Para revelar a nuestro Jes�s vivo
Monday, September 13, 2010
*Sr Silvia Maria,SCTJM
“Me pregunto si cerré el auto con llave. Espero que sÃ, porque dejé mi nuevo reproductor de Mp3 en el asiento del frente. ¿Quién canta esa hermosa canción en el coro? ¿Podré salir del estacionamiento a tiempo para visitar a mi vecino enfermo? ¿Le llevo un postre? ¿Será alérgico a las nueces…?â€
Con frecuencia, tenemos una letanÃa similar de pensamientos cuando esperamos en lÃnea para recibir la Sagrada Comunión. Y asÃ, Jesús le dijo a santa Faustina:
“Cuando llego a un corazón humano en la Santa Comunión, tengo las manos llenas de toda clase de gracias y deseo dárselas al alma, pero las almas ni siquiera Me prestan atención. Me dejan solo y se ocupan de otras cosas… Me tratan como una cosa muertaâ€. (Diario de santa Faustina, 1385)
La semana pasada tuve la oportunidad de compartir con miles de estudiantes en la universidad del estado de Illinois sobre las actividades que se realizan en el centro católico Newman, donde trabajo. Este acontecimiento se realiza cada año en todas las universidades. He tenido la oportunidad de participar en el mismo por más de 10 años, pero este año me llamó más la atención cómo era posible que a mi hermana, a nuestro grupo pequeño (comparado con las multitudes) y a mÃ, asà como a los estudiantes católicos con quienes trabajamos, se nos concediera el regalo de conocer la presencia real de Jesús entre nosotros.
En la actividad habÃa varios cientos de organizaciones estudiantiles, cada una promoviendo sus objetos. Algunas nos ofrecÃan dulces, otras tenÃan un animal para acariciar, y la más popular regalaba mantecado. Pero nuestro pequeño grupo de estudiantes tenÃa el regalo más preciado que se podÃa ofrecer: saber que Jesucristo se encuentra vivo en la EucaristÃa y en el recinto, allà en nuestro centro Newman. Sabemos que el MesÃas esperado vive y respira entre nosotros. Sabemos que ese cuerpo creado por Dios permanece con nosotros, que vive en un pedazo de pan, en una caja dorada. ¿Cómo es que nosotros lo sabemos, y esta gran multitud lo desconoce? ¿Cómo es que a nosotros, un puñado de gente, se nos dio un regalo tan sublime? ¿Y qué hacemos con el conocimiento de este regalo?
El domingo siguiente, me preguntaba si algunos de los estudiantes que vendrÃan a la misa, y que quizás no eran católicos, podrÃan darse cuenta, por la reverencia con la que recibÃamos la EucaristÃa, que estábamos recibiendo a una persona verdadera, a una persona viviente, al Rey de Reyes y Señor de Señores.
Señor, oro por todos aquellos que nos ven, por quienes disciernen la vocación que Tú has preparado para ellos, y por quienes sólo desean crecer en mayor unión contigo. Desde lo más profundo de mi corazón, Señor, oro para que Tú nos ayudes a recibirte, viviendo en Tu cuerpo glorificado en la EucaristÃa, con mayor conciencia de su eminencia, y de nuestra falta de mérito para recibir este regalo, el más supremo en el universo.

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Maria E. Semper