La vida y la muerte detr�s del cristal
Monday, November 21, 2016
Maria P. Meneses
"Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir". Eclesiastés 3:1-2
Tres semanas después de comenzar mi nuevo trabajo como capellana en un centro local de salud, llegué a comprender la inmensa responsabilidad que Dios me había dado.
Al llegar al estacionamiento del hospital Palmetto General, para visitar a uno de mis queridos pacientes que había sido trasladado allí recientemente, no sabía qué me podía esperar. Cuando me dirigía a la entrada del hospital, noté que cuatro trabajadores de emergencias médicas venían apresurados en mi dirección llevando una incubadora. Al acercarme, vi lo que me pareció ser una bebé prematura que luchaba por su vida. Me identifiqué como capellana y pregunté en voz baja: “¿Puedo hacer una oración por esta bebé y por su viaje seguro hasta donde la llevan?”
El tiempo se detuvo. Hice una oración en silencio, los cuatro trabajadores se quitaron los sombreros y todos rodeamos la caja de cristal. Mientras colocaba con delicadeza mi mano sobre el cristal, miré solamente a la bebé y dije: "Que los ángeles de Dios estén contigo, pequeña, mientras viajas con estos cuatro ángeles a tu destino. Que el espíritu de Dios siempre more dentro de ti”. El capitán sonrió, me informó que la trasladaban al hospital Miami Children's, y me dio las gracias.
En el piso de arriba, entré a la unidad de cuidados intensivos donde encontré a la "Hermana O", una religiosa retirada que luchaba por su vida y, al parecer, no le iba bien. Me puse la ropa y los guantes de aislamiento, y entré en su mundo que, como el de la bebé, se encontraba detrás del cristal. Permanecí allí un rato, recé con ella, y luego le di unos pedacitos de hielo para aliviar sus labios secos y deshidratados.
Sólo unos días después, nos dejó y viajó a la vida eterna. Cuando me enteré, me acordé de la bebé en la incubadora, y me di cuenta de que aquel día había dos vidas detrás del cristal que necesitaban compañía – una al principio, la otra al final.
Como capellanes, tenemos que desempeñar un papel importante en el acompañamiento de esas almas necesitadas, tanto en la jornada a la vida eterna como en su jornada aquí en la tierra. Hay un tiempo para la vida y para la muerte, como nos dice la Escritura, y no esperan a nadie; la exactitud del tiempo de Dios es la que domina cada paso de nuestras jornadas. La profundidad de la vida y la muerte – ambos son simples pasos a través del cristal.
Oración: Padre Celestial, tienes un momento para todo en la vida, y la exactitud de nuestro tiempo aquí en la tierra, y nuestro momento para regresar a casa. Fortalécenos e ilumínanos para acompañar siempre a los enfermos y los moribundos, y para ser mensajeros de la vida en este mundo, de manera que tu magnífica gloria pueda brillar más allá del cristal. Amén.
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