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Feature News | Monday, January 23, 2017

Misioneras Claretianas abren nuevos caminos en la tierra de sus ra�ces

Tras la formación de la Provincia Virgen de Guadalupe, misioneras claretianas de los países que la conforman se reunieron en Miami para conocerse todas por primera vez. El intercambio personal fue de gran riqueza y redundará en una mayor eficacia en su misión.

Fotógrafo: DANIEL SHOER ROTH | LVC

Tras la formación de la Provincia Virgen de Guadalupe, misioneras claretianas de los países que la conforman se reunieron en Miami para conocerse todas por primera vez. El intercambio personal fue de gran riqueza y redundará en una mayor eficacia en su misión.

MIAMI | Recién consagrado Arzobispo de Santiago de Cuba a mediados del siglo XIX, Antonio María Claret encontró una isla deshecha en la vida de fe cristiana.

Con creatividad misionera, se propuso impulsar una tenaz obra evangelizadora en aras de presentar la Buena Nueva al pueblo de su diócesis. Para responder a las necesidades, empero, precisaba colaboradores.

La Hermana Cecilia Medina, originaria de Argentina, habló sobre los retos de la Evangelización que su congregación, las Misioneras Claretianas, afronta en Cuba, donde ella y sus devotas compañeras mantienen encendida la llama de los fundadores de la congregación religiosa.

Fotógrafo: DANIEL SHOER ROTH | LVC

La Hermana Cecilia Medina, originaria de Argentina, habló sobre los retos de la Evangelización que su congregación, las Misioneras Claretianas, afronta en Cuba, donde ella y sus devotas compañeras mantienen encendida la llama de los fundadores de la congregación religiosa.

Y el cielo se derramó en lluvia. La mies fue mucha y María Antonia París respondió a una invitación para ayudarle en la enseñanza de las niñas; en la formación de la mujer y de la sociedad entera desde sus bases matriarcales. Por divina gracia, esa alianza da luz, de la forma más humilde en 1855, a una familia religiosa en el seno de la Iglesia cubana, el Instituto Apostólico de María Inmaculada, encomendado a “trabajar hasta morir en enseñar la Ley santa de Dios a toda criatura”.

Tanto Cuba como la Iglesia han sido transformadas desde entonces de incontables maneras. Pero las Religiosas de María Inmaculada Misioneras Claretianas, fieles al carisma heredado de sus fundadores, se adaptan a los cambios para continuar concentrando sus afanes apostólicos en los ámbitos de la educación y la labor misionera entre las poblaciones marginadas.

Y, contra viento y marea, siguen ofreciendo una innovadora respuesta en la querida tierra de sus raíces, Cuba, donde pavimentan senderos de verdad, justicia y salvación con la meta de acariciar el corazón de los católicos que perdieron su fe o que jamás la han conocido.

Ricas en misericordia, fortalecen y consuelan a las personas en sus tribulaciones, a la vez que siembran en ellas los auténticos valores cristianos frente a los embates del secularismo.

“En Cuba, nos encontramos con un pueblo descristianizado, al que no solo se le quitó la fe, sino que perdió valores que iban con la fe, como el respeto, el valor a la vida, la honestidad. En la Iglesia promovemos esos valores”, explica la Hna. Cecilia Medina, radicada en la isla durante dos décadas.

“Nosotras contribuimos, no solamente a que los cubanos puedan conocer a Dios, sino a que puedan ser mejores personas que, en definitiva, es a lo que lleva el Evangelio”.

La Hna. Cecilia es una de siete misioneras claretianas guiadas por una sabia armonía entre predicación y estudio, que salen en busca de los pobres y excluidos, tanto en la región de Guantánamo como en las periferias de Santiago de Cuba, invitándolos a que sientan la Iglesia como su propia casa. Ninguna es de nacionalidad cubana, pues aún no surgen vocaciones religiosas autóctonas. Provienen de México, El Salvador, España, Argentina, Honduras y Polonia.

Cuatro de ellas participaron en el primer encuentro de la Provincia congregacional Virgen de Guadalupe, efectuado a finales de diciembre en Miami, donde hicieron una interesante presentación sobre su trabajo y la historia de esta primera Orden femenina nacida en suelo cubano. Narraron algunas peripecias para adaptarse a su entorno social y así prestar atención a “lo más urgente, oportuno y eficaz”–como decía San Antonio María Claret– en los procesos de evangelización.

El regreso a la cuna
Las Misioneras Claretianas reiniciaron su obra consagrada en Cuba en 1988 –tras una ausencia de casi tres décadas suscitada por la revolución– a solicitud de Mons. Pedro Meurice Estíu, entonces Arzobispo de Santiago de Cuba, quien las acogió con entusiasmo.

“Para la Congregación fue un regalo extraordinario volver nuevamente a la cuna porque representó rescatar nuestras raíces que en un momento se perdieron”, comenta la Hna. Bartola Ballesteros. “Ahí están los cimientos de nuestra espiritualidad”.

En la Casa Misión San Antonio María Claret, en el barrio Chicharrones de Santiago de Cuba se dictan talleres de costura, se preparan alimentos para personas de la tercera edad y se organizan jornadas de oración

Fotógrafo: CORTESÍA MISIONERAS CLARETIANAS

En la Casa Misión San Antonio María Claret, en el barrio Chicharrones de Santiago de Cuba se dictan talleres de costura, se preparan alimentos para personas de la tercera edad y se organizan jornadas de oración

Las primeras religiosas fueron asignadas al servicio en Guantánamo, en aquel momento, la provincia más deficitaria en agentes de pastoral, con apenas tres sacerdotes para atender la extensa región en el oriente de la isla. Muchas personas, especialmente los jóvenes, jamás habían visto una monja, por lo que su llegada causó gran sensación entre la curiosa muchedumbre que las rodeaba.

La Hna. Cecilia rememora el testimonio de las precursoras: “A la gente les asombraba y les tocaban el velo, a ver lo que era. Al principio, no podían hacer pastoral –el Estado estaba muy atento porque eran extranjeras– así que su pastoral consistía en pararse en las filas y ahí empezaron a conocer a los guantanameros. Ese fue el comienzo de su labor apostólica”.

Quince años después, las religiosas se establecieron en Santiago de Cuba, en una residencia ubicada a dos cuadras de la casa fundacional de la Orden, adquirida por el Arzobispo Claret en la calle San Germán 72.

El convento estaba conectado al colegio María Inmaculada donde educaron a las niñas hasta 1961.

En la vivienda actual, atesoran una reliquia: una imagen de Jesús esculpida en madera que Claret ordenó traer de España y obsequió a la Venerable María Antonia París. Hoy, miembros de la familia laical claretiana, henchidos de fe, se reúnen dos veces al mes para orar y compartir frente a esa sagrada figura del Señor.

Catequesis y promoción humana
Gozando la Iglesia mayor flexibilidad para desarrollar actividades catequéticas y apostólicas fuera de los templos, las Claretianas han creado y sostienen varias pequeñas “casa misión”, vitales en el cumplimiento de su consagrado deber. Hombres, mujeres, adolescentes y niños, simples y humildes, se abren en estos centros a una instrucción en la confesión católica.

Paralelamente, se dictan talleres de manualidades y de costura, mediante los cuales, “las propias personas se descubren con otros dones y pueden desarrollarse en otros niveles”, observa la Hna.

Cecilia, al destacar el área social de promoción de los valores humanos –dados desde una óptica religiosa–que ellas asumen de lleno como parte de la formación integral de sus alumnos para la vida y el trabajo, igual que en los primeros colegios de la Orden.

Esa cultura ética y solidaria, rasgo irrenunciable del alma claretiana, se refleja en el cuidado de cuarenta comunidades rurales de difícil acceso vehicular en los campos circundantes a Guantánamo. En temporada de lluvia, las religiosas caminan entre cuatro y siete millas, bajo un calcinante sol, desde la carretera hasta los caseríos (y viceversa), donde imparten catequesis, alimentan a los hambrientos y celebran la Palabra con adultos y menores.

La Hna. Bartola está acostumbrada a la odisea. “Realmente es bastante desgastante –confiesa–. Pero cuando llegamos hay un recibimiento hermoso. Aunque son pequeñas y están descristianizadas, las comunidades se congregan y están abiertas a participar. Algunos todavía sienten miedo, pero poco a poco se va ganando terreno en ese sentido”.

Más allá de las maratónicas andanzas y los viajes de dieciséis horas en autobús a La Habana para trámites, estas devotas hijas de la Iglesia empeñadas en la labor apostólica se mantienen erguidas ante las dificultades y los desafíos. En el frente económico, carecen de recursos suficientes porque, a diferencia de otros países, no pueden pedir la colaboración de los fieles debido a sus escasos ingresos. La falta de agentes de pastoral es otro reto, principalmente por la emigración de adultos entre las edades de 30 a 50. La pérdida de un laico comprometido con un ministerio requiere recomenzar desde cero.

Aun así, las Religiosas de María Inmaculada traen al presente la capacidad de creación misionera del P. Claret y la M. París para responder a las necesidades de los diversos tiempos y lugares.

Un legado iniciado por sus antecesoras hace siglo y medio en aquella primera casa-colegio que ha permanecido vivo en el corazón del pueblo cubano. En efecto, ese aprecio a su memoria se refleja en una leyenda popular sobre una monja vestida con el hábito negro de las pioneras que en las noches sale a caminar por los pasillos del recinto escolar.

Para más información y apoyo a estos proyectos misioneros visite la página web: claretiansisters.org  o contacte a la Hna. Ondina Cortes: [email protected]


Daniel Shoer Roth es el autor de la biografía autorizada de Mons. Agustín Román “Pastor, Profeta, Patriarca”, publicada por la Ermita de la Caridad.


Delegación de las Misioneras Claretianas en Cuba. Desde la izquierda las Hnas. Sofía Pérez, Sandra Mancía, Anunciación Izquiero, Cecilia Medina, Eusebia Ávila, Beata Kruszewska y Bartola Ballesteros.

Fotógrafo: CORTESÍA MISIONERAS CLARETIANAS

Delegación de las Misioneras Claretianas en Cuba. Desde la izquierda las Hnas. Sofía Pérez, Sandra Mancía, Anunciación Izquiero, Cecilia Medina, Eusebia Ávila, Beata Kruszewska y Bartola Ballesteros.

 

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