor parte de las veces, estamos muy conscientes de ello. Pero, recuerden que no somos dignos, y por lo tanto oren por nosotros. Oren por sus sacerdotes. Todos ustedes quieren y necesitan buenos y fieles sacerdotes. Nunca deben cansarse de pedirle a Dios en su nombre y en el nuestro. Oren para que seamos los sacerdotes que necesitan, los sacerdotes que se merecen. Oren para que nunca les falten esos sacerdotes.

�El esp�ritu del Se�or Dios est� sobre nosotros! �Porque �l nos ha ungido!

Juntos, los sacerdotes, di�conos, hombres y mujeres consagrados y miembros de los fieles de Cristo, todos unidos debemos continuar respondiendo a la vocaci�n universal a la santidad como disc�pulos en la fe y misioneros de la esperanza.

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