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Homilies | Saturday, June 20, 2015

'Diferentes los contextos pero muy parecidos los retos'

El Arzobispo Thomas Wenski y el Obispo Arturo González de la Diócesis de Santa Clara, Cuba, celebran juntos en la Ermita de la Caridad la misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015.

Fotógrafo: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

El Arzobispo Thomas Wenski y el Obispo Arturo González de la Diócesis de Santa Clara, Cuba, celebran juntos en la Ermita de la Caridad la misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015.

El Arzobispo Thomas Wenski predicó esta homilía en la Misa de clausura del encuentro Cuba-Diáspora 2015. La Misa se celebró el 20 de junio en la Ermita de la Caridad.

Queridos hermanos y hermanas,

Como siempre, es un gran motivo de acción de gracias celebrar la Eucaristía a los pies de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de los cubanos. Lo mismo en su casa principal, en las montañas del Cobre, como en este santuario erigido por sus hijos en diáspora, sentimos la protección maternal de nuestra Madre del Cielo, así como su poderosa intercesión. Ella nos reúne como un sólo pueblo en el amor de su Hijo. Ella nos conduce a El, el único camino, verdad y vida. 

Hoy se suma a nuestro gozo, el compartir la Santa Misa con los hermanos y hermanas que han participado en el encuentro Cuba-Diáspora que, desde hace ya unos cuantos años, sirve para encontrar caminos de comunicación y apoyo entre quienes construimos el Reino de Dios en ambas orillas del estrecho de la Florida, estableciendo puentes de cooperación entre la Iglesia que peregrina en Cuba y sus hijos en la diáspora. Así es, en cada ocasión, pastores y laicos comprometidos, de diferentes diócesis cubanas y de Miami, reflexionan sobre tópicos de mutuo interés.  

El Arzobispo Thomas Wenski predica la homilía durante la Misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015, que tuvo lugar en Miami del 15 al 20 de junio.

Fotógrafo: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

El Arzobispo Thomas Wenski predica la homilía durante la Misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015, que tuvo lugar en Miami del 15 al 20 de junio.

En esta ocasión ha sido el tema de la familia el centro de sus reflexiones. Y es que, como nos ha recordado el Santo Padre en su homilía de apertura del Sínodo Extraordinario de la Familia, esta constituye desde los orígenes, parte integral de su designio de amor por toda la humanidad. También los Obispos de Cuba, en su Carta Pastoral, “La esperanza no defrauda”, expresan que la familia, como institución natural, está llamada a ser “escuela de humanidad” y transmisora de los valores que enaltecen a la persona, y la capacitan para una sana y constructiva vida social. 

Como todos conocemos, el Santo Padre estará realizando una visita pastoral a Cuba entre los días 19 y 22 de septiembre. Para los obispos cubanos, como para los obispos americanos, el tema de la familia destaca como una prioridad en la misión de la Iglesia. Después de esa visita, que incluirá Santiago de Cuba, Holguín y la Habana, Su Santidad estará visitando los Estados Unidos para presidir el Encuentro Mundial de la Familia, y pocos días después, también estará presidiendo el Sínodo de la Familia a realizarse en Roma. Qué mejor oportunidad que la celebración de esta Santa Misa, para implorar de la Madre de la Iglesia, bajo su advocación de Virgen de la Caridad, su intercesión por el éxito pastoral de ambas visitas y para que siempre proteja ese maravilloso don Dios que es la familia. 

El Evangelio que acabamos de escuchar es para el cristiano motivo de esperanza. En medio de nuestros retos y de la ardua labor de la Iglesia por extender el Reino de Dios, María viene siempre a nuestro encuentro. Ella es la Virgen servicial, la que no duda en abrirse a los demás para compartir alegrías y dolores.  

Mons. Arturo González, obispo de Santa Clara, Cuba, disfruta de un pedacito de flan durante el almuerzo que tuvo lugar despues de la Misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015 en la Ermita de la Caridad.

Fotógrafo: ANA RODRIGUEZ-SOTO | FC

Mons. Arturo González, obispo de Santa Clara, Cuba, disfruta de un pedacito de flan durante el almuerzo que tuvo lugar despues de la Misa de clausura del Encuentro Cuba-Diáspora 2015 en la Ermita de la Caridad.

La servidora del Señor se hace servidora de la Palabra, servidora del Reino. Porque el ‘sí’ a Dios implica siempre un ‘sí’ al otro, y ponerse en camino para salir a su encuentro. A ejemplo de María, la llamada de Dios nos pone en actitud de peregrinos del encuentro.  

Como discípulos de Jesús y de María, somos invitados a hacer un camino que sea esperanza alegre de vida, que inquiete y despierte en otros la fe.  

Y es que la vocación de la Iglesia es ponerse siempre en camino, reconciliada y reconciliadora, y testigo elocuente de la esperanza. 

Por esto, los encuentros periódicos entre católicos cubanos de la Isla y del Exilio son siempre un signo de esperanza y un testimonio fehaciente de nuestra comunión eclesial y de nuestra voluntad de seguir profundizando en el conocimiento y entendimiento mutuos, que nos permitan servir mejor a quienes, en definitiva, constituyen un único pueblo. Acompañar y servir a ese pueblo donde quiera que se encuentre, es y será siempre una misión esencial de la Iglesia. Como bien decía nuestro querido obispo, Monseñor Agustín Román, “la Iglesia ha sido, dentro y fuera de Cuba, madre y compañera fiel del pueblo cubano”. 

Hermanos y hermanas, esa esperanza que tanto nuestro mundo necesita, es más que una creencia en una ideología de progreso, o en un mesianismo que nos arrebata la responsabilidad de ser protagonistas de nuestra propia historia. Para el cristiano, la esperanza tiene un rostro, el de Jesucristo que con su muerte y resurrección es Señor de la Historia. En cualquier sitio donde la Iglesia desarrolla su misión existen retos diferentes, y bien sabemos cuan diferentes son Cuba y Miami. Sin embargo, es obra del Espíritu Santo que podamos avanzar en nuestra misión, siendo solidarios y apoyándonos como Iglesia, para mejor afrontar los variados desafíos que a diario enfrentamos. 

La recién publicada encíclica del Papa Francisco, “Laudato Si”, va más allá de los cambios climáticos que la tierra experimenta. Nos habla de una ecología integral, que no cuida únicamente de la naturaleza sino también, de la sociedad, del ser humano. En este sentido podemos también entender la diversas cartas pastorales de los obispos cubanos, que constituyen una especie de “hoja de ruta”, y que ofrecen pautas para una sana “ecología humana” que sea capaz de reparar los profundos daños antropológicos causados por ideologías materialistas. En el mismo sentido, el próximo Sínodo de la Familia deberá ofrecernos las pautas para reparar los daños causados, dicho en palabras del Papa Benedicto, por la dictadura del relativismo. 

Hermanos y hermanas, son grandes los desafíos que enfrenta la Iglesia en su misión de ser portadora de la verdad y la esperanza, en Cuba, en los Estados Unidos, y en todo el mundo. Son diferentes los contextos pero muy parecidos los retos. Una vez más el evangelio nos ha recordado que no estamos solos, y que siempre, la Madre de la Iglesia, la Estrella de la Evangelización nos guía y anima.

Que la Virgen de la Caridad, a cuyos pies celebramos esta Eucaristía, nos cubra a todos con su manto.  Amen.  

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